Comienza propiamente la narración con un baile de máscaras, afortunada metáfora de la doblez y la hipocresía social:“una multitud de seres, medio hombres, medio animales, o más bien medio hombres, medio monstruos, se apretujaba en un desorden de pesadilla.” Anticipo de escenas venideras, en la fiesta se reúnen viejas glorias, aristócratas, políticos, estetas, amantes y los dos jóvenes hermanos Schoudler que entran en sociedad la misma noche en que muere su abuela, la viuda del gran poeta Jean de La Monnerie, en su castillo de Mauglaives. Reconocemos al viejo dramaturgo Wilner, al ministro Simon Lachaume, su amante Sylvaine, Lord Pemrose, el médico Lartois,…que queda prendado del jovencísimo Jean-Noël.
Mientras ellos bailan y toda una colección de carcamales disfrazados revolotean a su alrededor, cual orgía vampírica en pos de sangre fresca y joven, la vieja dama moribunda de Mauglaives hace llamar a sus nietos para transmitirles el terrible secreto de la muerte de sus padres antes de cerrar definitivamente sus ojos.
Noche de secretos, Jean-Noël descubre a su vez la anterior promiscuidad de su madura amante, Inès Sandoval lo que le humilla y le arroja directo a la red tendida por Lord Pemrose, a su castillo de La Abadía, donde las tres abejas (the three bees) tratan de seducir a los jóvenes con un derroche de cultura y refinamiento.
Mari-Ange, sola y abandonada por su hermano, que marcha a Italia con lord Pemrose, cae a su vez en los brazos de Lachaume, curioso contrapunto de la antigua relación dieciocho años ago con su tía Isabelle. Lachaume sigue en íntima relación con la familia.
Tras el fracaso del viaje a Italia,- finalizado abruptamente con el delirio veneciano- Jean-Noël es reclamado a filas, pero recurre-de nuevo- al amante de su hermana, actual ministro de la Guerra, para evitar la vida militar, y se da la paradoja que la nueva misión sea como chófer para sus paseos eróticos con Marie-Ange, que, visualizados a través del espejo retrovisor, provocan en él una ambigua aunque placentera sensación.
La trayectoria del joven Schoudler va de mal en peor, hundiéndose en el fango inevitablemente, en la bancarrota total, y desesperado, suplica al viejo Lachaume como años ago su tío abuelo Urbain rogó por su hermano a un entonces joven Lachaume. Desahuciado, Jean-Noël no tiene más remedio que humillarse casándose con la vieja duquesa de Salvimonte, cuyo inmenso patrimonio le permite comenzar la restauración el castillo de Mauglaives, pero la duquesa exige su pago: la obscena imagen de la consumación del desigual matrimonio, nos revuelve el estómago de tal modo que la siguiente escena, el incesto final, casi nos parece de lo más natural tras la abominación anterior. La caída no puede ser más baja, y el simbolismo de estas páginas es parejo a su dramatismo.
La última palabra, como la primera en Las grandes familias, la tiene Simon Lachaume, verdadero hilo conductor de las tres partes. Va unida a la noticia de la nueva guerra: el intermezzo acaba, el círculo se cierra; el ambicioso profesor y periodista asciende en la escala social gracias a su relación vampírica con familias como La Monnerie y los Schoudler; y mientras éstos se hunden, Lachaume abandona el barco, una vez llegado al ansiado Poder, desterrando los fantasmas de su origen y olvidando los exquisitos cadáveres que van quedando por el camino.
Ariodante
Diciembre 2010
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