Hace mucho tiempo que dejé atrás la distinción entre libros infantiles y libros para adultos. No es que niegue su existencia —es evidente que existe—, pero a mí me da igual. Y me importa muy poco leer libros infantiles a mis veintiocho, igual que leí libros para adultos cuando tenía once años. Cada historia tiene su momento, y este sí que no está escrito en el tiempo.
Y por eso hoy estoy aquí reseñando En busca de la entrada secreta, un libro de Rosario Ana que contiene unas sorpresas increíbles. Verás, lo primero que tienes que hacer para disfrutar de esta aventura es dejarte llevar por tu niño interior. Ese que se emociona enseguida y el que se hace las preguntas oportunas en los momentos adecuados. Una vez que tengas eso —y tal vez algo para picar por el camino, ya que va a ser movidito—, ya estás preparado para conocer a Alicia y Tom, dos amigos que se ven sorprendidos por la desaparición del abuelo de la primera y que no dudarán ni un solo segundo en ponerse a buscarlo. Aunque en un principio no saben por dónde empezar, pronto descubrirán una pista que les hará sospechar que el abuelo está en peligro y que tienen en sus manos la clave para encontrarlo. ¡Y no estarán solos! Un gracioso monito albino los acompañará en esta aventura.
Bueno, creo que en el párrafo anterior ya he sentado las bases de lo que podrás encontrar en este libro: amistad, familia, valores, aventura, misterio y códigos. ¡Muchos códigos! Y es que Rosario Ana crea un hilo muy especial dentro de esta historia, gracias a los códigos que inventó el abuelo para mantener su mayor secreto a buen recaudo. Sin embargo, aunque parezcan combinaciones imposibles de desentrañar, lo cierto es que tanto Alicia como Tom tienen las herramientas necesarias para descubrir lo que ocultan esos número y letras. Y esas herramientas no son más que inteligencia, ganas, perseverancia e imaginación.
Tengo que decir que me he leído En busca de la entrada secreta del tirón. Tenía la intención de que me durara al menos un par de días, pero una vez que lo empecé ya no pude parar. Me metí tanto en la historia que no pude salir de ella hasta que no la terminé. Y esto es algo curioso que me ocurre con los libros infantiles. A veces me sucede que tengo lo que se conoce como un «parón lector», ese momento que todos los lectores vivimos con mayor o menor frecuencia que implica que nuestras ganas de leer se desvanezcan o que no consigamos conectar con la historia. Pues bien, tengo más que demostrado que cuando esto me ocurre tengo que sumergirme en alguna historia pensada para un público juvenil o infantil. ¡Y no falla! Enseguida me meto de lleno y se me olvida el mundo exterior. Y esto quizás sea porque los autores de infantil se centran en lo verdaderamente importante: que el lector se sienta uno más de la historia. Y en este caso, Rosario Ana lo consigue sin ningún problema. El lector forma parte del equipo desde el mismo instante en el que abre el libro. Siente que es amigo de Alicia y de Tom, que los conoce de toda la vida, e incluso siente que conoce al abuelo y que también es su labor poner todo de su parte para poder encontrarlo.
Pero vamos a ir un poco más allá. Vamos a hablar del misterio que esconde el abuelo, ese secreto que ha guardado bajo códigos, pasadizos, cuevas y mil barreras que ni te podrías imaginar. Pues bien, ese misterio misterioso es algo increíble que solo podría salir de una mente tan imaginativa como la de esta autora. Y lo mejor es que tiene todo el sentido del mundo, a pesar de lo loco que pueda ser. Y no, no te voy a decir qué es lo que Alicia y Tom se encuentran al final, porque para ello tendrás que adentrarte en esta aventura y correr tú los riesgos que he corrido yo al acompañarlos en la aventura. Eso sí, te garantizo que saldrás bien parado. Ya sea porque te apetezca pasar un rato divertido y entretenido o porque quieras hacérselo pasar a alguien. Eso es lo bueno de este tipo de libros: son perfectos para ser leídos antes de ir a dormir (aunque no prometo que los oyentes se conformen con «un capítulo más»), o para ser leídos por los más pequeños que ya se atreven a recorrer este camino por su cuenta, que seguro que adorarán las ilustración que acompañan a la narración y que harán que su imaginación vuele de inmediato.
En definitiva, ha sido una grata sorpresa encontrarme con En busca de la entrada secreta. Me ha recordado a esos momentos en los que, con siete años, leía Kika Superbruja debajo de las sábanas para que mi madre no me pillara; solo que ahora lo he leído a escondidas de mi jefe para que no se diera cuenta de que, en vez de estar trabajando, no podía parar de pensar en las aventuras de Alicia y Tom. Y es que cada historia tiene su momento, y este sí que no está escrito en el tiempo.