Ya era hora de que volviéramos a leer una novela negra clásica con todos los patrones que marcan los cánones del género. Los peces solo flotan muertos de José Luis Caballero nos reintroduce en la tradición policíaca de la mano de un inspector de policía, Cristobal Molina, bebedor de whisky, mujeriego y de vuelta de todo el mundo.
En esta novela es la ambientación la que resulta sorprendente. Estamos en 1972 en Barcelona cuando un cadáver aparece flotando en el Club Náutico y será Molina, el recién llegado, quien se encargará del caso. La jueza Esteller, una de las primeras en España, es quien dirige el procedimiento. Los dos novatos no saben que están siendo manipulados en esta investigación por los estamentos públicos, ya que en ese momento el yate Fortuna patroneado por el entonces Príncipe Juan Carlos está en el meollo de las diligencias.
Con un ritmo descarnado y unos personajes marginales, carteristas, madames, prostitutas por un lado y la más alta aristocracia por el otro, Molina deberá enfrentarse a quienes pretenden cerrar el caso en falso. Su pasado militar en Guinea Ecuatorial, su estado de salud marcado por ataques agudos de asma y sus líos de faldas solo serán impedimentos en toda la investigación.
Caballero dirige al lector por el ambiente franquista de aquel tiempo, los abusos policiales y las corruptelas de todos para abrir camino a su inspector en la resolución del caso. Alcohol, prostitución, corrupción, intrigas, espías, nobleza, sexo y política se mezclan en un thriller tan denso como el humo del tabaco que fuman de continuo sus protagonistas.
Una historía negra clásica para que los puristas podamos disfrutarla.