Ken Follett, el autor que ha vendido más de 160 millones de libros en todo el mundo, publicada Una columna de fuego (Plaza & Janés, 2017), la continuación de Los pilares de la Tierra y Un mundo sin fin, sin duda uno de los grandes acontecimientos editoriales de la temporada que todos los seguidores del autor y de la saga estábamos esperando.
Antes de entrar más en detalle en la reseña adelantar un pequeño resumen de la trama y una primera impresión del libro. Una columna de fuego es una historia de espías ambientada en el siglo xvi, en el próspero y convulso reinado de Isabel I de Inglaterra y con las guerras de religión como telón de fondo. Al igual que en las dos obras anteriores, gran parte de la acción se sitúa en la ciudad ficticia de Kingsbridge, pero además Sevilla será uno de los escenarios de la novela.
España también está presente en la trama a través de Felipe II, la Armada Invencible y la manufactura de armas en Sevilla. Pero también la trama nos lleva por otros escenarios como Francia, Ginebra, Países Bajos o el Nuevo Mundo, y nos acerca a una larga lista de personajes históricos, con los principales monarcas de las grandes potencias como protagonistas y sus aliados, consejeros y enemigos al rededor conformando una apasionante red de intrigas palaciegas, alianzas, traiciones y conspiraciones.
Ken Follet vuele a demostrar ser un narrador excepcional, además de un maestro en la construcción de tramas, personajes y enredos, consiguiendo mantener la esencia de las dos novelas anteriores, pero añadiendo un contexto histórico diferente, más interesante, con problemáticas políticas, sociales y religiosas diferentes, y deteniéndose especialmente en el conflicto entre católicos y protestantes y las diferentes visiones que ofrecen sobre la fe cristiana. El resultado es redondo, consiguiendo un equilibrio perfecto entre el entretenimiento de las intrigas y enredos que nos cautivan en cada página, con el interés que despierta las vicisitudes históricas con los grandes personajes del momento como protagonistas también de la trama. Y, en esta ocasión, el autor nos ahorra las escenas de sexo gratuito e innecesario que abundaban en sus dos anteriores novelas.
Una columna de fuego arranca cuando el joven Ned Willard regresa a su hogar en Kingsbridge por Navidad. Corre el año 1558, un año que trastocará la vida de Ned y que cambiará Europa para siempre.
La novela nos sitúa en un contexto histórico apasionante, en el que en todo momento están ocurriendo cosas y se están produciendo movimientos que van a resultar claves para el devenir de las diferentes potencias europeas: “La reina María Tudor, esposa de Felipe II, se ha vuelto impopular tras la pérdida de Calais ante los franceses. Su heredera por derecho, María Estuardo, la reina de los escoceses, está a punto de casarse en París con el delfín Francisco, hijo de Enrique II y Catalina de Médicis. Sir William Cecil y sus hombres están recorriendo el país en busca de apoyo para coronar reina a Isabel Tudor”.
Alrededor de estos personajes históricos encontraremos a los personajes de ficción que protagonizan la novela y que tendrán un papel fundamental en los acontecimientos que se van desarrollando. Aunque se trata de una novela coral, el protagonista principal es Ned Willard, un comerciante que ha asumido el control del negocio familiar, junto a su madre y su hermano mayor, después del fallecimiento de su padre. Ned disfruta con el negocio familiar, moviéndose entre “facturas y recibos; cantidades de estaño, plomo y mineral de hierro; viajes a Sevilla, a Calais, a Amberes; precios, beneficios…”. Veía ante sí un imperio comercial internacional, pero la simpatía de los Willard hacia los protestantes y el amor que Ned siente por la joven Margery Fitzgerald, hija del alcalde de la ciudad, le van a sumergir en un infierno, con peligrosos enemigos dispuestos a terminar con su empresa.
Todo lo que Ned había soñado se vendrá a abajo de forma repentina, aunque de forma providencia su camino se cruzará con el de William Cecil, con el que comenzará a trabajar a favor de Isabel de Tudor y junto al que aprenderá todo lo necesario sobre las complejidades de la diplomacia internacional.
Margery será la otra protagonista de la novela. Una joven que, a sus 15 años, anhelaba el regreso de Ned, pero que verá cómo su padre tiene otros planes para ella, quiere que se case con el viconde de Shiring, en lo que sería un enlace que daría a la familia la oportunidad de formar parte del estamento nobiliario. Pero la obstinación de Margery por casarse con Ned provocará que su hermano Rollo, fundamentalista católico y con una ambición sin límite, haga todo lo posible por deshacerse de Ned.
Además de estos dos protagonistas y los ya mencionados relacionados con ellos, vamos a encontrar a otros personajes que encarnan lo mejor y lo peor del ser humano. Acompañaremos así a Pierre Aumande, estudiante en la Universidad de la Sorbona que se ganaba la vida “aliviando a los parisinos del exceso de dinero”. Un buscavidas, impostor y vividor, que recibe una misión de los dos hombres más poderosos de Francia después de la familia real: averiguar todo lo posible sobre los protestantes en París.
También conoceremos a Sylvie que, junto a su familia, se había entregado en cuerpo y alma a una misión que consideraba de parte de Dios. Quería ayudar a que “sus compatriotas conocieran la verdadera religión, cosa que hacían vendiendo libros; sobre todo la Biblia, en francés, desde luego, para que todo el mundo pudiera comprenderla con facilidad y darse cuenta de lo equivocada que estaba la Iglesia católica, pero también discursos escritos por hombres sabios como Erasmo, que explicaban las cosas claramente a aquellos lectores acaso demasiado lentos para sacar las conclusiones apropiadas sin ayuda.” Una misión en la que se va a encontrar con serios obstáculos y enemigos.
En Sevilla, de la mano de Barney, el hermano mayor de Ned, asistiremos a los esfuerzos del fundidor Carlos por defender su negocio familiar de malvados rivales dispuestos a destruirlo. Barney, Carlos y Ebrima, esclavo de Carlos que sólo sueña con su libertad, sufrirán los efectos de la llegada del nuevo inquisidor que comienza una cruzada contra los infieles: judíos, musulmanes y especialmente, los protestantes.
Estos personajes de ficción cruzarán sus caminos con personajes históricos y nos permitirán asistir en primera fila a los grandes acontecimientos que marcaron un siglo convulso y crucial para el destino de Europa y del mundo. Descubriremos las claves de la boda entre María Estuardo reina de Escocia y el delfín Francisco de Francia. Cómo Isabel de Tudor se preparaba para reclamar el trono a la muerte de su pariente María, casada con Felipe II. Seguiremos los pasos de su consejero Cecil, “un hombre de pensamiento estratégico que juzgaba cada asunto según su efecto a largo plazo en el destino de la princesa a quien servía”. Movimientos diplomáticos, alianzas, estrategias, traiciones y guerras formarán parte del día a día en las relaciones entre estos personajes.
Pero el gran escenario de la novela son los conflictos entre católicos y protestantes, con el legalismo haciendo frente a la libertad del evangelio “en los tiempos en que la gente no podía leer la Biblia, los párrocos tenían poder para explicar cualquier cosa, y eso era lo que querían. Les aterraba que la luz de la palabra de Dios brillara en sus enseñanzas y sus prácticas”.
Tampoco faltan los homenajes y guiños a los personajes de las anteriores novelas, con un recuerdo al maestro albañil Tom Builder y su hijastro Jack; el prior Philip, Merthin Fitzgerald, todos los canteros, albañiles, carpinteros y vidrieros, “personas normales y corrientes que habían hecho algo extraordinario, que habían sabido sobreponerse a sus humildes circunstancias y creado algo hermoso capaz de perdurar para toda la eternidad”.
Y así, entre héroes, villanos, traiciones, crímenes, momentos épicos, emocionantes, angustiosos, intrigas palaciegas, conspiraciones, alianzas, venganzas, odios, combates, espías y piratas, iremos pasando páginas de forma compulsiva hasta llegar al final.
la de Auster. Y eso, después de 7 años de espera, es algo que lamento tener que decir así. Me hubiera gustado terminar diciendo que ha sido un gran placer el reencuentro con sus letras, pero en este caso, faltaría a la verdad.