Una buena hora: Poemario de Alejandro Simón Partal

El poeta Alejandro Simón Partal ganó el Premio de Poesía Hermanos Argensola 2019 con su poemario Una buena hora, el quinto que publica en su devenir poético. Entre sus 32 poemas destacamos algunas líneas que el mismo desgrana en la entrevista posterior. 

Sencillez: «La sencillez nos recuerda nuestra humanidad»

«sino de la existencia segura de Dios / desde un vuelo de dudosa legalidad / por el que apenas he pagado treinta euros»

Serenidad: «entre la calma y la rabia me quedo con ese espacio intermedio sería el de la serenidad»

«pero dejo esto para que me comprendan, / para volver a hablar con los niños / que me pegaron en la infancia, / con los hombre sobre los que camine, / para que alguien que lo lea / me pare por la calle / y me tranquilice»

La poesía es una forma de estar en mundo y de ver más allá de lo evidente

«el cielo / parece acompañarnos con un azul / de esos que solo pueden pintar los niños / con sus ceras, / ese azul al que nosotros / ya no llegamos»

De imponerle al lenguaje las palabras del futuro, las del amor.

«En un día como este de hoy / que de tan perfecto tiene algo de final / no pido un resucitar futuro / sino un no morir más»

Y de recordar que somos personas. 

«No necesita mucho / la vida para transcurrir / para sucederse /  Quizá alguien que la atienda / […] / alguien que la ame»

Un poemario capaz de sorprender y comprender, de buscar en lo cotidiano lo especial y lo espiritual, de no trascender si no de que trascendamos nosotros a cada instante, en nuestra pequeña vida, dentro del ámbito cercano, en esa resistencia íntima que nos aloja.

Entrevista al autor

  • ¿Se encuentra la poesía a caballo entre «a nadie le interesa» y «cualquiera puede escribir eso»?

En absoluto. La poesía interesa mucho porque cada vez más personas saben que de ella depende en buena medida que volvamos al ritmo humano y a que la cantidad no lo domine todo, a entender de verdad que el otro es tú mismo. En definitiva, de ella depende que sobrevivamos. Y a mí me parece perfecto que la gente pueda pensar que eso lo puede escribir cualquiera. Hemos vivido valorando las cosas por su dificultad, que no es ninguna virtud sino más bien lo contrario a la sabiduría, y por eso quizá seamos una sociedad tan acomplejada. La sencillez nos recuerda nuestra humanidad. Me gusta mucho un verso de Martínez Mesanza que dice: “dame lo extraño, que es ver por vez primera lo sencillo”. Ojalá toda España escribiese poesía, de esa forma entenderíamos que también desde la no-acción podemos ejercer una actividad noble. 

  • ¿Cuál es la relación entre los hombres como género y la poesía? ¿Es esa tranversalidad (por copiar las modas en palabras) posible hoy día?

La relación del hombre con la poesía es la misma que la de la mujer, solo que el primero la ha podido vivir con privilegios que se le han negado a la segunda. El género es transversal porque así es la vida que trasciende, la que nos diferencia de una cabra.

  • La poesía se debate muchas veces entre la calma y la rabia. ¿Con cuál te quedas?

Ese espacio intermedio sería el de la serenidad. Me quedo con el poema que aspire al fervor, que, aunque brote de la herida, busque el entusiasmo y se imponga a las estafas de nuestro tiempo.

  • ¿Qué utilidad social le ves a la poesía hoy día? ¿Sigue siendo una forma de espiritualidad.. quizás la más bella?

Toda la utilidad. Es una forma de estar en mundo y de ver más allá de lo evidente. De imponerle al lenguaje las palabras del futuro, las del amor.

¿Los premios de poesía son el último reducto del género poético? 

No. La poesía siempre prevalecerá, aunque dejen de existir los libros y los premios. Estos últimos sirven, por ejemplo, para publicar en editoriales donde sin ellos no es nada fácil hacerlo, y para ganar algo de dinero. Contestando a esto sobre la poesía, me viene a la cabeza una cosa que dijo el gran teólogo Karl Rahner en el semanario alemán Der Spiegel, una cita que he leído estos días en el último libro de Manuel Fraijó, era algo así como que “gracias a Dios no existe lo que entre el sesenta y el ochenta por ciento de nuestros contemporáneos entienden por Dios”. A veces me temo que pasa igual con la poesía. 

¿Qué podemos hacer todos los implicados en la literatura para que la poesía vuelva a tener el papel que nunca debió perder?

Vivir mejor. Y recordar que somos personas.