MORIR EN NOVIEMBRE de GUILLERMO GALVAN

Nueva aventura de Carlos Lombardi, ex policía criminalista y actual investigador privado, en libertad condicional después de ser excarcelado como preso político por su lealtad a la II República. Continúa trabajando para la agencia Hermes, junto a Andrés Torralba, antiguo guardia de asalto, bajo las órdenes de Isidro Ortega.

La acción vuelve a desarrollarse en Madrid. Noviembre de 1942, mientras la guerra europea está en pleno apogeo y el régimen de Franco hace equilibrios para salir adelante entre las presiones internacionales y las disensiones internas.

A la agencia se presenta un caso de desaparición y le es asignado a Lombardi. Casi al mismo tiempo, es requerido por Fagoaga, comisario jefe de la BIC, para investigar la identidad de un par de suicidas, hombre y mujer, en los que la Criminal no desea involucrarse, ya que parece ser que el Alto Estado Mayor anda detrás. Su antiguo jefe, Balbino Ulloa, –chaquetero comisario de policía que conocimos en anteriores lecturas–será de nuevo su contacto. Así pues, Lombardi ha de compaginar las dos investigaciones, hasta que los caminos parecen cruzarse.

Lombardi es ayudado al principio por Torralba y por Alicia Quirós, personajes que ya el lector pudo encontrar en lecturas anteriores. También vemos de nuevo en acción a la despampanante Erika Baumgaertner, y al diplomático británico Bernard Malley. Todos ellos ya hicieron su aparición literaria desde la primera investigación de Lombardi, que se relata en «Tiempo de Siega».

Llegado un punto, Lombardi debe continuar solo puesto que la trama que investiga resulta francamente peligrosa para implicar a terceros, y a lo largo de la narración va a encontrarse con gente muy diversa: terroristas nazis, personajes corruptos, tramas de estraperlo, prostitución, chantajes,…y también tiene varios encuentros a nivel personal que le resultan emotivos o sorprendentes, que le crean cierto desorden emocional, por tocar zonas clausuradas en su memoria.

Así, la novela mantiene un tempo muy equilibrado, cuyo ritmo va aumentando la tensión conforme va avanzando la trama y atrapa al lector, además de sorprenderlo en la parte final, cuando ya parece que la solución del caso está la vista.  Escrita con corrección, estilo realista, narrada en tercera persona, introduciendo muchos datos y descripciones de la reciente historia en Madrid, de tal modo que el lector se ve transportado a una ciudad desolada tras la guerra, cambiados los nombres de las calles, donde conviven el lujo de los grandes hoteles con la miseria de los barrios populares. Una interesante nota al final (y al margen) de la novela, describe la época histórica, los sucesos y los personajes de esos primeros años cuarenta. 

Fuensanta Niñirola