“La compra de Sa Marea fue solo un espejismo en medio del desierto de nuestro matrimonio.”
Nadia se toma la rehabilitación de Sa Marea como un reto. Cree que la adecuación de un futuro lugar de receso donde Marcos pueda hacer un paréntesis en su agitada vida profesional puede ayudarles a remontar la crisis sentimental que padecen.
Además, la ubicación en un tranquilo saliente, con embarcadero, en la bahía de Sant Antoni, le proporcionará a ella el clima ideal para poder trabajar en lo que denomina “sus novelas”, ya que va tomando cada día con más implicación su profesión de traductora.
Pero el desinterés que muestra su marido en los escasos contactos telefónicos (no solo por el avance de las obras sino por la propia Nadia) le provoca un desánimo del que únicamente la rescatan los descubrimientos que va haciendo sobre el antiguo propietario, y la sospecha de que su muerte no fue fruto de un accidente doméstico, como le ha hecho creer el hotelero al que adquirió la finca de mano de los herederos del doctor Valerio Montalbán.
A partir de aquí, los riesgos que asume Nadia en la búsqueda de pistas que den luz a sus sospechas son insólitos y suponen una inyección de adrenalina en su vida.