Reseña de El camino que va a la ciudad y otros relatos de Natalia Ginzburg

La espontaneidad de sus personajes es una de las marcas de identidad de Natalia Ginzburg. El camino que va a la ciudad recientemente publicada por Acantilado es una prueba de ello. Como ella explica en el prólogo sus personajes son auténticos en el pleno sentido de la palabra. No solo son los vecinos que veía desde su ventana y con los que se cruzaba por las veredas, son auténticos porque se comportan como ellos, con lazos de amor y odio que se mezclan unos con otros, y porque las situaciones, lugares y cosas que mencionan las ha elegido al azar entre toda la realidad circundante que tenía, sin hacer acepción del comportamiento que tal o cual personaje debería tener. De esta forma, Delia, la protagonista principal, piensa y siente por unos derroteros y actúa por otros, cometiendo infinidad de errores que el lector va previendo. Y los otros once personajes participan de esa técnica tan espontánea, tan natural que hace del estilo de la Ginzburg algo único.

Delia vive con sus padres y sus cuatro hermanos en una minúscula casa de campo en la Italia de los años cuarenta. A sus dieciséis años, anhela dejar ago la monotonía del hogar, que delata incluso la triste letanía del gramófono de la familia, en el que suena siempre la misma canción. Así pues, la muchacha decide seguir los pasos de su hermana mayor y tomar el único camino que le permitirá marchar a la ciudad y cambiar de vida: el matrimonio.

Lejos del tono grave que la sinopsis parecería destacar, la autora escribe con una claridad y naturalidad plenas, lo que la convierte en una obra ligera, incluso entretenida, que puede leerse con diferentes mensajes subliminales. El camino que va a la ciudad como paradigma de la libertad individual, como símbolo de la diferencia entre el mundo rural y el urbano o como salida para la opresión del género femenino.

Los otros tres relatos que acompañan la obra «Una ausencia», «Una casa en la playa» y «Mi marido» muestran algunos personajes tan espontáneos como el texto principal, otros bastante más melancólicos incluso el último desesperado.

Todos ellos son muestras diferentes del talento de la autora italiana para el tratamiento de los personajes y las situaciones cotidianas.