Una investigación en tiempos de pandemia. La forja de un rebelde de Lorenzo Silva & Noemí Trujillo

El segundo caso de la serie de Manuela Mauri: mujer, madre y policía. Desde el inicio de la alerta sanitaria no ha tenido un respiro; sus hijos, en casa, están irritables y agresivos y a Alberto, su pareja, no le ha sentado nada bien la convivencia forzosa con ellos.

 Una investigación en tiempos de pandemia. En medio del caos, un doble crimen en Alcalá de Henares le quitará el sueño a Manuela: Carlota, una joven de diecinueve años, avisa a la policía al encontrar a su padre y a su madrastra muertos a tiros en su casa. Una fiesta ilegal y el testimonio de diez jóvenes en guerra con la sociedad serán claves en la investigación que le hará pensar mucho en los conflictos entre padres e hijos.

La forja de una rebelde no es solo una novela negra, es, además, un gran homenaje a la lectura.

«Cuando apagué la luz, se me quedó dando vueltas en la mente un párrafo de la novela que había olvidado, incomprensiblemente. Hablaba del acto de matar, representándolo a través de la metáfora de un insecto: aplastarlo con el zapato, dice Barea, es repugnante, deja en la suela un churretón que invita a vomitar; en cambio, un insecto vivo es una maravilla que uno puede contemplar durante horas. “Matar es monstruoso y estúpido”, sentencia. Mis años en el oficio no me han ayudado a encontrar dos adjetivos más exactos.»

LA NOVELA

«Los libros están muy bien, y se ve que te han dado muchas cosas buenas, pero no te líes, no apliques las ideas que lees en ellos donde no vienen a cuento, y no los uses para alterar la realidad a tu conveniencia. Las lecturas que al final sirven son las otras, las que desde la imaginación te alumbran lo que hay.»

Martina Hernando, inspectora retirada y la mejor amiga de Manuela, pierde a su madre durante la pandemia de la COVID-19. Es una de las muchas personas que han muerto en las residencias de ancianos de Madrid durante el confinamiento. La inspectora de homicidios Manuela Mauri no encuentra palabras para consolarla: tiene las emociones a flor de piel y ella añora, también, las manos de su madre.

Este es el estado de ánimo en el que se encuentra Manuela Mauri antes de enfrentarse a la investigación del nuevo crimen que ocupa las páginas de La forja de una rebelde. Desde el inicio de la alerta sanitaria no ha tenido un respiro; sus hijos, en casa, están irritables y agresivos y a Alberto, su pareja, no le ha sentado nada bien la convivencia forzosa con ellos. Manuela, por primera vez en su vida, se siente desbordada por los acontecimientos.

Una investigación en tiempos de pandemia

«Me dieron ganas de gritar: “¡Javier, coño, que no nos podemos tocar!”, pero no lo hice. Sabía que Javier se había hecho tres PCR, una tras otra, y había dado negativo. Llevaban ambos puesta la mascarilla, además. Y quizá yo me estaba volviendo un poco paranoica con tanta higiene y tanta distancia de seguridad. Qué extraño, qué triste y qué desangelado resultaba todo en aquellos primeros días. Cómo nos desbordó.»

 En medio del caos, con calles fantasmagóricas y carreteras vacías, un doble crimen en Alcalá de Henares le quitará el sueño a Manuela: Carlota, una joven de diecinueve años, avisa a la policía al encontrar a su padre y a su madrastra muertos a tiros en su casa. Una fiesta ilegal convocada al más puro estilo Agatha Christie imitando su novela Los diez negritos y el testimonio de diez jóvenes en guerra con la sociedad serán claves en la investigación.

 «Ven a la Isla del Negro, un sitio encantador. Tenemos tantas cosas que contarnos… De 17 a 20 h en casa de Jorge. Trae alcohol.»

  No es solo una novela negra: es, además, un homenaje a la lectura.

Una novela policial que va mucho más allá de la investigación de un homicidio, porque nos enfrenta a conflictos invisibles que conviven con el sujeto contemporáneo: la infelicidad, la frustración, la ira y el odio como males propios de nuestro tiempo. En un Madrid sitiado por un virus las diferencias generacionales de nuestra sociedad explotarán en esta investigación para recordarnos, a cada uno de nosotros, el peso de nuestra conciencia. Como en su día Maj Sjöwall y Per Wahlöö, Trujillo y Silva unen sus miradas para esbozar a través del género negro una instantánea de la sociedad en la que viven.

La forja de una rebelde combina los argumentos y recursos del género policial clásico con la mirada sobre asuntos candentes a los que no podemos dar la espalda. La novela atraviesa el género transformándose también en una reflexión literaria sobre las experiencias y los deseos que forjan nuestro carácter. Para enfatizar más si cabe el poder que los libros ejercen en nuestras vidas, Noemí Trujillo y Lorenzo Silva acuden a las páginas de la trilogía de Arturo Barea, al que aluden desde el mismo título, en un notorio homenaje a La forja de un rebelde —al igual que en la primera novela de la serie, Si esto es una mujer, homenajeaban al Primo Levi de Si esto es un hombre—, como una de las lecturas que desde la imaginación alumbran la realidad. A lo largo del relato se mezclan otras lecturas, desde London, Melville y Dumas, a quienes Manuela lee con su hijo pequeño las noches que su trabajo se lo permite, hasta Cortázar o el Pável Kohout de La hora estelar de los asesinos. Un juego metaliterario que acompañará al lector a lo largo de la novela y a la propia Manuela Mauri durante la investigación.