Fortea nos lleva con prosa atractiva hasta el Madrid del 36 haciéndonos recorrer sus calles y bares en busca de la chica desaparecida y de un extraño personaje: el Elefante Blanco, pieza central de una trama de traidores y conspiradores.
No es esta una novela ambientada en la Guerra Civil al uso: Fortea se centra en su historia, desarrolla sus personajes, mantiene la intriga y todo ello sobre el fondo de los primeros compases de la guerra civil española y capta muy bien la sensación confusa de aquellos días. No se enarbolan ideologías: la acción nos lleva por un bando y otro dejándonos ver pistas del sentir ciudadano de esos momentos terriblemente caóticos.
Un Cameo de excepción se puede ver en la novela de Miguel Fortea: el mismísimo Ernest Hemingway se codea con el policía Dalmau con el que bebe, comparte juerga e información, un Hemingway valiente y chulo, testigo privilegiado de lo que pasaba en aquel Madrid del 36.
Dalmau es un hombre gris, irónico, con sus heridas personales sin cicatrizar, rudo, eficaz en su trabajo y leal a sus responsabilidades. Es el clásico detective de las novelas negras pero no se interprete esto como que Dalmau es típico y sin vida, nada más lejos de la realidad: el personaje de Fortea da para una saga y lo mismo se está planteando el autor sacarle de la ciudad del trueno para llevarle por otros derroteros.
Un segundario de lujo se cruza con Dalmau, es Alfred Litzberger, alemán del Tercer Reich que busca también “algo” y que tiene que ver directamente con el Elefante Blanco. Un ser brutal y psicopático, construido con tensión dinámica y precisión. En esta línea de segundarios, Araujo no se queda ago. Pragmático, hecho a sí mismo y con olfato para los negocios de todo tipo, merece nuestra atención como pieza clave en esta trama.
“La ciudad del trueno” galopa sobre los hechos, atrae, mide muy bien la intriga y despliega sus armas con una inteligencia que la convierte en un texto no sólo lúdico sino también en un texto que permite sentir aquellos días sin aplastarnos con datos e ideologías. Disfrutarán sin duda los amantes del género.
Nos sumamos a los deseos del autor en su dedicatoria: esperemos que los que vienen detrás de nosotros nunca conozcan de primera mano, la ciudad del trueno.
Pedro Crenes