La ciudad de Oviedo es el secundario de lujo del relato, salvo el corto recorrido de Páramo de Sil, todo se desarrolla cerca de Vetusta. Quien haya vivido en esa ciudad y haya paseado por la calle Uría o jugado de niño en el Campo de San Francisco conoce bien la influencia que ejerce sobre sus habitantes al concentrar en muy poco espacio físico toda la vida necesaria para sus habitantes. Así nos la muestra el autor porque así es como la recordaba Ángel. Oviedo marcó los tiempos de su vida, malos, peores o regulares.
Su orfandad temprana, sus hermanos apegados a la política, su madre y hermana cercanos a la docencia, y los muertos vivos, su padre y abuelo materno, son sólo el prólogo al punto sobre el cual gravita todo el relato, la guerra civil. La percepción de una guerra varía mucho y se sufre de forma diferente según la edad. Ángel González tenía once años cuando surgió el levantamiento y vivió con su familia hasta los catorce, por eso su memoria ha conservado viva la experiencia del observador atento, del oyente perspicaz y del analista desinhibido que expone sus imágenes y juicios con la seguridad del creyente y la inocencia de su poca edad. El poeta no es imparcial, toma partido a favor de los que sufren, sean del bando que sean, pero denuncia y no perdona los abusos que se llevaron a sus vecinos y a su hermano por delante e inhabilitaron a su madre y su hermana Maruja. ¡Qué bueno es saber que después de tales desgracias todo sigue un curso razonable y las piezas familiares y personales vuelven a encajar!
Escrita como una conversación en la mesa de un café, la narración va ganando intensidad y emotividad a medida que avanza. Anticipando los episodios trascendentes crea expectativa y capta la atención del lector. Es, sin duda, un libro tranquilo y sosegado, pero terrible y estremecedor en ocasiones; con el sabor a almendras amargas de las desgracias y la frescura de la sombra en verano. Interior y doméstico, familiar y evocador, consigue cautivar a todo tipo de lectores, ya que su prosa dulce y melodiosa es como su poesía: lo llena todo, llena nuestro corazón con una medida de humanidad apretada, remecida y rebosante. Un homenaje al premiado poeta, al amigo perdido, al escritor sereno y juicioso, al niño que fue y que somos todos nosotros. Jamás la poesía de Luis García Montero se ha hecho carne, sangre, corazón y tuétanos como en este libro.
Nos ha gustado mucho: La creciente emotividad del relato y su eficaz lirismo
Nos ha gustado menos: Queremos conocer el resto de sus memorias.
RESEÑA OFICIAL DE LA EDITORIAL
El poeta Ángel González dejó una de las obras líricas más relevantes en lengua española, pero también fue testigo privilegiado de uno de los períodos más convulsos en la historia reciente de España: la Guerra Civil. Luis García Montero construye el retrato del poeta y recorre los primeros años de su vida para rescatar la mirada de un niño que tuvo que crecer sin la figura de su padre, pero con toda la fuerza de una familia y una geografía que se resistían con uñas y dientes a dejarse vencer.
Una novela que pretende ser el testimonio de una realidad, escrita con humor, admiración y ternura, con una prosa que funde el ensayo con la historia y la biografía con el lirismo. Mañana no será lo que Dios quiera es un homenaje a un territorio, a una familia, a los amigos y a los libros, que levantaron el espíritu del joven en ciernes que con el tiempo se transformaría en uno de los más grandes y premiados poetas de este país durante el siglo XX.
Título: Mañana no será lo que Dios quiera |Autor: Luis García Montero | Editorial: Alfaguara | Páginas: 424 | Precio : 19,50€