Aro Sáinz de la Maza amplía el universo de MILO MALART retando a la tranquilidad del lector

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Aro Sáinz de la Maza amplía el universo de Milo Malart retando a la tranquilidad del lector.

El policía se enfrenta a unos adolescentes que han aprendido lo de la verdad de después. Nada es evidente ni lógico en este caso, empezando por el mismo Milo, quien ha vuelto con una docilidad desconcertante.

Milo Malart, policía judicial de los Mossos d’Esquadra, vuelve a su puesto después de unas vacaciones forzadas. El caso al que se enfrenta es especialmente cruel y complejo. En una ciudad convulsa, sumido en una extraña sensación de irrealidad, está dispuesto a resolverlo, aunque le suponga un alto coste personal.

El lunes al amanecer, un joven se presenta en comisaría empapado de sangre de pies a cabeza. «Todos están muertos», balbucea, y acto seguido se desmaya. El análisis de su ropa revela que la sangre pertenece a tres personas como mínimo. ¿Se encuentran ante una víctima más, el superviviente de una matanza? Pero entonces, ¿por qué guarda silencio cuando recupera el conocimiento? Cabe otra posibilidad: que se trate del asesino. Sin embargo, su entorno lo define como un chico dócil, incapaz de matar una mosca. ¿Quién es en realidad Lucas Torres?

«Se despertó. De fondo oyó unas voces apagadas. Aturdido, de nuevo con la mente nublada, parpadeó varias veces hasta aclarar la vista. Abrazaba un cuerpo ensangrentado en el suelo y se apartó. Luego, se incorporó a duras penas. El dolor le martilleó la cabeza mientras un mareo lo obligaba a permanecer quieto unos segundos. Al cabo, salió de la cocina con paso inseguro y subió descalzo a la planta superior. Una vez en el pasillo, procuró no pisar el charco de sangre ni el cadáver y empujó levemente con el hombro la puerta del cuarto de la pequeña. Dormía con placidez. Respiró hondo. Iba a ser la única superviviente. Como él. Marcada de por vida.»

Las novelas de Aro Sáinz de la Maza han tenido una gran acogida por parte del público y la crítica especializada y han sido traducidas en Francia por la editorial Actes Sud, donde han relacionado al inspector Malart con los clásicos del género y con las creaciones de prestigiosos escritores contemporáneos como Jo Nesbø y Philip Kerr. Dócil es la esperada tercera entrega de la serie.

“La Barcelona criminal se ensancha. Entre la novela negra y el thriller. Seven. Es el debut de Sáinz de la Maza en el género. Y se lo toma en serio.”
(Xavi Ayén, La Vanguardia)

“Trepidante y atípico thriller con la Barcelona gaudiniana como telón de fondo.” (David Morán, ABC)

“Es una acerba crítica a la Barcelona preolímpica, a los malos tratos, y a los políticos y policías corruptos.” (Rosa Mora, ELPAIS.com)

“Un cóctel de impacto: policía clásico, trama larssoniana, thriller a lo Dan Brown, vicios y corruptelas políticas. Sáinz de la Maza ensambla todos estos elementos con mucho oficio.” (Ernest Alós, El Periódico de Catalunya)

“Una brillante novela negra con aires clásicos.” (Jordi Milian, www.illadelsllibres.com)

MILO MALART

RETRATO ROBOT

Edad: Cuarenta y tantos. Mide 1,92 de estatura, 77 kilos, delgado y de espalda ancha, sin un gramo de grasa, ojos claros, pelo castaño (casi siempre despeinado), sin afeitar. Pinta de duro. No guapo, aunque sí interesante. En muy buena forma física ―nada cada día una hora en el mar de la Barceloneta desnudo, llueva, haga frío o calor―. Durante la mayor parte del año suele vestir tejanos, deportivas, camisetas y sudadera; en invierno, añade una cazadora y botas de leñador canadiense.

Milo Malart es un personaje indescifrable para el lector, intuitivo, vertiginoso como una montaña rusa, cambiante como las fases de la luna, poseedor de una gran inteligencia emocional y una altísima sensibilidad, con una gran capacidad empática y de observación, sagaz, dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias en cada investigación, de carácter huidizo, torpe en las distancias cortas a la hora del trato social, atormentado por sus fantasmas interiores, incomprendido ―pero admirado― por los hombres, respetado por las mujeres ―que a menudo pretenden cambiar su forma de ser, protegerlo, cuidarlo―, con un lado oscuro, genial en ocasiones, tonto en otras hasta decir basta, sin ningún tipo de paladar o interés gastronómico. Un comistrajo, con problemas en su relación con las mujeres ―cada vez que alguna muestra interés por él, se aleja y corta los lazos― aunque tiene más amigas que amigos, con un peculiar sentido de la amistad, poco expansivo, descreído, introvertido, contradictorio, a veces injusto con su entorno, autodestructivo cuando se le tuercen las cosas, desesperanzado, con un gran sentido del humor ―negro, casi siempre―, sarcástico, perdido, viviendo siempre con el freno de mano puesto, incapaz de olvidar ―pero de perdón fácil―, incapaz de dejar las emociones a un lado, con pensamientos negativos, femenino en algunas reacciones, muy masculino en otras, profundamente enemigo de cualquier machismo, nada violento ―a veces se olvida de que lleva un arma―, puede parecer antipático y maleducado ―se defiende diciendo que su trabajo no consiste en caer bien a la gente―, rara vez comparte un episodio personal o “vacía la mochila”, resistente a nivel emocional pero con frecuentes bajones ―se dobla como un junco pero nunca se troncha―, el trabajo es su vida, no cree en las jerarquías, odia los politiqueos, sin ninguna mano izquierda, abrupto, ciclotímico y distímico (mal humor), con grandes conflictos internos, empeñado en controlar a su cerebro y no al revés, desconcertante, siempre al lado de las víctimas de las injusticias, nunca lleva reloj, impuntual ―salvo a la hora de resolver el caso―, siente aversión por la alta burguesía catalana ―personificada en la figura de su ex suegro―, de trato difícil, duro en público y frágil en privado, imperfecto, profundamente humano…

Milo Malart es, en sí mismo, un enigma para el lector. Quien ya lo conoce, ha aprendido a confiar en él y sabe que todo lo que hace tiene una explicación que luego recibirá; para quien lo descubre por primera vez, es probable que al principio se le rebote, que no lo entienda, pero al final se reconcilia con él. ¿Por qué? Porque Milo es, ante todo, eficaz. Y porque logra provocar la empatía del lector o lectora más reticente al ser el espejo donde él o ella se refleja. Y porque a Milo, columna vertebral de la serie, se le puede perdonar cualquier cosa pues es el profesional que nos gustaría tener a nuestro servicio si nos viéramos envueltos en un caso de asesinato, un inspector dispuesto a entregarse en cuerpo y alma con tal de resolverlo. Y aunque por su apariencia ―forma de vestir descuidada, con cara de no haber dormido en varios días― es el tipo con quien nadie quiere sentarse a su lado en el autobús, al final a todos nos resulta entrañable por su forma de ser y nos gustaría invitarlo a tomar un Vichy en la barra de un bar y charlar con él un rato. Porque Milo engancha. Es auténtico. Deja huella. Emociona. No es uno más…, es Milo.

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Aro Sáinz de la Maza nació en Barcelona, ciudad donde, además de jugar a vóley-playa y frecuentar librerías, se entretiene poniendo nombre a todos sus precipicios. Es escritor, editor y tutor narrativo de varios autores. Inició la serie protagonizada por el inspector Milo Malart con la novela El Verdugo de Gaudí (anteriormente titulada El asesino de La Pedrera), a la que en 2016 seguiría El ángulo muerto. Sus novelas han tenido una gran acogida por parte del público y la crítica especializada, y han sido traducidas por la editorial Actes Sud en Francia, donde han relacionado a Malart con los clásicos del género y con las creaciones de prestigiosos escritores contemporáneos como Jo Nesbo y Philip Kerr. Dóciles la esperada tercera entrega de la serie.