El caso de Fernando Aleu y su novela El intercambio demuestra que la literatura es mucho más que simplemente leer un libro. La experiencia vital de un escritor, al margen de los meros formalismos autobiográficos, enriquece su obra tan plenamente que cualquier lector avezado puede distinguirlo. Hace unos años el escritor argentino Ernesto Mallo me decía que era capaz de distinguir por su novela si un escritor era buena persona o no. A tanto yo no me atrevería, pero en el caso de Fernando Aleu sí. Hablando con él y leyéndole, cualquiera se dará cuenta de que es un ser humano excelente, con una proyección vital envidiable que ha sido capaz de volcar todo eso en una novela no autobiográfica. Todo un hito.
¿Cómo surgió la idea de escribir esta historia Fernando?
Por mi nieta, al parecer en clase les habían hecho reflexionar sobre qué sucesos habían marcado su niñez y en cuanto me vio me preguntó a mí eso mismo. Se me ocurrió contarle la historia de aquel día en Barcelona, a un amigo y a mí nos impidieron el acceso al puerto, pero como vimos mucho movimiento subimos a lo alto de Montjuic cuando se produjo el intercambio de prisioneros de guerra. Luego añadí que también me impresionó muchísimo mi visita al Hotel Ritz, cuyo director en los años cuarenta era don Ramón Tarragó, que estaba emparentado con la familia Pascual, la familia de mi madre. Los alemanes que acudieron a Barcelona para aquel intercambio ocupaban casi el hotel entero.
¿Cuéntenos las circunstancias que originaron El intercambio?
Eran prisioneros de guerra cuatro mil, dos mil de cada bando de la Segunda Guerra Mundial. Ocurrió hace 75 años, y La Vanguardia de la época le dedicó cinco páginas. Se eligió Barcelona como puerto neutral, Franco ya no estaba tan seguro de apoyar a las potencias de El Eje y Barcelona era uno de los pocos del Mediterráneo con un muelle que permitía amarrar a dos grandes barcos a cada costado, cuatro buques.
¿Cómo surgieron los personajes de esta novela?
Los personajes son inventados pero guardan relación con mis recuerdos y mi conocimiento del ambiente casi cinematográfico de la Barcelona de los años 43, cuando muchos refugiados que huían de Hitler trataban de comprar pasajes para irse a Buenos Aires y otros lugares de América. Eran sobre todo judíos, y los buques de sus sueños eran Cabo de Hornos y el Cabo de Buena Esperanza, ambos de la compañía española Ybarra que cubría la ruta Barcelona-Buenos Aires. Además, estaban el Plus Ultra de la Transmediterránea, que navegaba a Haifa; y los italianos Saturnia y Vulcania, que iban a Nueva York. Era la Barcelona de Bernard Hilda, Bonet de San Pedro, Boyd Bachman, Martín de la Rosa y su orquesta… La Barcelona que disfrutaban en exclusiva los privilegiados que bailaban en La Parrilla del Ritz, o en el Rigat, el Bolero y que también bajaban a la calle de las Tapias para meterse en Barcelona de Noche o la Bodega Bohemia. Todos esos recuerdos y los personas con las que me he cruzado en mi vida han formado parte del perfil de los personajes de El intercambio.
Incluido un neurólogo como usted
Sí, uno de los protagonistas es Werner Applefeld un famoso neurólogo, soltero, rico y guapo que vive en Nueva York. Un hombre que como yo no ha hecho más que trabajar. En sus primeras vacaciones decide ir a Alemania para conocer por fin en persona a su primo hermano Max, famoso trapecista. Werner encuentra una Alemania tensa, con el partido nazi rampante, y se dará en sus propias carnes en qué consiste ser sospechoso para las SS. He incluido detalles relacionados con la neurología como el poder evocador de la fragancia.
¿Por qué dejó la medicina por la perfumería?
Parece que es un cambio muy raro, yo también debo serlo aunque a mí me pareció natural. Cuando corté definitivamente con la New York University, mi jefe me dijo “bueno, si lo necesita, tengo un gran amigo que es psiquiatra y se especializa en casos tan extraños como el suyo”.
Véndanos el libro en unas frases
Esta es la historia de unos personajes entrañables y muy humanos que luchan por sobrevivir en una sociedad que se ha vuelto loca inmersa en una guerra sinsentido, personajes que he construido con los recuerdos de las personas a las que he tratado, tratando de retratar unos años que nadie debería olvidar.