Llevo un par de semanas riéndome solo en la playa mientras leo ajeno a las actividades veraniegas típicas. Temo que he sucumbido a esa situación que crea un libro que no quieres que se acabe nunca. No es otro que “Cuando el Vips era la mejor librería de la ciudad”, la selección de artículos que el escritor Alberto Olmos publicó en los últimos años en El Confidencial.
Dicen que si a un niño le das un martillo todo se convierte en clavo. Si por el otro lado el martillo es un escalpelo tendremos el arma más eficaz para golpear y diseccionar según queramos. La columna de Alberto Olmos ha cumplido con creces con ambos propósitos: machacar a todo clavo literario viviente y actuar como un cirujano experto con todo los demás. Así las cosas ni premios Nobel, catedráticos de la RAE, autores de bestsellers, escritores al uso, critiquillos de tres al cuarto de blog como yo, editores, organizadores de ferias, ayuntamientos, bancos, ni nada que precie se ha escapado en estos años al martillo/bisturí de Alberto Olmos.
Para colmo de males no podemos más que darle la razón en casi todo. Escribe tan bien, lo razona de maravilla y usa el humor con una inteligencia TipyColliana experta que solo nos queda (me queda) hacer el canelo riéndonos solos. Además en las pocas ocasiones que he podido hablar con él, resulta que es un tipo majete, educado y con pinta de yerno perfecto.
Lo dicho, el mejor libro para leerse a trocitos en la playa, en la siesta o antes del heladito nocturno es “Cuando el Vips era la mejor librería de la ciudad”.
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