Mikel vuelve a ambientar esta historia en un pueblo imaginario del País Vasco donde ya transcurría su anterior trabajo: El mentiroso.
En esta nueva novela nos presenta un thriller magistral que nos envuelve en la nostalgia de los años noventa, mientras desenredamos el misterio de una noche que todos se esfuerzan por olvidar.
Un grupo de rock, un concierto, una chica desaparecida. Han pasado 20 años, pero hay noches que nunca terminan.
Tras el éxito de El mentiroso, Mikel Santiago regresa con un nuevo thriller ambientado en Illumbe, el pueblo con más misterios y secretos del País Vasco.
LA OBRA
¿Puede una noche marcar el destino de todos los que la vivieron? Han pasado más de veinte años desde que Diego Letamendia, estrella del rock en declive, actuó por última vez en su pue- blo natal, Illumbe. Esa fue la noche del final de su banda y su grupo de amigos, y también la de la desaparición de Lorea, su novia. La policía nunca logró esclarecer lo ocurrido con la chica y, des- pués de aquello, Diego emprendió una carrera de éxitos en solitario y jamás regresó al pueblo. Cuando uno de los miembros de la banda mue- re en un extraño incendio, Diego decide volver a Illumbe. Han pasado muchos años y el reencuentro con los antiguos amigos es difícil: ninguno de ellos sigue siendo la persona que fue. Mientras, crece la sospecha de que el incendio no fue accidental.
¿Es posible que todo esté relacionado y que, tanto tiempo después, Diego encuentre nuevas pistas sobre lo que pasó con Lorea?
Mikel Santiago vuelve a ambientar en el pueblo imaginario del País Vasco donde ya transcu- rría su anterior novela, El mentiroso, esta historia marcada por un pasado que podría tener terribles consecuencias en el presente. Un thriller magistral que nos envuelve en la nostalgia de los años noventa, mientras desenredamos el misterio de aquella noche que todos se esfuerzan por olvidar.
«Siempre he querido escribir una novela so- bre una banda. Casi toda mi juventud la pasé metido en locales de ensayo, furgonetas, garitos y estudios caseros, componiendo canciones y soñando con llegar a alguna parte. Aunque no conseguí ser Diego León, el rock fue mi manera de superar una adolescencia tormentosa, y además me sirvió para aprender unas cuantas cosas que no se enseñan en ninguna universidad del mundo. Quizá no hubiera llegado a escribir novelas sin ese baño previo de humildad, juerga y educación artística que me di a los veinte años.»