Magistral primera novela del escritor y marino británico de origen polaco Joseph Conrad (Berdiczew, Polonia, 1857―Oswalds, Inglaterra, 1924). Imagino la emoción o la sorpresa que el editor (T.F. Unwin) y todos aquellos que la leyeron (Edward Garnett, de los primeros) antes de decidir su publicación debieron de sentir al acabar la última página del texto. Un escritor cuya primera obra es de este nivel, ¿qué puede hacer después? Seguir ascendiendo,…o hundirse. No se hundió y nos deleitó con una carrera literaria inmensa, con unos personajes memorables y unas situaciones dramáticas de ecos shakespearianos. Para ser un escritor que escribe en una lengua que no es la materna, su escritura está por encima de otros muchos autóctonos; riqueza lingüística, elegancia, grandeza, en suma. Los sufrimientos de Conrad al escribir son conocidos. Su esfuerzo por presentar una escritura impecable fue titánico. No lo consiguió en el lenguaje hablado, en el que siempre conservó un fuerte acento, lo cual para los británicos de nacimiento es una cierta lacra. Pero en el lenguaje escrito superó con creces ese handicap. H.G. Wells describió esta historia como “poderosa” en un artículo que publicó en el Times sobre la novela, diciendo además que “esta novela le aseguraba al señor Conrad un buen lugar entre los escritores contemporáneos”. LEER MÁS
A los 17 años, en 1874, un inquieto Jozef Konrad Korzeniovski inició su vida de marino en Marsella, bajo bandera francesa. Durante cuatro años navegó por mares procelosos y en misiones algo turbias y turbulentas, por el Mediterráneo y las Antillas, interviniendo en asuntos de las guerras carlistas españolas, incluido contrabando, en fin, temas que luego se verán reflejados en su obra. Hubo un intento frustrado de suicidio, quizás por un desengaño amoroso, en el 1878. Tras lo que decidió cambiar de bandera, enrolándose en la marina mercante británica, aprendiendo el inglés marinero mientras leía a Shakespeare en los largos trayectos de un puerto a otro del imperio, recalando en la India y en Australia. En 1886 obtuvo la nacionalidad británica. Ese mismo año escribió un relato corto, The black mate -también llamado The secret searer-, más por entretenimiento que por vocación literaria. Siguió sus viajes por Extremo Oriente y allí sufrió el ataque de las fiebres e incluso del cólera morbo, pero sobrevivió. En Isla Mauricio vivió una frustrada pasión amorosa con una dama que ya estaba comprometida, pasión de la que apenas habló, aunque en sus obras nos transmita esa emoción de algún modo. Se refugió un tiempo en Londres, despechado; tres años más tarde comenzó a escribir La locura de Almayer. A partir de la publicación (1894-95) de esta obra, y tras pensarlo largo tiempo, tomó la decisión de abandonar el mar y dedicarse a la literatura. Pero en el intermedio, hizo varios viajes al Alto Congo, viajes que le amargaron física y moralmente. Su último viaje como marino fue a Australia. Tras matrimoniar con Jessie George, se asentó en Inglaterra y comenzó una larga e intensa carrera literaria.
El personaje central de la narración, Kaspar Almayer, es también el mismo de Un paria de las islas, segunda novela que escribió, en la que los hechos narrados son anteriores en el tiempo, cuando la hijita de Almayer aún es pequeña. Y en realidad, el protagonismo de esa segunda novela se centra más en la tensión Willems-Lingard, creando un enfrentamiento homérico. Pues bien: en esta novela, el enfrentamiento homérico se produce entre el padre, Kaspar, y su hija Nina. Bellísima mestiza educada como blanca pero rechazada por los blancos, Nina retorna, tras esa humillación, a su casa natal y se refugia con sus padres. Sin embargo, entre sus padres existe el mismo abismo: la madre es malaya y sigue inmersa en un mundo salvaje. El padre es un holandés idealista que vive en el limbo, construyendo castillos en el aire y creando mundos de riquezas imaginadas, anticipando una vida que nunca ocurrirá. La fabulosa mina de oro de la que el capitán Lingard le había hablado, creció en su imaginación desbordada, llegando a creerse y a hacer creer a los demás sus propias fantasías. Así, se deja convencer por el hijo de un rajá, Dain Maroola, de que juntos pueden encontrar la mina y enriquecerse: su sueño es volver a Europa con su amada Nina, disfrutando de sus riquezas. Pero esto nunca va a ocurrir. Dain prefiere a Nina. Y Nina se siente más malaya que blanca. La pasión que se desata entre ellos, a la vez que la intervención holandesa en la zona, tratando de detener a Dain por traficar con pólvora y luchar contra el dominio holandés, crea toda una trama en la que la tensión dura hasta el último momento.
Como siempre, el protagonismo de la naturaleza es latente: el agua, ya turbulenta, ya plácida, del rio Pantai; la selva, sus sonidos y olores; el calor, la humedad.. los pobladores malayos de Sambir y los árabes de Abdulah, el tuerto Babalatchi, el rajá Lakamba, todos ellos con sus creencias, costumbres y ritos; la soledad, en suma, de Almayer; soledad, desolación y locura. Conrad crea un drama casi macbethiano. Su deseo de olvidar es como el ansia de Macbeth, buscando el sueño que ha perdido. En suma, una magnífica obra, con párrafos sublimes como el encuentro entre Dain y Nina.
La traducción es buena y consigue emocionarnos. La presentación es cuidada y amable. Felicitamos a Barataria por esta nueva edición y le animamos a que siga con Conrad.
El personaje central de la narración, Kaspar Almayer, es también el mismo de Un paria de las islas, segunda novela que escribió, en la que los hechos narrados son anteriores en el tiempo, cuando la hijita de Almayer aún es pequeña. Y en realidad, el protagonismo de esa segunda novela se centra más en la tensión Willems-Lingard, creando un enfrentamiento homérico. Pues bien: en esta novela, el enfrentamiento homérico se produce entre el padre, Kaspar, y su hija Nina. Bellísima mestiza educada como blanca pero rechazada por los blancos, Nina retorna, tras esa humillación, a su casa natal y se refugia con sus padres. Sin embargo, entre sus padres existe el mismo abismo: la madre es malaya y sigue inmersa en un mundo salvaje. El padre es un holandés idealista que vive en el limbo, construyendo castillos en el aire y creando mundos de riquezas imaginadas, anticipando una vida que nunca ocurrirá. La fabulosa mina de oro de la que el capitán Lingard le había hablado, creció en su imaginación desbordada, llegando a creerse y a hacer creer a los demás sus propias fantasías. Así, se deja convencer por el hijo de un rajá, Dain Maroola, de que juntos pueden encontrar la mina y enriquecerse: su sueño es volver a Europa con su amada Nina, disfrutando de sus riquezas. Pero esto nunca va a ocurrir. Dain prefiere a Nina. Y Nina se siente más malaya que blanca. La pasión que se desata entre ellos, a la vez que la intervención holandesa en la zona, tratando de detener a Dain por traficar con pólvora y luchar contra el dominio holandés, crea toda una trama en la que la tensión dura hasta el último momento.
Como siempre, el protagonismo de la naturaleza es latente: el agua, ya turbulenta, ya plácida, del rio Pantai; la selva, sus sonidos y olores; el calor, la humedad.. los pobladores malayos de Sambir y los árabes de Abdulah, el tuerto Babalatchi, el rajá Lakamba, todos ellos con sus creencias, costumbres y ritos; la soledad, en suma, de Almayer; soledad, desolación y locura. Conrad crea un drama casi macbethiano. Su deseo de olvidar es como el ansia de Macbeth, buscando el sueño que ha perdido. En suma, una magnífica obra, con párrafos sublimes como el encuentro entre Dain y Nina.
La traducción es buena y consigue emocionarnos. La presentación es cuidada y amable. Felicitamos a Barataria por esta nueva edición y le animamos a que siga con Conrad.
Ariodante
Título: La locura de Almayer | Autor: Joseph Conrad | Editorial: Barataria | Traducción: Adrià Edo Moreno | Páginas 184 | Precio 17€