Piñas en la playa, de Alex Machado

Cuando tenía quince años tenía muy claro que no quería vivir una vida corriente. Quería conocer mundo, explorar cosas nuevas, quizás perderme entre selvas o desiertos e incluso estar al pie del cañón en una guerra y poder hablar de ello a todo aquel que me quisiera escuchar. Pero los años fueron pasando y esas metas empezaron a cambiarse por otras. Viajar, sí, siempre, pero por placer, no por trabajo. Narrar, también, por supuesto, pero como desahogo y autoconocimiento. Tener metas, claro, ¡faltaría más!, pero alcanzables y reconfortantes. 

No sé, todos cambiamos, a cada segundo, a cada instante. ¡Y menos mal! Sin embargo, a veces me da por pensar que todo ese cambio está unido a un destino inevitable, que esos giros de guion se dan por obligación sin que yo pueda remediarlo porque así está escrito. 

Os cuento todo esto porque la novela de la que vengo a hablaros hoy ha hecho que me cuestionara mucho el sentido del destino en nuestras vidas. Gracias a las historias que en ella se contienen, no he podido evitar pensar en si ese destino es real, si es verdad que nosotros podemos cambiarlo, si hay alguna posibilidad de huir de él o todo en nuestras vidas está predeterminado de antemano. 

Pero vayamos por partes. Alex Machado nos presenta Piñas en la playa, una novela corta publicada con Círculo rojo que rezuma ambición por sus cuatro costados. Supongo que cuando una persona decide escribir un libro lo hace con la intención de sacar un buen producto, pero también como método de aprendizaje y de desarrollo. Y creo que tanto su autor como los lectores aprenderán de esa intención. 

Alex Machado nos lleva a un viaje. Un viaje donde un grupo de personas va a ver cómo sus vidas se ponen patas arriba. O tal vez no, tal vez ese viaje sirva para enderezarlas. Lo cierto es que es un camino lleno de referencias que muchos entenderán y cuya peculiaridad más importante es que no se sabe qué va a pasar en la siguiente página. Es esa incertidumbre lo que va a hacer que el lector quiera quedarse hasta el final e incluso es posible que le haga regresar de nuevo a la historia una vez acabada. Porque, aunque suene manido, esta es una novela donde nada es lo que parece. Y lo que se supone que es importante en un principio deja de serlo tres páginas más allá. O no. 

Un dato importante que hay que destacar es que Piñas en la playa está narrado en primera persona por un personaje principal. Él nos cuenta todo lo que va viviendo en ese viaje y todo lo que experimenta de una forma mucho más cercana que si el autor se hubiera decantado por utilizar un narrador omnipresente. Sin embargo, eso no es impedimento para que no lleguemos a conocer al resto de personajes que van apareciendo en el relato. Podríamos pensar que, al estar narrado en primera persona, realmente el narrador es el único personaje que debe importarnos. Esta técnica suele usarse para dejar de lado todo lo que pasa en la novela y centrarnos en la experiencia y sentimientos de quien lo está contando. Pero lo cierto es que en este caso esto no es del todo así. Sus pensamientos son importantes, por supuesto, pero también las historias de los demás personajes que vamos a conocer a través de sus palabras. 

Y este es un método arriesgado de narración porque podría caerse en el error de darle importancia a las historias de otros personajes que en realidad se quedan planos al ser el protagonista el único que tiene capacidad para expresar sus emociones. Sin embargo, Alex Machado se esfuerza para que esto no sea así. Y ya os adelanto que lo consigue. Consigue darnos una narración real donde el resto de personajes tienen luces y sombras, un pasado y un futuro y un presente más que prometedor que hace que el lector no solo se interese por el protagonista, sino que también necesita saber qué va a ocurrir con los demás. 

Y este es un punto importante de la reseña porque creo que aquí viene la clave del libro: gracias a ese conocimiento que tenemos de todos los personajes que van pasando ante nuestros ojos, es más que probable que el lector acabe por encontrarse en alguno de ellos. Creo que es inevitable que el que está al otro lado del papel no sienta una conexión especial con al menos uno de los personajes. Esa identificación, ese verse reflejado en las palabras de otra persona, creo que es donde reside la magia de este libro. 

Así que sí, para mí ha sido inevitable pensar en el destino. Pensar en cómo nuestras vidas quieren que vayamos por determinados caminos ya escritos —o no— y qué posibilidades tenemos nosotros de cambiarlas. ¿Será una señal haberse encontrado dentro de un libro?