El tejedor Mortimer Hehir ha muerto y su cuarta mujer se dispone a enterrarle en el antiguo cementerio de Cloon na Morav “el Prado de los muertos”. Pero como será el penúltimo inquilino de dicho emplazamiento casi nadie sabe el lugar exacto donde debe enterrarse a los de su gremio, a los tejedores. Dos de sus antiguos amigos deambularán junto con la viuda y los gemelos sepultureros en busca del lugar, donde ” según los epitafios los hombres y las mujeres de allí habían hecho las únicas cosas que más les hubiera valido evitar, es decir, nacer y morir”. Los restos de mármol de las losas semejaban la más dramática destrucción de una primera edición, las tablas de ley. Por lo tanto los dos vejetes, el fabricante de clavos y el picapedrero dispondrán sólo de su memoria para localizar la ubicación exacta. Como es de suponer, se masca la tragedia y ambos se enzarzarán en una lucha de descalificaciones sin sentido donde el modo irony de ambos se encuentra desplazado al máximo. Ante su fracaso la viuda se dispone a visitar al que será el último viajero al cementerio para solicitar su ayuda.
Gran novelita que en menos de ochenta páginas, que se leen con delectación y que saben a poco, nos dejan un agradable sabor de boca y una visión muy afilada de la realidad de la vejez en muchas personas. Una pequeña genialidad asumible por muy poco dinero magníficamente invertido.
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