Reseña de Ave Ciudadano de José Rodríguez Plocia

Recibir y leer una novela de humor en los tiempos que corren es casi un hito.

Cuando lo “políticamente correcto” y el censor continuo que habita en cada uno de los internautas vigilan todo, es un placer sentarse a leer a alguien que cree que “el humor no puede ser nunca malo” y que “ aunque estemos en una época muy mala para el humor la vamos a recuperar”.

Empiezo a escribir y me sale una tontería, y me río, y esa tontería me lleva a otra y a otra y a otra y me lo paso fenomenal, pero no te creas que es fácil que llevar la literatura al humor tiene su complejidad

Ese es José Rodríguez Plocia que con su novela Ave, ciudadanos ha conseguido la Mención especial del Jurado del XX Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. Esta es su trama:

Corría el año 1980 cuando el protagonista del relato, currante de pico y pala, descubre y se apropia del rollo de pergamino que escribiera hacia el tercer tercio del siglo I a.n.e. el cómico gaditano Caio Máximo Dramático.
Treinta y dos años después, la desastrosa situación anímica y económica ha arrastrado al protagonista a una obsesiva dedicación a las películas de romanos, que consume sin moderación desde su maltrecho sofá-cama de escay rojo.
En compañía de sus dos inquilinos erasmus, un romano neojipi y un chino dublinés que le va traduciendo el texto del rollo, recorrerá a trompicones el relato paralelo de la espectacular Gades romana y de su miseria actual

“Demócrito decía que la risa le daba sabiduría, luego la risa, el humor es lo más sano que hay, y en literatura más.” confiesa el autor que añade “Si fuese capaz de trasmitir el 50% de lo bien que yo me lo paso estaría con el Nobel”

Su método de trabajo para escribir humor es genial, él dice “Empiezo a escribir y me sale una tontería, y me río, y esa tontería me lleva a otra y a otra y a otra y me lo paso fenomenal, pero no te creas que es fácil que llevar la literatura al humor tiene su complejidad”. Será que hay que ser de Cádiz como él para lograrlo.

En su novela ha dos tramas, una actual con un humor desbocado en medio de un Cádiz de subvención como es el actual y otro más fino y sutil que es el histórico, el que sitúa a la ciudad en su época máximo esplendor en el siglo I ane.

«Busqué el equilibrio, ensamblar la historia de un Gades de película, espectacular, enormemente rico, y que hacía cincelar Gaditanorum en los asientos reservados a sus équites en el Coliseo romano, con un Cádiz de miseria, repleto de caliches, en el que nómina más suculenta la mueve el Inem, y que graba en el sofá de escay el tamaño de los traseros. Pasar de una época a otra se me presentaba como un ejercicio de funambulismo, sin red, la cuerda era la ciudad, y ambulaba desde el siglo I a.n.e. al XXI… Tiré adelante y terminé encontrando el equilibrio en la propia naturaleza de aquellos y de estos gaditanos, en el humor.»

Después de su obra anterior Ubi sunt pisha, y su personaje el bizco Durán, Rodríguez Plocia vuelve para hacernos reír a carcajada batiente por fuera y con una sonrisa sutil en nuestro interior.