Reinos de ambición es una novela histórica que narra sucesos que tienen como escenario principal la Península Ibérica entre los años 1067 y 1076. Este es, sin duda, uno de los periodos más apasionantes y ricos en acontecimientos de nuestra historia, sobre el cual leo todo lo que cae en mis manos y, en mi opinión, se podría producir mucho más, tanto en el terreno literario como en el audiovisual. Encuentro curioso que los mitos y realidades históricas de otras culturas sean más conocidos simplemente porque han gozado de una mayor difusión en este tipo de medios, sin que los nuestros desmerezcan en nada en cuanto al interés real.
Son años muy turbulentos, violentos y llenos de luchas, durante los que se fraguó la España actual, y es importante que conozcamos nuestros orígenes, pero sobre todo es un periodo de la historia que se lee como una novela. Cuando se cuenta con una materia tan buena sobre la que escribir, tan rica que, como dice el tópico, la realidad supera a la ficción, el reto del autor es conseguir estar a la altura y presentar vivos sobre el papel personajes y momentos de gran intensidad. Óscar Eimil supera el examen con creces en esta novela.
Reinos de ambición continúa la historia de Reinos de sangre, libro en el que se relata el periodo histórico inmediatamente anterior. No obstante, yo no he tenido la oportunidad de leerla y este hecho no ha perjudicado en absoluto mi experiencia lectora; he de decir que leer Reinos de ambición ha despertado mi deseo de leer Reinos de Sangre. El libro me ha gustado mucho por el modo en que respeta los acontecimientos históricos, sin alterarlos más de lo imprescindible para darles forma novelesca. Esto lo que pido como lectora a una novela histórica, sobre todo si el material de partida está tan lleno de giros dramáticos como en este caso.
Casi todos los personajes que aparecen existieron e hicieron las cosas que de ellos se cuentan (hasta donde llega el conocimiento de lo sucedido hace casi mil años), y el autor solo se ha permitido libertades con aquellos de los que la información es escasa o más bien legendaria. El caso más notable de esto es Vellido Areulfi (más conocido como Vellido Dolfos), al que convierte en un villano transversal que actúa en varios acontecimientos más allá del cerco de Zamora; ya que no se conoce a los autores de ciertas fechorías, es una licencia que no hace daño a la verdad. Por lo demás, se trata de una novela necesariamente coral, pues abarca acontecimientos de los reinos de León, Castilla, Galicia, diversas taifas musulmanas de al-Ándalus, el condado de Barcelona… e incluso el norte de África, donde somos testigos del ascenso almorávide, norte de Francia, Italia… (empleo las denominaciones de los estados actuales por abreviar, aunque en muchos casos son anacrónicas al periodo en cuestión). Múltiples personajes con intrincadas relaciones familiares, de vasallaje o personales, que hacen difícil hablar de un protagonista bien definido, más allá de los reyes cristianos de la Península y el conde de Barcelona; son las ambiciones de poder y tierras de estos, como bien especifica el título de la novela, las que mueven la trama. El objetivo: el imperio, el mayor poder.
La novela comienza con la muerte de Sancha, la reina de León viuda de Fernando, el cual en su testamento había dividido sus reinos entre sus hijos varones, correspondiendo Castilla a Sancho, León a Alfonso y Galicia a García. No conformes con este estado de cosas, los dos hermanos mayores y más fuertes, que se habían contenido en vida de su madre, comienzan a enfrentarse por arrebatar los reinos a los otros. Esta línea de la trama es, sin duda, mi favorita, y suficiente para una extensa novela por sí misma; aunque es la que sustenta una parte mayor de la historia, también tienen gran importancia la parte del conde de Barcelona, y sus insidiosos hijos, así como los conflictos de las debilitadas taifas y cómo se fragua la llegada de los almorávides. La otra gran vertiente de las ambiciones procede de los religiosos, sobre todo la expansión de la orden de Cluny y las luchas entre el Papado y el Sacro Imperio.
El libro está formado por veinticinco capítulos divididos en escenas tituladas con su ubicación y fecha exactas. Contiene, además, mapas, listados de personajes y un árbol genealógico que relaciona las estirpes de los poderosos cristianos que son centrales en la historia. Estos elementos, junto con el prefacio y las notas finales, ayudan a orientarse en una trama muy compleja, un auténtico ajedrez de pactos, luchas y traiciones en las que las relaciones familiares no son un obstáculo para las rivalidades más fieras de quienes tienen el poder como único fin. La trama novelesca tiene batallas, amores y negociaciones, y no se detiene ante situaciones fuertes y extremas, como parricidios e incestos.
Todo esto recibe el toque definitivo con la habilidad del autor para presentarnos los personajes con verdadera vida, haciendo que, a pesar de la lejanía en el tiempo, nos lleguen y nos interesemos por sus destinos. En la mayoría de los casos, la visión que Eimil ofrece de ellos no sorprenderá a quienes conozcan fuentes literarias del periodo; por ejemplo, Rodrigo Díaz (el Cid) aparece tan idealizado como es de esperar, mientras que la infanta Urraca es retratada con poca benevolencia. Los actos de este personaje en la obra son un ejemplo de cómo el autor, al tener vacíos en las certezas históricas, aprovecha material legendario o tardío; ¿por qué no hacerlo, si añade cierto morbo a la historia, y tampoco puede descartarse que ciertas cosas sucedieran así?
Por todo esto, puedo concluir que Reinos de ambición es un perfecto ejemplo del muy medieval, pero también muy actual principio de “enseñar deleitando”. Con esta novela disfrutarán los aficionados a la historia, por el interesantísimo periodo en el que se sitúa y el rigor con el que lo trata; pero también, sobre todo, gozarán con ella los lectores a los que gustan las tramas familiares y sociales complejas y enredadas, con múltiples giros y personajes de fuerte carácter y determinación, ricas en acción y acontecimientos intensos y memorables.