Reseña de Lectura fácil de Cristina Morales: Premio Nacional de Narrativa 2019

El último Premio Herralde de novela es un texto demoledor, político y radical que zarandea al lector agarrándolo por sus convicciones y certezas como pocas veces se ve en el territorio de la ficción. La autora reconoce que su intención es “poner al lector en la diana”, atacarlo, y desde luego que consigue incomodar, no ya a los retrógrados irredentos que huirán despavoridos, sino a aquellos moderados y progresistas que ven cómo dinamitan su discurso autocomplaciente.

No le basta a Morales con denunciar los mecanismos de que se vale el poder para su perpetuación, le interesa sobre todo cuestionar todo tipo de actitudes, iniciativas o colectivos supuestamente alternativos y políticamente correctos que, para ella, no hacen más que contribuir a mantener el orden establecido. Sus críticas en ese sentido se ceban en la red asistencial que solo busca la normalización de los discapacitados, su inclusión en el sistema, sin olvidar señalar a ciertas organizaciones y personajes de contrastada combatividad, o incluso parodiar la rigidez de algunos círculos ácratas que se pierden en cuestiones formales.

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La narración se organiza alrededor de un grupo de cuatro parientes con discapacidad intelectual que comparten un piso tutelado. De menor a mayor grado de disfunción son: Àngels, obesa y tartamuda; Patri, incontinente verbal; Marga, hiperactiva sexual y Nati, cuya discapacidad le sobrevino cuando estaba a punto de doctorarse. Esta última se erige en protagonista, siendo la única que se dirige directamente al lector, mientras las otras lo hacen usando un soporte intermedio. La verborrea de Patri nos llega a través de las actas que recogen sus declaraciones ante la jueza encargada de dictaminar sobre la esterilización de Marga. Otras actas, las que se levantan en las reuniones del ateneo anarquista, dan cuenta de la presencia de Marga como solicitante de ayuda para una okupación.

Àngels, por su parte, se nos da a conocer mediante una autobiografía redactada según las normas de la Lectura Fácil, una técnica de escritura para hacer comprensible cualquier texto siguiendo una serie de rígidas pautas, como la simplificación del lenguaje o la explicación exhaustiva de los términos que puedan presentar dificultad para un lector iletrado. Morales ridiculiza el procedimiento llevando las reglas hasta sus últimas consecuencias, rechazando el asistencialismo paternalista que supone.

Nati comparte con la autora su vinculación con la danza inclusiva, lo que nos deja estupendos pasajes que describen las rítmicas evoluciones de un grupo en el que la diversidad funcional pasa a segundo plano. Pero la verdadera disfunción de Nati parece ser su intransigencia: salta como un resorte cada vez que detecta la presencia, a través de alguna de sus caras, de lo que denomina el macho-facha-neoliberal, compendio del poder opresor ante el que se rebela. Denuncia su sutil presencia en el elogio al espíritu de superación o a la normalización, y reivindica el odio al dominador y la emancipación sexual. Morales ha creado un personaje literario que, por excesivo, se convierte en arquetipo, el paradigma de la contestación radical, incisiva y sin concesiones.

La diversidad de registros que presenta el texto se completa con la inclusión de un fanzine que Nati compone para ilustrar a sus compañeros de un Grupo de Autogestores. En realidad es parte del distribuido por el colectivo libertario en el que desarrolla su activismo la autora, y no tiene desperdicio.

Pero a pesar de la ácida ironía y el sentido del humor que recorre toda la obra, puedo comprender que no sea plato de gusto para todos (de hecho no lo fue para los responsables de la conocida editorial que la rechazó), aunque sí ciertamente manjar nutritivo para aquellos que aún conservan atascado en la garganta un grito de indignación.

Rafael Martín

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