El desarrollo de los personajes es excelente. Hig en su papel de hombre bueno obligado por las circunstancias a cazar y defenderse sin remedio. Bangley el superviviente nato, curtido en mil batallas. “Yo tengo el avión dice Hig, soy los ojos, él las armas, es el músculo”. Incluso el viejo y sordo perro, Jasper, es tan real como cualquiera que nosotros tengamos. Peter Heller merece encomio por la humanidad exquisitamente presentada de todos sus personajes, incluso los que no demuestran aparentemente ninguna.
La historia es sencilla. No hay ninguna complicación, no hay guerras, ni extraterrestres ni zombies, solo la gripe y la enfermedad de la sangre que ha arrasado con la raza humana. Partir de los mimos mimbres que tantas otras historias y hacer algo diferente es genial. Empalizamos con el protagonista, nos duele el corazón por la belleza y el horror, por todo lo que ha perdido y por la migajas de esperanza que le pueden salvar de la locura o la desesperación. Hay una gran violencia y también gran ternura aquí, tratadas con el cuidado de un artista que sabe exactamente lo que quiere decir, y que obliga al lector a sentir el peso de la condena emocional y determinista de los hechos.
Sobre prosa, solo un par de ejemplos:
«Hay un dolor del que no sabes cómo escapar. No puedes aplacarlo con palabras. Si al menos hubiera alguien con quien hablar. Puedes andar. Primero un pie, luego el otro. Inspirar, espirar. Beber del arroyo. Mear. Comer tiras de venado. Dejar su cecina en el camino para los coyotes y los arrendajos. Pero es una pérdida que no puedes metabolizar. Está en las células de tu cara, en tu pecho, detrás de los ojos, en los pliegues de tus entrañas. Músculo nervio hueso. En todo tu ser.
Al andar lo impulsas hacia delante. Cuando sueltas el trineo y te sientas en un tronco caído y… Te lo imaginas a tu lado, hecho un ovillo en la mancha de sol o tumbado encima de tus pies. No te encuentras muy bien. Entonces el Dolor se sienta junto a ti, te rodea los hombros con su brazo. Es tu mejor amigo. Constante. Y por la noche no puedes soportar oír tu respiración sin el contrapunto de otro aliento, y bajo la gran quietud se oye, como una banda sonora, el estruendo de la catarata de todas las cosas que te van arrebatando. Entonces el Dolor se tiende a tu lado, pegado a ti. Ni siquiera te molesta con el ruido de su respiración»
«Dormíamos abrazados en una maraña de brazos y piernas, como no había sido capaz de hacer con nadie más. Me despertaba en mitad de la noche, como tenía por costumbre, y apoyaba la cabeza en los brazos y miraba las estrellas y contaba las constelaciones y me inventaba otras, pero ahora lo hacía con la presión de su codo en mi mejilla —lo apartaba con suavidad—, su cabello en mi boca, su muslo sobre el mío, con la sensación de haber sido salvado y bendecido. Aun así algunas noches me entristecía. La fragilidad de aquella felicidad presente me entristecía tanto como cualquier pérdida del pasado. Vivíamos al borde de un precipicio tanto como en medio de la vasta llanura».
Dolorosamente hermosa sin orgullo o prepotencia, La constelación del Perro es una hazaña épica y delirante. No todo el mundo se sentirá cómodo en estas páginas solo lo conseguirán los lectores más exigente y tal vez- sólo tal vez – las personas más exigentes con la naturaleza y la humanidad.
320 páginas PVP: 21 €
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