¿Cómo veríamos nuestra vida a través de los ojos de los filósofos griegos?
¿Viviríamos con menos preocupaciones y más tranquilos? ¿Qué pasaría si decidiéramos sin previo aviso conocer el mundo y a las personas tal y como lo hacían los antiguos griegos? ¿Y si lo hiciéramos con las enseñanzas de maestros como Pitágoras, Sócrates o Epicuro?
En Seis semanas con los filósofos griegos, la italiana Ilaria Gaspari revela estas claves a través de una crónica personal centrada en las principales escuelas del pensamiento de la Antigua Grecia.
Tras romper con su pareja y tener que mudarse de casa, la autora nos lleva a un inusitado viaje de superación personal. De la escuela pitagórica aprendemos a vencer la pereza siguiendo reglas muy precisas —aunque a veces parezcan incomprensibles—; de los filósofos eleáticos, cómo mantener una relación más relajada con el tiempo; del escepticismo, a desconfiar de nuestros sentimientos y a cuestionarlo todo; del estoicismo, que algunas cosas no se pueden cambiar; de los epicúreos, a ser generosos con nosotros mismos; y finalmente, del cinismo, a darnos cuenta de lo que es realmente importante en el día a día.
Seguir los preceptos filosóficos de escuelas que llevan más de dos mil años sin abrir sus puertas a nuevos librepensadores no es una misión fácil, y se convierte en una tarea ardua si doblegamos cada aspecto de nuestra vida a sus enseñanzas aunque puedan conducir a una impresionante búsqueda de la felicidad.
«Ilaria Gaspari guía al lector en un experimento existencial que unas veces resulta
serio y otras divertidísimo.»
Il Libraio
«Una invitación a seguir el ritmo de los ejercicios físicos y mentales de los filósofos, venciendo nuestras fragilidades, obsesiones y perezas, en un mundo que ha confundido el arte de la amistad con los emoticonos.»
Edoardo Rialti, Il Foglio
Un libro de crecimiento personal en la línea de La lengua de los dioses de Marcolongo, La utilidad de lo inútil de Ordine o Meditaciones de Marco Aurelio.
«La cuestión es muy sencilla: cuando me he visto con poco dinero (lo que ha pasado a menudo), con la cuenta casi al descubierto, con una sensación de precariedad extrema, además de con alguna duda razonable sobre mis elecciones profesionales, una vez aseguradas las necesidades más básicas me he sorprendido sintiendo una indiferencia de todo punto nueva hacia las propiedades materiales, ante la exigencia de tener más, de ganar más; una indiferencia que lindaba con la generosidad, además de con cierta despreocupación. ¿Era inconsciencia, era fatalismo? Sí, también. Pero sobre todo era una resignación serena y divertida ante una situación en la que nunca habría imaginado que me encontraría; también era el descubrimiento de que un paquete de pasta daba para cinco comidas, por ejemplo, y que una vez pagados los recibos, después de todo no necesitaba mucho más. No digo que sea maravilloso o deseable, y ni siquiera que algunas veces no resulte un poco inicuo verse sin un céntimo, sin poder permitirse pensar, además de en lo esencial, también un poquito en lo superfluo, o tener menos miedo a las emergencias.»