Casi vacío, de Claudio Ruiz Muriel

Hay varias razones por las que he conectado con Casi vacío, la novela de Claudio Ruiz Muriel, desde el principio.

La primera, porque su protagonista, Carmen, es treintañera y sueña con ser escritora, pero, en realidad, se dedica a corregir. Vamos, igual que yo. Aunque ella trabaja en un periódico y yo corrijo novelas, sobre todo de autores independientes.

Eso me lleva a la segunda razón: Casi vacío está repleta de reflexiones sobre mi oficio, las bambalinas del mundo editorial y la literatura como arte, y me he sentido identificada con la mayoría de ellas.

La tercera razón por la que empatizo con Casi vacío es la prosa satírica de Claudio Ruiz Muriel, la forma en la que nos cuela en la cabeza de cada uno de los protagonistas y nos disecciona sus sentimientos con el bisturí de la palabra. Parafraseando a uno de los personajes, el autor escarba en lo más profundo de los actos humanos y pone al descubierto aquello de nosotros mismos que no queremos saber.

Y la cuarta razón por la que no pude despegarme de las páginas de Casi vacío es, como no podía ser de otra manera, la trama. Victoria, hermana de una amiga de la infancia de Carmen, se cruza con ella por casualidad y, cuando se entera de que es correctora, le encomienda que revise la novela que su marido, taxista de profesión, escribió durante sus últimos meses de vida: un tocho de más de cuatrocientas páginas ¡escritas a máquina de escribir! Quiere publicarla como homenaje póstumo.

La corrección se vuelve reescritura porque la historia no hay por dónde cogerla, y Carmen se pregunta si en el resultado queda algo del fallecido taxista o, realmente, ahora ella es la autora de ese bodrio que ha conseguido que sea legible. Victoria, por su parte, recela de que la correctora quiera apropiarse de la obra maestra de su marido. El pago del trabajo acaba en pelea (en bronca antológica, mejor dicho), y Carmen decide olvidarse del tema. Pero ese rifirrafe con Victoria marcará su futuro. Yo me he topado más de una vez con novatos que se creen que van a pasar a los anales de la historia de la literatura con su primer borrador, por eso me ha hecho mucha gracia esta enemistad.

Pero librarse de Victoria no es el único problema de Carmen, ni siquiera el mayor. Justo antes de que sus caminos se unan, se detecta un bulto en el pecho. A partir de entonces, se replantea su vida y se comporta de una manera que nunca se hubiese imaginado, sobre todo con su marido, más joven que ella y aspirante a actor. Y cada uno de esos actos en los que no se reconoce acaban pasándole factura.

No solo el cáncer aparece entre las páginas de Casi vacío, también tiene protagonismo el Alzheimer, los miedos y sufrimientos de quienes los padecen y de los allegados. La trama literaria y la del vacío existencial a raíz de la enfermedad, unidas a los caracteres de los personajes —algunos de ellos cínicos y otros hasta malvados—, provocan que este libro se convierta en una tragicomedia, donde igual sueltas una carcajada que se te encoge el corazón.

El temor a dejar de ser uno mismo, ya sea por la devastación de una enfermedad o por quebrar los propios principios morales, es el eje de las diferentes tramas que se entrelazan en Casi vacío. Una novela sobre venganzas y lastres emocionales, pero también sobre segundas oportunidades y redescubrimiento. De esas que se leen con avidez y, aun así, dejan poso.