No sabía qué iba a encontrarme en este libro con título de película del oeste. Sinceramente, no soy muy fan del género western (aunque James Stewart me guste siempre) y me daba un poco de miedo abrir las páginas y adentrarme en una historia con la que no llegase a conectar. Sin embargo, qué bien sienta equivocarse a veces. O al menos que venga un autor como Sebastian Mathanwi a callarme la boca y a romperme los esquemas de esa película que yo me había montado en mi cabeza antes de abrir el libro. Sólo puedo decir: chapeau. Lo que he encontrado en Yo maté a Liberty Valance ha sido una especie de puñetazo en el estómago, un careo con los brillantes personajes que Sebastian desgrana tan finamente en esta novela sobre la complejidad de los sentimientos humanos.
Sucede que cuando algo me gusta mucho tiendo a ser más desordenada en mi discurso. Quiero decir tantas cosas que acabo por aturullarme. Ya se sabe, las pasiones… Pero dejadme que, desde este flechazo, os hable de esta ópera prima que es Yo maté a Liberty Valance.
Sebastian es un escritor que, bajo aquella excusa perfecta de la falta de inspiración, emprende una huida sin fecha de vuelta a San Francisco. Lo que ocurre es que, a menudo, esas huidas siempre esconden algo más. En su caso, Sebastian trata de poner océano de por medio a una relación un tanto tortuosa entre él y Blanca, esa chica de rizos tan poco marcados que casi no son rizos. Y es que los dos sabían dónde se metían cuando decidieron empezar esa relación. No todos estamos preparados para el dolor, para resistir y dejarse llevar. Sebastian, sin duda, no. Por eso decide irse de Madrid, tratando de olvidar lo que parece inolvidable.
Será en San Francisco donde conozca a Sam, un viejo músico de jazz que se convertirá en su mejor amigo. Rememorando su vida, Sam busca expiarse en el joven Sebastian. Y ambos logran, en cierto modo, y cada a uno a su manera, soltar un poco de lastre en sus conversaciones. En San Francisco también está Sarah, la chica perfecta que se enamora de Sebastian, pero que no deja de ser siempre la sombra de algo. Algo que ella intuye y que Sebastian añora.
Y así, entre conversaciones y recuerdos vividos entre Madrid y Nueva York, Sebastian Mathanwi nos presenta esta novela que trata sobre algo tan sencillo y tan complejo como el amor y las relaciones de pareja. Las historias que Sebastian inventa para Blanca, las conversaciones directas, las charlas con el jazzista Sam, los quizás y los por supuesto con Sarah hacen de esta novela un reflejo perfecto de los vínculos que creamos y de las imposiciones y miedos sobre los que se establecen algunas relaciones.
No era, en absoluto, lo que esperaba encontrar en esta novela. Como a veces tampoco lo son las relaciones que forjamos. Sin embargo, entre Yo maté a Liberty Valance y yo se ha establecido un vínculo perfecto: el de la admiración. Una novela repleta de magnífica música, de referencias cinematográficas, de diálogos inteligentes y de personajes con los que es fácil conectar. Odio las comparaciones y tampoco es que este libro las necesite. Pero creo que es un piropo si digo que me ha recordado a mi querido Julian Barnes y al mejor Ray Loriga.
Yo maté a Liberty Valance tiene ese punto canalla que ablanda el corazón, que te sacude y te hace cuestionarte tus propias creencias. Y qué maravilla que existan libros así, ¿verdad?