Las tensiones entre ellos afloran mientras el eco de su Fin resuena con fuerza. De nuevo un grupo de personas en una situación limite deben decidir que hacer para salvarse. Los diferentes focos de Fin en cada uno de sus personajes aquí se unifican en Marcos, quien tranquilo se deja llevar mientras recuerda a su mujer a punto de dar a luz.
Cuando parece que todo está cerrado y nos preguntamos por qué razón habrá hecho ahora Monteagudo una novela costumbrista y sus editores la habrán publicado teniendo todavía a los chilenos en las profundidades, el autor revienta la trama, rompe con la realidad sutilmente y de una forma luminosa, dulce y agradable nos traslada a un mundo irreal y fantástico cuyo final atisbamos a ver desde el principio, pero por el que suavemente nos dejamos deslizar.
Al terminarlo no he podido evitar un escalofrío por todo mi cuerpo, no por sorpresa del argumento, sino por el atrevimiento de Monteagudo al presentarlo de la manera que lo hace. Si su anterior novela Fin ya recibió algunas críticas sobre su excesiva e infantil fantasía, abundar en lo mismo resulta un reto arriesgado. Ya entonces indicamos que había resuelto bien el equilibrio entre la intriga, la irrealidad, lo onírico y lo surrealista, y ahora volvemos a decir que lo ha conseguido otra vez.
Si les gustó Fin les gustará Marcos Montes y si no les gusto no creemos que este sea su libro. No obstante nuestra recomendación es que lo lean. No se queden en lo académico ni en lo popular, apuesten por esta tercera vía intermedia.
Pepe Rodríguez
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