La sociedad londinense se reparte a nuestro hombre, compitiendo para ver quién lo acoge, quién lo favorece más, mientras él se deja mimar, y su esposa, siempre quejosa e intrigante, mueve los hilos entre bambalinas, para materializar las “ayudas” o las “colaboraciones” que espera recibir, siempre quejosa de que está desatendida por su esposo. Se urde toda una trama de la que el buen Saltran aparece como ajeno, pero comienza a circular la especie de que existe un fondo, propiciado por Lady Coxon, que busca favorecer a un destacado miembro de la cultura.
El narrador es un amigo de la familia que actualmente hospeda al gran hombre, un compañero de estudios de Gravener, otro de los personajes de la historia, un joven que trata de lograr el amor de una dama, pero ha de luchar contra la nefasta influencia de Saltram ya que la dama en cuestión rebosa admiración por el pensador. Miss Anvoy vive subyugada por la voz y los supuestos contenidos de los discursos del aparente filósofo. El problema de la dama es la desastrosa situación financiera en que la deja su padre al morir. Y en esto entra en juego Lady Coxon, pariente de Miss Anvoy, y cuyo proyecto de financiar la magna obra de algún insigne creador. Mientras Gravener intenta atraer a su dama y alejar al que con lucidez ve como un timador y un caradura, las cosas parecen ir por otro lado, y el narrador es requerido como consejero, cayendo bajo la atracción de la dulce e inocente señorita que está a punto de cometer un grave error. El despechado Gravener comenta a su amigo, nuestro narrador: “hoy en día estamos inundados de conversaciones, y toda nuestra sociedad muere aplastada por el exceso de palabras proferidas” a lo que su amigo le contradice: “estamos inundados, sí, pero sólo de ruido; ¿morir aplastados por les palabras? ¡Más bien creo que nos hundimos a causa de su falta! Una conversación cultivada es algo tan escaso como vivificante, un regalo de los dioses.” ¿No podríamos mantener esta conversación hoy en día sin mover una coma?
Todo ello nos es narrado con una sutilísima ironía, con una delicadeza que a veces gira alrededor de los hechos revoloteando en torno a ellos. Hay poca acción en el relato: conversaciones, reflexiones, y algunos movimientos de intriga. En fin, he aquí una obrita cuyo fondo reflexiona sobre la falsedad y la verdad, sobre el genio y la figura, el buen hablar y el bien decir, temas que a James le preocupaban; con intercambio de varias conversaciones jugosas, el relato nos puede hacer pasar un entretenido momento, sin grandes profundidades pero con un humor fino y discreto, que anima a la sonrisa y a la mirada amable.
Ariodante