PREMIO NADAL 2015
Lo primero que llama la atención del Premio Nadal de este año es sin duda su formato: mediante una introducción biográfica e histórica acompañada de su correspondiente bibliografía, se nos presenta la supuesta traducción al castellano de un conjunto de entrevistas realizadas por el periodista Georges Miet entre finales de los años treinta y principios de los cuarenta del siglo pasado. Un trabajo que supone la obra de su vida, pero que no había encontrado editor hasta ahora, cuando le llega al lector actual acompañado de las pertinentes notas inevitables en toda edición crítica, aportaciones que le confieren una divertida apariencia de estudio erudito a lo que es, en realidad, la investigación de unos escandalosos sucesos ocurridos en el mítico Biarritz de los años veinte.
Pero lo verdaderamente notable de la segunda novela de José C. Vales, es la variedad de registros que maneja. Porque no es fácil dotar de personalidad a cada una de las voces convocadas: una treintena sin contar al traductor ni al editor, siempre atentos a aclarar a pie de página la elección de un vocablo o la eliminación de un párrafo. Así, iremos escuchando, sucesivamente, las opiniones de un periodista ávido de escándalos; el chismorreo imparable de una sirvienta; las interminables formalidades burocráticas del secretario judicial; la retórica engolada de un arrogante joyero; la ironía distante de un acaudalado inglés; o los recuerdos dispersos de una enajenada mental.
Con tal despliegue, Vales realiza una verdadera parodia de géneros introduciendo, simultáneamente, una serie de estereotipos que vienen a definir el ambiente de aquella lujosa ciudad de veraneo, en la que se hacía ostentación de la riqueza mientras se disimulaban los enredos pasionales, y donde asistir a una cena con miembros de la realeza europea no era incompatible con presenciar un espectáculo subido de tono. Y es en ese contexto en el que aparece el cadáver de una joven enganchado a una argolla en el puerto de pescadores, el suceso que sirve de hilo conductor del relato, pero también como aparejo con el que sacar a la luz todo un universo subterráneo de intrigas y misterios.
El autor, a través de su intermediario Miet, tiene la habilidad de disponer el orden y el contenido de las entrevistas de forma que permitan seguir el desarrollo de la investigación que llevan a cabo los personajes principales: un fotógrafo de prensa, un periodista local y una aventurera británica, joven aristócrata amor de adolescencia del periodista. De esa forma se mantiene la tensión del relato mediante la acumulación paulatina de datos significativos que, incluso a veces, permiten al lector una comprensión de los hechos superior a la de los propios investigadores.
También es mérito del autor convertir en entrañables los discursos de algunos personajes que encuentran en aquellos la ocasión de dar a conocer sentimientos reprimidos, esperanzas aplazadas o trabajos silenciosos, como si comprendieran que la obra del entrevistador puede otorgar trascendencia a sus vidas y persistencia a su memoria.
Aunque el objetivo principal de Vales es sumergir al lector en el mundo provisionalmente aislado de aquella ciudad de entreguerras en la que, con cierto vértigo acumulativo, todo cabe: una mansión gótica, un diamante famoso y perdido, una solitaria pintora cubista, un traficante de joyas de inclinaciones fascistas, un lanzador de cuchillos, un viaje en globo, y terribles secretos familiares. Ningún tópico escapa, pues, al interés del autor, ni siquiera el de rematar su faena con alguna sorpresa inesperada. No lo es, sin embargo, el constatar la calidad literaria de la obra, todavía elemento diferenciador del premio recibido.