Despiértame cuando acabe septiembre de Mónica Rouanet, No hay nada peor que recordar lo que se prefiere olvidar.

No hay nada peor que recordar lo que se preferiría olvidar”.

Aunque sepamos que se cometió un delito, ¿tenemos derecho a sacar a la luz horribles secretos del pasado sin el permiso de las víctimas?

Ámparo ve cómo su vida cotidiana se quiebra repentinamente con la desaparición de su marido y su hijo. Es una mujer normal y corriente, alejada de los tópicos de la heroína dura y arrolladora, pero su tenacidad por recuperar a su familia la llevará a emprender una peligrosa y laberíntica búsqueda por Inglaterra.

Amparo lleva más de un año esperando. Su marido y su hijo desaparecieron en la laguna de la Albufera y, aunque las lenguas viperinas de los vecinos dicen que el marido se marchó con un inglés, Charlie, ella está convencida de que está muerto. La llamada de socorro de su hijo Toñete hace que Amparo emprenda una búsqueda desesperada para salvar a su hijo y encontrar respuestas. Viaja primero a Londres y luego a un camping del condado de Surrey donde cree que Toñete está trabajando. Allí conoce a Conrad, un inglés viudo de una española que murió atropellada hace poco menos de un año en una de las carreteras locales mientras circulaba en bicicleta. El conductor se dio a la fuga, pero Conrad lo vio y, aunque lo denunció, no han podido detenerlo. Conrad ayudará a Amparo con el idioma, pero pronto tendrá sus propias motivaciones para ayudarla a encontrar a su hijo y a su marido porque todo indica que Antonio vive allí y Toñete ha dado con él. La situación se complica cuando aparece asesinado un español que tenía tratos con Charlie y que había quedado con Toñete el mismo día y en el mismo lugar en el que apareció el cadáver. Toñete pasa a ser el primer sospechoso del asesinato y Amparo necesita encontrarlo antes que la policía para saber qué está ocurriendo. Para lograrlo, Amparo se introduce en los ambientes por los que se mueven los emigrantes españoles. Pregunta a camareros, tenderos, personal de servicio y descubre detalles de la vida de Toñete que la llevarán a relacionarse con ciertos ingleses ricos del lugar. Ahora no solo la policía busca a Toñete, también sabe que hay otras personas que quieren encontrarlo además de ella. En medio de este laberinto aparecen unas fotografías que pasan de mano en mano y que todo el mundo quiere recuperar. Amparo vio una de ellas en la casa familiar de la Albufera y según pasan los días se da cuenta que esas fotos son la clave para llegar a la verdad.

EL PAPEL DE LA MUJER
La heroína de la novela no responde al prototipo habitual. Es una ama de casa, esposa, madre y joven abuela que desea una vida tranquila sin sobresaltos y, aun así, emprende un arriesgado viaje y se enfrenta a los distintos peligros que se encuentra. Tanto sus acciones como las de los otros personajes femeninos son determinantes en el desarrollo de la trama.

LA FAMILIA
La familia es clave en la novela. Amparo emprende su búsqueda por amor a la familia. Los padres protegen a sus hijos y, a su vez, estos a los suyos y así por generaciones, pero ¿qué ocurre cuando no lo hacen?

EL PESO DE LA INFANCIA
Las vivencias de la infancia de los personajes principales condicionan su forma de actuar de adultos. Tendrán que luchar contra esa “losa” para poder avanzar.

LA AUTORA
Mónica Rouanet nació en Alicante, aunque desde los siete años vive en Madrid, donde estudió Filosofía y Letras. Especializada en Pedagogía por la Universidad Pontificia de Comillas, posteriormente cursó estudios de Psicología en la UNED. Desde hace más de 20 años atiende a personas en riesgo y dificultad social. Donde las calles no tienen nombre fue tercera novela, publicada también en Roca Editorial.

PERSONAJES
Amparo: Conocida como “la sueca” porque nació y pasó casi toda su vida hasta la juventud en Suecia, y llamada “la española” en el país nórdico, no encontró su verdadero hogar hasta que conoció la barraca de sus abuelos, en la Albufera, a la edad de los 8 años. Un hogar que le duró muy poco porque su madre la volvió a arrastrar hasta la fría Suecia en busca de un marido que nunca quiso saber nada de ellas. Al crecer y acabar la escuela, empezó a trabajar como recepcionista y camarera, pero nunca se quedó mucho tiempo en el mismo lugar, igual que sus relaciones sentimentales siempre eran de paso. Amparo no se considera guapa: no es delgada, tiene una voz grave y se mueve con poca elegancia, pero resulta exótica para los nórdicos. No encontrará su hogar hasta que, a la muerte de sus abuelos y con la barraca como herencia, regrese a La Albufera. Se casará con Antonio, su amigo de la infancia, tendrá dos hijas y un hijo y nietos, trabajará en la agencia de viajes del pueblo y su vida transcurrirá tranquila y, a pesar de no tener un matrimonio convencional, se sentirá segura y feliz. Todo cambiará cuando desaparezca su marido y, al cabo de un año, su hijo, y tenga que iniciar un viaje en su búsqueda. A los 55 años, Amparo descubrirá de lo que es capaz de hacer por su familia y disfrutará de sensaciones que pensaba que nunca podría vivir.

Antonio: Tiene unos ojos demasiado claros y una piel translúcida. Habla casi en susurros porque nunca llegó a cambiar la voz del todo. Siempre tuvo que aguantar las burlas de sus vecinos por su fragilidad y movimientos amanerados. Es el marido de Amparo e igual que ella ama la Albufera. Tiene una barca y en cuanto queda libre de su trabajo, en una fábrica de conservas, se sube al coche y con la música de María Dolores Pradera en el radiocasete recorre la distancia del pueblo hasta la barraca. Antonio tiene una hermana, Piedad, a la que está muy unido, aunque su relación se basa en el silencio.

Piedad: Es la cuñada de Amparo y hermana de Antonio. Piedad y Amparo son inseparables, y aunque muy distintas, les une la edad, la Albufera y Antonio. Es una mujer morena, con rasgos casi salvajes, y con unos ojos tristes, silenciosa y sigilosa. Prefiere pasar desapercibida, aunque le resulte difícil conseguirlo. En su juventud muchos hombres intentaron cortejarla, pero su padre siempre los ahuyentó. Vive sola, y durante años se ha encargado del cuidado de su madre, que siempre estaba enferma y murió joven, y después del padre.

Toñete: El hijo menor de Amparo y Antonio es la debilidad de su madre. Es un chico independiente e inquieto y con poco interés por estudiar. Dejó el colegio y se puso a trabajar en el pueblo, pero pronto le quedó pequeño; después siguió su camino por el resto de España, a veces de la mano de una novia y otras por trabajo, y luego dio al salto a otros países. Chapurrea varios idiomas y se defiende bien. Su último destino es Inglaterra y allí lo irá a buscar su madre.

Conrad: Es un inglés alto y delgado que vive en una autocaravana en un camping del condado de Surrey, al que llegará Amparo buscando a su hijo. Su mujer, llamada también Amparo, era española y murió en un accidente mientras circulaba en bicicleta. Él lo presenció y aunque ha pasado un año sigue atormentándose por no encontrar al conductor del coche. Conrad bebe demasiado. Lo hacía antes del accidente de su esposa por sentirse frustrado con el trabajo, y lo hace después de la muerte de su mujer. Amparo encuentra en él a la persona ideal para que la ayude en su búsqueda: Conrad domina el español y necesita respuestas.

Charlie: Es uno de tantos ingleses que vienen al Levante por el buen tiempo. Es homosexual y chapurrea el castellano, por lo que es de los pocos que se relaciona con los vecinos. A partir de la desaparición de Antonio será la persona a buscar, porque las malas lenguas dicen que Antonio se fugó con él a tierras inglesas.

Escenarios
En la novela hay dos escenarios diferenciados donde la protagonista, Amparo, se encuentra a sí misma y su lugar en el mundo.

La barraca de la Albufera. Es la casa de los abuelos donde Amparo encontró un hogar durante su infancia y al que regresará siendo adulta con la idea de no volver a marcharse. En la Albufera formará su familia y hallará la paz, pero las circunstancias de la vida la obligarán a emprender el viaje de nuevo.
“Contemplo la casa, tan cambiada. Durante el único año que pasé en ella, las puertas permanecieron abiertas desde la primavera hasta que el otoño se puso el pijama. El sol recorriendo el interior. Tan solo se cerraban por las noches, y no todas. Cuando el calor era tan intenso que nos impedía dormir, las dejábamos abiertas. La puerta de entrada, en la fachada sur, y la trasera, en la norte, seducían al aire para que circulara por el pasillo refrescando los cuarenta y cinco metros cuadrados en los que fui feliz”
“Pronto nos fuimos al pueblo, pero mantuvimos la barraca, la huerta y la barca porque, aunque no vivíamos de ellas, no sabíamos hacerlo sin ellas”
“Me ahogaba. Contaba los minutos de la semana esperando a que llegara el viernes y poder regresar a la barraca, a mi sitio, mi patria…”

Camping en el condado de Surrey. Amparo llegará al camping de Guildford en busca de su hijo. Su primera sensación cuando baja del avión es que Inglaterra le recuerda a la fría Suecia. Añora la luz y el calor de su hogar, pero pronto, en su minúscula caravana y junto a Conrad descubrirá a una Amparo que no conocía o que tenía muy olvidada. En ese modesto camping y lejos de la Albufera volverá a encontrar su lugar.
“Salimos de la casita roja y recorremos un camino asfaltado hasta llegar a un lago rodeado por un bosque. Varias caravanas y tiendas de campaña añaden otros toques de color al verde del paisaje. Seguimos por un sendero de gravilla donde, a escasos metros, encontramos una autocaravana grande, de las que parece un camión con la casa a cuestas, como un caracol gigante. A un lado tiene aparcado un viejo coche y, en la parte delantera, junto a la puerta, una mesa plegable con una silla de lona. Sobre la mesa una taza de té. Un poco más allá, la caravana que me ha ofrecido. Es de color blanco con unas bandas azules en la franja inferior que evocan al mar. Me gusta”.

Entrevista con la autora:

Tu novela es una búsqueda y los personajes, cada uno a su manera, también buscan algo, ¿qué buscabas tú con esta historia?
Buscaba contar cosas diferentes, desde aspectos sencillos relacionados con la similitud que guardamos todos vengamos de donde vengamos (pequeños pueblos españoles como el de Amparo, lleno de gente que no concibe su vida sin estar pendiente de la del vecino, se parecen demasiado en este caso a las villas señoriales del sur de Inglaterra, donde ocurre exactamente lo mismo), hasta temas mucho más comprometidos, como la impotencia del ser humano ante lo cotidiano. A veces nos enfrentamos a situaciones extremas que no combatimos porque, aun sabiendo que deberíamos acabar con ellas, las tenemos tan arraigadas que nos anulan por completo. Es lo que ocurre cuando hemos sido víctimas de algo horrible desde la infancia.

“Despiértame cuando acabe septiembre” es una novela de intriga, secretos, asesinatos…, pero quien los descubre no es un detective. ¿Por qué elegiste otro perfil de investigador?
Amparo es la “antiheroína” por excelencia. Se trata de una mujer de más de cincuenta años que lleva sin salir de su pequeño pueblo varias décadas. Allí es simplemente una esposa, madre y ya abuela con una vida monótona y apagada. Quise que ella fuera la protagonista de mi novela para demostrar que este tipo de intrigas no solo atañen a detectives de perfil duro y complicado, sino que cualquiera puede verse atrapado en una historia llena de mentiras y arriesgar todo lo que tiene para conseguir llegar a la verdad.

¿Crees que las mujeres han llegado al género negro para ser protagonistas y dejar de ser las chicas que los acompañan?
Eso parece. Ahora mismo hay varias novelas de género negro en las que las mujeres se proclaman como protagonistas indiscutibles. De un tiempo a esta parte contamos con personajes como Petra Delicado, creada por Alicia Giménez Bartlett, Amaia Salazar, la inspectora de Dolores Redondo, o la forense Kay Scarpetta, de Patricia Cornwell. Existen muchas más y más antiguas, desde la entrañable Miss Marple, de Agatha Christie, hasta Bárbara Arenas, la detective de Lourdes Ortiz, pero, aunque parece que la presencia de la mujer en la novela negra se ha normalizado, todavía no ha conseguido equilibrar su presencia.

¿Y las “femmes fatales” seguirán existiendo o en su lugar encontraremos pijas consentidas?
Jajaja, bueno, yo siempre he creído que las “femmes fatales” eran mujeres consentidas y faltas de escrúpulos. Lo de que sean “pijas” o no depende del nivel económico y el estatus social. De todas formas, espero que de una forma u otra sigan apareciendo en la literatura y en el cine. Dan mucho juego.

La Albufera en tu libro es el lugar donde Amparo encuentra su sitio en el mundo y está presente en toda la historia. ¿Son importantes los escenarios en una novela?
Sí lo son, pero el escenario puede ser cualquiera, incluso puede ser cambiante. Simplemente debe significar algo para los personajes o para la historia. Como he dicho antes, la gente tiende a ser muy parecida en todo el mundo y solo necesita sentirse arraigada a un lugar para hacerlo suyo. En este caso, Amparo siente que pertenece a La Albufera porque es donde se supo querida y arropada por primera vez, donde encontró ese vínculo afectivo que le faltaba.

En tu novela aparece Suecia, Inglaterra y un camping al sur de Londres, al que irá a parar Amparo y donde encontrará a su alter ego, Conrad . La sencilla vida del camping contrasta con la vida de las jóvenes y ricas vecinas del pueblo que viven en casas de lujo con servicio. ¿Qué nos quieres mostrar con esos dos mundos paralelos?
Es cierto que existe un contraste entre esos dos mundos, pero precisamente lo que quería marcar son las semejanzas que existen. No importa a cuál de los dos pertenezcas; en el fondo, todos podemos tener las mismas virtudes y los mismos defectos, y ser capaces de cometer los crímenes más abominables.

En tu novela retratas cómo los españoles que están trabajando en Inglaterra buscan ayuda en otros paisanos que viven allí y, a la vez, nos hablas de los ingleses que llegan al Levante y viven en un “mundo aparte”. Amparo es “la sueca” en España y “la española” en Suecia. ¿Crees que el emigrante cuando abandona su tierra, independientemente de los motivos, deja de ser de un sitio para pasar a formar parte de un colectivo que se apoya mutuamente?
Lo cierto es que cuando te instalas en un país que no es el tuyo, en un primer momento tiendes a buscar gente como tú. Todos necesitamos ese vínculo que nos da la similitud. Y no es porque no busquemos integrarnos en ese nuevo hogar, es porque nos sentimos más protegidos al estar rodeados de personas que comparten esa misma situación de expatriados.

En “Despiértame cuando acabe septiembre” hay varios hilos y giros de la historia. ¿Es necesario sorprender al lector para mantener su atención?
Vivimos en un momento de constante cambio. Estamos acostumbrados a que todo lo que nos rodea dé giros vertiginosos en cuestión de segundos, así que sí: los lectores buscan (buscamos) también esas sorpresas en la literatura. Aunque creo que se les (nos) puede sorprender de diferentes maneras: ya sea a través de una historia atrayente, como de una buena escritura en cuanto a estilo literario. Lo ideal es unir estas dos habilidades. Supongo que es a eso a lo que aspiramos todos los que nos dedicamos a esto de contar historias.

En algún momento de la narración, Amparo llega a dudar de las personas en las que más confía. ¿Es lícito dudar de las personas que quieres? O por el contrario ¿es una traición?
Cuando te encuentras en situaciones extremas dudas hasta de ti misma, y eso es lo que le ocurre a Amparo en esta novela. La trama la lleva a vivencias tan sórdidas y miserables que la obligan a desconfiar de todo y de todos. Supongo que es por pura supervivencia, no por traición.

Y siguiendo el mismo razonamiento ¿hasta qué punto tenemos derecho a revelar secretos si sabemos que son hechos horribles, aunque los que están implicados no los hayan querido contar porque les duelen demasiado?
Ese es uno de los temas que quedan ligados a la lectura de la novela: ¿es lícito revelar secretos relacionados con delitos cuando las víctimas de los mismos prefieren olvidarlos? Yo no lo sé. Reconozco que me costó tomar la decisión cuando llegué a ese punto de la novela.

¿Es posible ser desgraciado en la infancia y adolescencia y feliz en la vida adulta?
¡Confío en que sí! Es cierto que todo lo que vivimos a lo largo de nuestra vida nos va dejando huella y, en especial, lo que nos sucede durante la infancia. Es en esa época cuando nos vamos formando, cuando desarrollamos nuestra personalidad y damos relevancia a los valores que nos acompañarán durante nuestra vida adulta. Pero creo y confío en que, si se cuenta con la ayuda apropiada, es totalmente posible.