Este libro, como bien aclara el propio autor en una nota previa, se compone de una recopilación de diversos artículos, conferencias, ensayos, que a lo largo de los años han tenido distintos tratamientos. O no han sido publicados, o se han publicado aisladamente o formando parte de revistas, suplementos literarios, etc. El eje, como el titulo nos indica, es el Siglo de Oro español, que, según nos explicará posteriormente, no coincide exactamente con un siglo, sino que está a caballo entre el XVI y el XVII, teniendo, además, características cambiantes. Se ocupa en este volumen principalmente de los clásicos españoles y algunos contemporáneos no hispanos, así como reflexiona un poco sobre el hecho literario en si.
En la medida de que son ensayos, artículos o conferencias, no espere el lector una clase magistral. Es como una conversación con un especialista literario en este siglo, una conversación de café, no una charla académica, si bien el contertulio ha de haber leído un poco de los autores de los que trata, y si no lo ha hecho, (sobre todo cuando habla de autores menos conocidos) es una manera de tener noticia de ellos, y quizás, despertar su interés por leerles.
Ya en el primer texto, del que se ha tomado el título del libro, el autor dirige una mirada general sobre el concepto mismo de Siglo de Oro, prefiriendo hablar de «los siglos de Oro o la edad Dorada», puesto que no hay una precisa limitación a un siglo; remarca y repite en varios textos la «inmensa distancia que media entre los albores del siglo XVI y las postrimerías del XVII» la evolución estilística de la literatura española entre Renacimiento y Barroco, «de la sencillez y la naturalidad al delirio del artificio», por decirlo con sus propias palabras, una evolución que Villena relaciona con la formación de la idea de España, así como los valores más influyentes, la sacralización creciente en la sociedad, que se ve reflejada en las obras literarias así como en las artísticas; el tema de la limpieza de sangre, que les preocupaba y mucho; idealismo frente al realismo e, incluso en el barroco más extremo, al naturalismo. Y como eje, el Tiempo, centro de la atención de una mayoría de autores barrocos.
En posteriores textos volverá sobre unos y otros autores, renacentistas y barrocos, tanto los de primera línea como los secundarios, que Villena considera como mejores exponentes de la época histórica, ya que los grandes escritores suelen elevarse para tratar temas universales. Estudia también la mirada retrospectiva que la generación del 27 dirigió sobre los autores del barroco, así como la relación con los escritores hispanoamericanos, a los que considera herederos y continuadores del barroquismo. Hay un texto sobre el erotismo, el plagio, el humor, la poesía navideña, el manierismo, etc.
De este modo Villena nos habla de Calderón y Ceuta, Calderón y el teatro, caracterizando su obra como «el perfecto equilibro entre ilusión y distanciamiento», habla de Lope, Cervantes, Gracián; disfrutamos de un breve y jugoso relato imaginando un encuentro entre Barahona y Cervantes; más adelante, encontramos un interesante artículo sobre el Inca Garcilaso y los historiadores de Indias. La Florida del Inca «es una exaltación del mundo heroico según el prisma renacentista» y compara a Garcilaso con Don Quijote, por su visión ilusionada del héroe.
Pero también se explaya sobre los autores menos conocidos: dedica un texto a la obra poética de Gerardo de Nerval, el argentino Manuel Gálvez y si obra El mal metafísico; sobre la vida y la obra de Gabriel Miró; sobre la obra de Leo Pérutz, al que admira profundamente; y finalmente, sobre González Ruano, a cuya obra califica de «paraíso cerrado para muchos y jardines abiertos para pocos». En repetidas ocasiones a lo largo del libro Fernando de Villena se lamenta e indigna de que actualmente se dedique tanta atención editorial a textos que no lo merecen, que no aportan nada, que a su juicio no tienen ningún valor, salvo el comercial, y que sin embargo autores como los que cita pasen desapercibidos y queden velados en la oscuridad de las librerías de viejo o incluso en el absoluto olvido editorial.
Finaliza con tres textos didácticos (no puede evitar el autor la impronta de sus años académicos) sobre el proceso de transformación en la novela: transformación de los personajes, del propio novelista, y del lector (un texto que realmente da que pensar); sobre poesía y arte: Villena desarrolla una curiosa clasificación entre posibles visiones del mundo, hacia las que cada persona se siente naturalmente inclinada: la colorista, de sentimiento dionisíaco; la lineal, de perspectiva apolínea; y finalmente la tonal, que llama lumínica, y en la que se alinea el autor. Esto, que parece una clasificación de artes plásticas (y que lo es) en realidad es usada por el autor para aplicarla a la literatura. Y finalmente, diserta sobre el buen o mal hacer del escritor, tanto en la novela como en la poesía, el drama o el ensayo, sugiriendo a los noveles diversas líneas de acción.
Libro altamente interesante para el amante de la gran literatura, no para el gran público, puesto que está lleno de textos que llegarán más al especialista y al lector de verdad. Echo en falta en esta edición, sin ser imprescindible, la fecha de cada texto, y la referencia de donde ha sido publicado. Hay algunas, pero la mayoría figuran sin más datos. Pero por lo demás, es una edición muy correcta.