Viajeros lejanos de Antonio Picazo

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Es esta una antología que selecciona, de modo algo aleatorio, sesenta personajes viajeros a lo largo de la historia. El autor nos informa en el prólogo que los textos, en su mayoría, fueron publicados en la revista Altaïr, si bien luego los ha revisado y aumentado su longitud, así como añadido cuatro textos más. En la elección de los autores, Picazo es consciente de que a pesar de ser muchos, son también cantidad los desechados, por lo que ya advierte al lector de que no pretende hacer un listado completo, sino uno lo más variado posible, tratando de mostrar no solo a los famosos y archiconocidos viajeros, sino descubrir al público lector personajes ignotos o poco conocidos.
Así, la inevitable brevedad que tienen los artículos, se compensa con la variedad, y el libro viene a ser como una obra de consulta, una especie de diccionario incompleto, pero que nos remite a otros libros o películas que den más información a aquel lector interesado por uno u otro personaje. Ciertamente, no todos interesan por igual, porque los hay muy conocidos, de los que ya disponemos de muchísima información, como Mark Twain o R.L. Stevenson, por poner un ejemplo, y sin embargo hay otros rescatados del olvido que llaman mucho la atención por algunos misterios en sus vidas o porque éstas son francamente novelescas, con lo que animan al lector a buscar más información o a a leer más sobre uno u otro autor. Encontramos, obviamente, una mayoría masculina, puesto que a nivel histórico es un hecho que los hombres han viajado más (el autor aclara el concepto de viajero: muchas mujeres han acompañado a sus maridos o a sus padres en viajes, pero ello no las convierte en viajeras).

El libro comienza dando noticia  del aventurero vikingo Erik el Rojo (mediados siglo X) y acaba con el escritor y viajero contemporáneo Paul Theroux, aún en activo. Hay, en mi opinión, algunos que su inclusión es menos ajustada al concepto de viajero, como por ejemplo, los hermanos Wright, más en la línea de los inventores que de los viajeros.

Desde los clásicos exploradores y descubridores como Balboa, Juan de la Cosa, Cabeza de Vaca, Pedro Páez, Fernandez de Quirós, Vitus Bering, George Vancouver, pasando por Humboldt, Malaspina, Mungo Park, el dibujante Audubon, John Franklin, (eterno buscador del Paso del Noroeste), hasta Gertrude Bell, Isabelle Heberhardt  o Ada Maria Elflein, pionera de los viajes femeninos independientes.

Sin embargo, el autor tiene hallazgos muy curiosos, como el hombre en quien se inspiró Julio Verne para escribir «La vuelta al mundo en 80 días», con el punto chocante de que George Francis Train, el viajero que realmente dio la vuelta al mundo en el plazo fijado, en 1870, se sintió indignado que su hazaña fuera eclipsada por la fama de la novela del escritor francés. Y abundando en este mismo tipo de viaje, o sea el viaje como competición, a plazo fijo, destaca a la periodista Nelly Bly ( Elizabeth Jane Cochran) que incluso rebajó el récord de Train a 72 días, en 1888.

Otro personaje llamativo y desconocido es el de Búho Gris (Archibald Stansfeld Belaney), inglés del sureste británico, que con 18 años, en 1908, emigró a Canadá y vagó por montañas y valles, trabajando como trampero y guardabosques, inventándose una nueva identidad como indio mestizo, adoptando vestimenta y costumbres indias, y casándose con una india ojibwa. Desarrolló una vida trashumante y muy especial.

Desconocido fuera de Polonia es el hombre que atravesó África de norte a sur y viceversa, Kazimierz Nowak, un polaco de pinta frágil y endeble, que sin embargo se recorrió mas de cuarenta mil kilómetros en condiciones a veces durísimas, casi siempre en bicicleta, camello o caballo, en barca o a pie. El esfuerzo y la malaria que contrajo allí acabaron con su vida apenas cumplidos los cuarenta años.

Pero quizás el que me resulta más atractivo por el misterio que encierra es Percy Harrison Fawcett, un coronel del ejército británico que deambuló durante más de quince años por las selvas bolivianas, brasileñas y colombianas, al principio en misiones oficiales de cartografía y exploración, y después ya por su cuenta, en la primera década del siglo XX. Los relatos de sus aventuras le dieron mucha fama y parece que Conan Doyle se inspiró en él para escribir «El mundo perdido». Fawcett estaba persuadido de la existencia de una antigua ciudad perdida -a la que llamaba Z- en la selva, pues había conseguido un plano donde parecía figurar, sin nombre, tal ciudad. Por otra parte, su amigo el escritor  Rider Haggard, (otro que tal) le había proporcionado una estatuilla misteriosa con signos e inscripciones sugerentes, y al parecer procedentes del Matto Grosso. Allí se dirigió hacia 1925, y allí desapareció, junto a su hijo mayor y un amigo, habiendo despedido al resto de expedicionarios. No se volvió a saber de ellos, salvo algunos restos materiales de su impedimenta.

En suma, un buen compendio de viajeros del que se han quedado fuera muchos, inevitablemente.  Sin embargo encontramos muy de agradecer que el autor haya sacado a la luz muchos oscuros e ignorados protagonistas de aventuras increíblemente interesantes y valiosas.

En cuanto a la redacción de los textos, al ser procedentes de artículos de revista, tienen un carácter muy periodístico, muy de reportaje rápido y divulgativo al máximo. Quizás sobran algunos comentarios personales del autor, al que se le nota cierta francofilia y anglofobia, así como algunas exageraciones en cuanto a la valoración de las habilidades o los planteamientos de algunos viajeros, la identificación de lo colonial con el colonialismo, en fin, valoraciones de tipo ideológico que creo están de más (si bien el autor es muy libre de hacerlas). En concreto, calificar de «crueles» los métodos de Audubon para poder dibujar y catalogar con todo detalle  la fauna ornitológica norteamericana, me parece absurdo. La obra de Audubon es valiosísima y científicamente impecable.

El trabajo de edición, por otra parte, es espléndido, como no podía ser de otro modo en esta editorial. El libro contiene muchas ilustraciones, fotografías, pinturas, grabados, además de las referencias bibliográficas y cinematográficas en cada artículo. Su lectura se hace francamente amena.

 

 

 

 

Reseñado por Fuensanta Niñirola

Blog: https://lamiradadeariodante.blogspot.com

Escrito por Antonio Picazo


Antonio Picazo es también un viajero que desde el año 1975 ha conocido un buen número de países. Ha convivido con tribus de la Amazonia, Nueva Guinea, Tíbet y Mustang, Botswana, Venezuela, Namibia, Panamá, Mozambique, Uganda, Tanzania, los inuit del Ártico canadiense, los tuareg y peul bororo de Níger? Ha participado en programas de radio y televisión como divulgador de las costumbres de gentes de todo el mundo y en 1985 fundó la Tertulia Madrileña de Viajes. Su trayectoria se vio reconocida en 1996 con el Premio Nacional de Periodismo ‘Don Quijote’ para reportajes de viajes.

Antonio Picazo es también autor de otros tres libros de literatura de viajes: ‘Un viaje lleno de mundos’, ‘Viaje a las fuentes del sol’ y ‘Latidos de África’.

Ficha técnica

Páginas: 21¡72 PVP: 20,50€
Este libro recoge con una personal y apasionada pluma la vida de sesenta personajes de distintas partes del mundo que hicieron del viaje la razón de su vida. Desde los primeros navegantes vikingos que, sin saberlo, descubrieron América, hasta los escritores del movimiento beatnik que recorrían la ruta 66 emprendiendo un viaje también de experiencias al límite de sexo, alcohol y drogas, pasan por estas páginas conquistadores españoles, exploradores africanos, navegantes polares, mujeres feministas que viajan por África o Arabia. En avión o en camello, en barco o en bicicleta, el lector encontrará aquí a viajeros famosos -como Vasco Núñez de Balboa, Humboldt, Mark Twain o Paul Theroux- o desconocidos –Mary Seacole, Luis Galvez, Kazimierz Nowak-, pero todos ellos pertenecientes a la misma raza. La de los hombres y mujeres que un día hicieron la maleta, el hatillo, el baúl o el petate y emprendieron camino. Únase el lector a esta experiencia viajera insólita y emocionante.