Pero si todo ello, junto a su agudo sentido literario y sus obsesiones lectoras, han dado lo mejor de la novelística austeriana, con la ‘Trilogía de Nueva York’ a la cabeza, también sus mundos metaficcionales oclusivos han provocado como resultado ejercicios de narcisismo ridículo y de pobreza de ideas palpable; así sucedía en sus dos anteriores novelas o en su decepcionante película ‘La vida interior de Martin Frost’. Parecía que la veta de Auster estaba agotada y él mismo en entrevistas y declaraciones dejaba caer cierto cansancio creativo, cierta desilusión y visualizaba una pronta retirada. Este mismo crítico recibió un irónico comentario cuando anunció que se disponía a leer la nueva novela del autor norteamericano. “Las anteriores eran bastante flojas”, fue la resignada advertencia, el ‘fait accompli’ ante un escritor prolífico que, quizá, no ha sabido medir bien los tiempos creativos. Como le sucede a Woody Allen en el cine, lo mejor y lo peor de leer una de sus novelas es saber que la siguiente ya está preparada para darse a prensa. Nuestra hiperconectada sociedad parece ansiosa de encontrar a orfebres pacientes; curiosamente los autores que siguen su epiléptico ritmo son rechazados. Asuntos de conciencia social.
Pero la nueva novela de Auster no defrauda. ‘Invisible’, por su riqueza narrativa, por el solapamiento de géneros y narradores, por su trama tan rutinaria como demencial al mismo tiempo, bien se puede convertir en una de las obras maestras tardías de un autor que parecía condenado a vivir a la sombra de su famosa trilogía, a ser el eterno guionista de ‘Smoke’, el segundón populachero de una larga lista de narradores norteamericanos que Philiph Roth está llamado a encabezar hasta su muerte. Si una está en gracia, otro estaba desgraciado; si uno es el eterno aspirante al Nobel; el otro, el jugador de béisbol que tiene el fervor de su público pero que concita animosidades entre una crítica por mostrar en carne viva los mecanismo de una prosa juglar y tramposa. Como si ser hijo de Cervantes, como él se declara, fuera delito. Se puede disculpar en Estados Unidos, ¿pero en nuestro país?
La historia arranca en un lugar conocido. Adam Walker, estudiante en la universidad de Columbia (como el autor), que tiene veinte años en 1967 (como el autor, vaya) y aspirante a poeta (ídem) conoce al inquietante mecenas francés Rudolf Born y a su entonces novia Margot. Tras una aventura con Margot y el salvaje acuchillamiento de un pobre atracador, Cedric Williams, que trataba de robarles el dinero y el reloj a Born y a Walker, se termina a un tiempo con su idea conjunta de fundar una revista literaria, con su amistad y, por ende, con el flirteo con Margot. Hasta aquí todo levemente bohemio, pero convencional y, como corresponde a cualquier obra contemporánea que aspire a vender ejemplares, en clave thriller. Es al pasar capítulo cuando nos enteramos de que lo que hemos leído es la narración que Walker ha enviado décadas después, ya enfermo, a un antiguo compañero de universidad, James Freeman, escritor famoso, para retomar su amistad y para que evalúe la calidad del escrito de cara a un futura novela llamada provisionalmente ‘1967’..
¿Cuánto de verdad hay entonces en la narración de Walker? Ninguna, o toda, o la que libremente queramos asumir como cierta. Freeman consigue que el protagonista le envíe desde su cama de moribundo la segunda parte, en la que se narra, en segunda persona a sugerencia suya, una escabrosa relación incestuosa entre Walker y su hermana Gwyn, sin ahorrarnos detalles íntimos y escatológicos. La narración se interrumpe en el momento en que el joven Walker viaja a París y con los apremios a Freeman para que se vean porque siente que su tiempo se está acabando. La tercera parte de la novela de Walker llega ya a manos del escritor tras el fallecimiento de su autor y son una serie de notas abocetadas que James Freeman reelabora en tercera persona para dotar de cuerpo a la narración. En ellas se cuenta la relación de Walker con Born en París; su amistad con su prometida, Hélène, y sobre todo con la hija de ésta, Cécile, enamorada en secreto de Walker y que, despechada por este, no le cree cuando le revela sus dudas éticas sobre el prometido de su madre y el asesinato a navajazos del joven ratero Cedric Williams en Nueva York. El libro concluye con la entrevista de Freeman con Cécile Juin y el diario que ella le entrega en que da cuenta de su visita a un crepuscular Born, pocos años antes de su muerte, en una remota isla del Caribe, un paisaje moral que parece entonces sacado de un Conrad más ligero e irónico.
Narraciones que se convierten en textos a corregir, entradas en un diario, notas de un moribundo enmendadas por otro narrador, textos que cambian de persona para elevar su tono literario, personajes que se esconden tras otros nombres con ánimo de disfrazar de mentira la verdad, aludidos que reniegan de los hechos contados. Pocas veces desde ‘Ciudad de cristal’, la escritura de Auster había sido más rica, más plena, más dispuesta al juego, al gozo y a la experimentación, pero sin cruzar nunca el umbral de lo disparatado y de esa sensación del contar por contar que tanto lastraron ‘Viajes por el Scriptorium’ y ‘Un hombre en la oscuridad’.
Poblada de sus referencias literarias habituales, Melville, Hawthorne, Flaubert, Stendhal…, y con un simpático guiño a Enrique Vila-Matas; el que falta, Miguel de Cervantes, queda implícito en la compleja estructura de la trama. Leerle es volver al manuscrito hallado, al escritor que reflexiona sobre lo que escribe y lucha por mejorarlo, a los personajes que se revuelven contra lo que se dice de ellos y niegan la mayor multiplicando las posibilidades especulares de un texto que no tiene principio ni final, pero que esta vez posee pies y cabeza, y deja el poso de querer conocer más a ese oscuro personaje, Rudolf Born, que podría ser a un tiempo espía, mecenas literario o vulgar matarife. Siempre en boca de otros, sin la posibilidad de narrar su propia historia, siempre ‘invisible’ al lector, Born esconde el lazo del último nudo gordiano de la trama que sólo quienes se adentren en la novela podrán desenredar.
Iván Alonso
RESEÑA DE LA EDITORIAL
En 1967, Adam Walker, un joven poeta ávido de vida y literatura, estudia en la Universidad de Columbia, se opone a la guerra de Vietnam y es muy apuesto. Una noche, en una fiesta de estudiantes, conoce a una pareja de franceses sofisticados, Rudolf y Margot. Tras varios días en que ambos ejercen su ambigua seducción sobre el inocente americano, Rudolf, le ofrece a Adam la dirección de una revista literaria que él financiará. Adam ya sospecha que quizá el profesor sea un hombre peligroso, pero no puede resistirse a su oferta. Y tampoco se resistirá a la insinuante Margot… Pero, en estos juegos peligrosos, ¿quién es la presa y quién el cazador? «Con unos personajes fascinantes, una estructura en espiral y un final digno de Joseph Conrad y El corazón de las tinieblas, es una novela de un suspense impecable, inteligente e inquietante» (Donna Seaman, Booklist); «Posiblemente nos encontramos ante la mejor novela de Auster» (Don McLeese).
Título: Invisible | Autor: Paul Auster | Traducción de: Benito Gómez Ibáñez | Editorial: Anagrama | Páginas 288 | Precio 18€
En estos momentos estoy leyendo este libro que encontré (o quizás me encontró él a mí, no lo sé) en la librería a la que voy a menudo. Es fantástico. Me ha atrapado desde su primer capítulo. Me gusta el juego narrativo de primera y tercera persona, la trama, los personajes bien estructurados y su forma de escribir. Es el primer libro que leo de Auster, todo un descubrimiento para mí, leeré más de este autor, seguro. Me gustó encontrar tu blog. Saludos
Primero me enganchó, luego me escandalizó y finalmente me decepcionó. Me dio la sensación de que Auster no sabía como salir del lío en que se había metido.
Tropecé con el universo de Auster hace ya algún tiempo, y cuando ví “Invisible” en la estantería de novedades de la biblioteca no lo dudé. ¡A ver que se cuenta este hombre ahora!
En él encuentro ideas que me recuerdan otros libros suyos:
– Esa sensación de estar perdido en la vida que caracteriza a Adam Walker. El hecho de que su destino cambie drásticamente de un momento a otro por causas ajenas a él.
– La presencia de uno o más escritores que introducen la historia dentro de otra historia, que a su vez introduce al lector en otra historia. Ese juego de espejos/libros tan enriquecedor y característico de Auster.
– Nueva York siempre presente. Ahora como un lugar degenerado y hospitalario a la vez (como Gwyn, la hermana de Walker).
– Y la guerra, vista desde el punto de vista de un joven pacifista, Adam Walker y su contrario, Rudolf Born. La guerra, incrustada en la naturaleza del “nacido” y presente al paso del “caminante”, que se empeña en hacerle frente sin éxito.
Pero esta vez no encuentro el protagonismo que Auster muchas veces da al azar. En “Invisible” el motor de la acción es una persona, no el destino. Ambos crueles y determinantes en la vida de los demás personajes, pero distintos. En Born la crueldad proviene de su maldad, advertida ya al principio, cuando se le compara con Bertrand de Born, ese poeta descabezado desterrado al infierno de Dante por incitar a su príncipe a la rebelión.
Coincido con el guiño a Joseph Conrad. Rudolf Born termina en una montaña tropical que recuerda a aquellas tinieblas, dónde lo civilizado pierde parte de su disfraz para enseñar su lado salvaje e inhumano. Un personaje que aún estando presente en todo el libro en las voces de otros, permanece “invisible” o “en las tinieblas” ya que el lector sólo acierta a intuir su naturaleza pero no llega a explicarse nunca.
Auster, otra vez Auster, esta vez reflexionando sobre el bien y el mal, la ética de la sexualidad, la culpabilidad y la redención, la guerra, … Y todo con una compleja trama que engancha y no te suelta ni siquiera al final.
Saludos.
A mí me gusto mucho este libro. Destaco la forma original, como Paul Auster, relata la historia yendo de primera persona a tercera persona. Vale la pena leerlo.
Saludos.
He leído toda la obra de Auster al que considero un autor magnífico pero desigual y reiterativo. “El libro de las Ilusiones” me parece irreprochable. “La música del azar”,decepcionante. Obviaré las cualidades literarias del autor, que son casi todas. Sin embargo,”el azar” en la casuística de Auster es tan pertinente (o mejor, impertinente)que provoca la sensación, de “ya, claro, esto no hay quien se lo trague”. Dicho de otra manera: inverosimilitud.
Pareciera que Auster abocara a sus protagonistas a situaciones límite para luego no saber muy bien cómo sacarlos de ahí.
Otro pero: ciertas tramas secundarias respecto a la original quedan perdidas por el camino, diluidas u olvidadas.
Recomiendo siempre leer a Auster. Algunas de sus novelas me reesultan redondas y consistentes. Otras, fallidas y decepcionantes. Lo mismo que me sucede con las películas de Woody Allen
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Genial, impresionante. Su forma de escribir es una obra de arte. Todo el juego narrativo, las historias una dentro de otra, los cambios de narradores, qué es verdad, qué es mentira…todo fantástico.
Fabulosa también la reseña que habéis hecho acerca de “Invisible”. De acuerdo en todo lo que decís!
Me ha enganchado totalmente. Esperando con ansias a que saque el siguiente… 🙂
Coincido con (el otro) Anónimo. Novela de más a menos que en mi opinión dejar muestras de la calidad narrativa de Auster pero poco más. El final del libro es muy pobre. ¿Alguien me puede dar su opinión sobre por qué se titula invisible? GRacias.
No conocía a Paul Auster y he de decir que esta novela que estoy leyendo la encuentro fascinante, al menos todo lo que he leído que es la mitad del libro. Me encanta su naturalidad, su conocimiento de la naturaleza humana y esta falta de poner etiquetas sobre lo correcto e incorrecto. Ojalá el libro mantenga este interés hasta el desenlace. La verdad, estoy interesado en leer más de este autor.
Totalmente de acuerdo con la reseña: cogí este libro de Auster con un poco de recelo después de sus últimos libros y como última oportunidad… (también los últimos Roth – 10 años -no me gustan tanto) Pero “Invisible” me está gustando bastante. A ver: ¿un resurgir o un fuego de paja?
Tengo que reconocer que el libro me ha enganchado de principio a fin, estoy de acuerdo con la mayoria de opiniones sobre la gran calidad narrativa que desprende. Quizá esperaba un final más sorprendente pero tampoco puedo hablar de decepción. La primera vez que leo a Auster y la verdad es que he disfrutado mucho haciéndolo.
Invisible me ha fascinado, para mí, la mejor obra de Auster desde la trilogía. En respuesta al último Anonymus, creo que el nombre de Invisible viene dado por su personaje más importante, Rudolf de Born, presente en toda la trama pero al que nunca llegas a conocer, se mantiene invisible durante todo el libro. Todos los personajes giran en torno a él y su comportamiento está siempre condicionado por sus vivencias con Rudolf de Born.