En primer lugar quiero destacar que hacía mucho que no me reía tanto ni me lo pasaba tan bien con un libro.
Santi Giménez es un periodista curtido. Conocido sobre todo por su aparición en programas como El Larguero de la Cadena Ser. En su productiva carrera ha escrito innumerables artículos, ensayos y libros sobre fútbol. Entre ellos ha coescrito, junto a Luis Martín Gómez “Cuando éramos los mejores, pero no ganábamos nunca”. Pero no todas sus obras giran en torno al deporte, también ha escrito dos obras junto a Malcom Otero: “El club de los execrables”, donde repasaba los claroscuros de unos personajes históricos donde mostraban que por muy idolatrados que sean, no eran perfectos; e “Instrucciones para pasar a la historia”.
Ahora Catedral ha publicado esta brevísima obra que con sus 175 páginas nos hace pasar un muy buen rato acompañado de tres viejas glorias del periodismo. Periodistas de la vieja escuela ya retirados.
Estos tres amigos se citan para pasar unos días de vacaciones tranquilos en Benidorm, ciudad que ejerce como metáfora perfecta de lo que fue en otra época y de cómo el tiempo no la ha tratado muy bien dentro del imaginario colectivo. Lo que deberían ser unos días de comilonas y excesos se convierte de repente en la oportunidad de demostrar al mundo que no están tan acabados como el oficio que han ejercido.
A través de estos tres nostálgicos personajes vemos como la profesión ha evolucionado, o degenerado, según se mire. Y de cómo cada uno de ellos se ha ido adaptando a los tiempos de la casi desaparición del medio en papel, que es como un dinosaurio donde el meteorito de la tecnología casi ha extinguido.
A través de situaciones rocambolescas seguimos la aventura de sus protagonistas a los que acompañan personajes más rocambolescos aún. Algunos tan cargados de tópicos que te los tienes que creer por lo reales que nos parecen. Situaciones que presumo se basan en la realidad y en las que el autor se ha inspirado, como la divertida anécdota de la escapadita de unos enviados especiales para cubrir un evento deportivo, y gastarse el presupuesto en una casa de jóvenes de dudosa moral. Situaciones como ésta, y de cómo en un último intento estos amigos quieren demostrar que aún pueden obtener una historia de portada, son las que nos arrancarán más de una carcajada, haciendo que el libro, aparte de su brevedad, se nos haga más corto aún. Consigue que al cerrar el libro nos quede la sensación de que echaremos de menos a sus protagonistas.
A pesar de ser una obra muy divertida, rezuma cierta nostalgia, y puede que un punto de amargura basada en la máxima de cualquier tiempo pasado fue mejor. De cómo el periodismo de verdad ha muerto al igual que la imparcialidad; que la inmediatez del momento hace de lo importante lo secundario, dando protagonismo a la frivolidad y el amarillismo; que la tragedia no es que esté muerto el periodismo en formato papel, sino la integridad, la veracidad y que todo vale por convertirse en trending topic.