La tierra de la gran promesa de Juan Villoro

Una reflexión sobre la forma en que el arte influye en la realidad y en que la realidad distorsiona al arte. Una novela tan política como personal que mantiene a Juan Villoro como un testigo excepcional de nuestro tiempo.


«Los relatos de Juan Villoro tienen ese raro poder para permanecer en el borde del abismo, durante mucho rato, balanceándose y por lo tanto haciéndonos balancear a nosotros con movimientos que surgen de la duermevela o tal vez de una lucidez extrema.»
Roberto Bolaño

Diego González es un documentalista que habla dormido. Está casado con una sonidista que trata de descifrar lo que dice en sueños. Se muda a Barcelona, pero el pasado lo alcanza como una pesadilla. La visita de un viejo conocido, el periodista Adalberto Anaya, trastoca su reciente tranquilidad. Anaya —quien ha vigilado a Diego durante años con la atención casi desmedida de un admirador— lo culpa de haber hecho un documental para entregar a un narco. Diego se ve obligado a lidiar con este enemigo que es, al mismo tiempo, su único aliado. 

La tierra de la gran promesa es una metáfora del México contemporáneo. Una lectura amplia sobre las entretelas de la corrupción y la vida íntima donde las verdades se pronuncian al dormir. Una reflexión sobre la forma en que el arte influye en la realidad y en que la realidad distorsiona al arte. Una novela tan política como personal que mantiene a Juan Villoro como un testigo excepcional de nuestro tiempo.

«Recordó las muchas veces que habían ido juntos
a la Cineteca, a la sala principal o al Salón Rojo.
Esos recuerdos habían volado por los aires. Pero
había algo más grave, un daño todavía abstracto
que podía sentir en la piel y en el estómago; era el
cine lo que se quemaba, su vocación, sus ganas de
filmar, su futuro en un país de mierda donde todo
terminaba en estallidos.»

«Villoro se identifica tan estrechamente con la Ciudad de México que es imposible imaginar cómo se puede conocer uno sin el otro, razón por la cual sus escritos emplean consistentemente el “nosotros” comunal.»
Los Angeles Times