EL NAVÍO REINA DOÑA ISABEL II Guerra de África de LUÍS DELGADO BAÑÓN

Este volumen, que hace el número 29 de la Saga Marinera Española, relata los hechos que rodean la posteriormente llamada primera guerra de Marruecos, de breve duración, entre los últimos meses de 1859 y los primeros de 1860. Concretamente, desde septiembre a marzo, en que se firmó la paz por el tratado de Wad-Ras Son años en los que, además, tienen lugar una serie de operaciones navales de dispar importancia y resultados para la Real Armada y España.

“Casi a un mismo tiempo, nos desplegamos en el Mediterráneo con Gaeta y las Dos Sicilias; en el Extremo Oriente con las islas Filipinas y la Cochinchina; en el mar Caribe con Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo; en el océano Atlántico con operaciones en el Golfo de Guinea, México, Tierra Firme y Río de la Plata, y por último, la Guerra de África en el continente vecino. Todo ello sin olvidar el Pacífico, donde entramos en guerra de varas largas con Chile y Perú.”

Los volúmenes 27, 28 y 29 se ocupan de tratar hechos más o menos simultáneos pero en muy diversas y distantes localizaciones: la operación en Cochinchina, tema del volumen 27 y que protagoniza Beto Pignatti Leñanza, la anexión y guerra en Santo Domingo protagonizada por Santiago Leñanza, y la guerra de África, protagonizada por Francisco Leñanza, padre y patriarca de la familia. Así pues, a mediados del siglo XIX la Real Armada va a tener diversos protagonismos y en esta Saga se han querido plasmar dedicando un volumen a cada uno de ellos, aunque sucedan en tiempos simultáneos.

Como en el anterior volumen, comienza en 1858 con el 30 cumpleaños de Santiago y su celebración en familia, y donde el brigadier Francisco Leñanza anuncia las noticias del nuevo destino de Santiago, su promoción al empleo de teniente de fragata y del más que probable destino del propio Francisco, en la prevista y próxima guerra contra Marruecos, para la cual ha sido nombrado comandante del navío Reina Isabel II futuro buque insignia de la futura escuadra de África. Un tercer protagonista en este volumen –en el que Santiago solo entra y sale brevemente-  va a ser el sobrino y ahijado de Francisco, Pablo Descallar Leñanza, joven ardiente y turbulento que le va a crear algunos problemas a su tío, con el que irá embarcado a bordo del navío Reina Isabel II.

Para situarnos, O´Donell y su partido, la Unión Liberal, llega al poder en junio de 1858, continuando hasta 1863.  Leñanza padre sitúa los orígenes de los hechos: a partir del año 43 Ceuta y Melilla se vieron continuamente agredidas, incluso se llegó a asesinar a un cónsul español en el interior de Marruecos, ignorando las protestas de Narváez, presidente entonces; las agresiones continuaron en años posteriores hasta que el gobierno decidió ocupar las islas Chafarinas, (tierra de nadie, entonces).  Llegó un punto en el que, recién llegado O’Donell, se decide acabar con estos incordios de una vez por todas. Y se prepara la guerra.

En un primer tercio de la narración,  el autor, por medio de diversas tertulias y conversaciones, nos pone al tanto de la situación política, militar y naval, tanto de España como de Marruecos, mientras el protagonista espera la dilatada llegada de su navío, a la sazón en La Habana. La idea que suele repetirse en otras narraciones en las que el Ejército ha de trabajar conjuntamente con la Armada es el modo tan dispar de encarar los asuntos.

En un segundo tercio, una vez a bordo del navío que comandará, Francisco Leñanza ha de realizar una serie de travesías de adiestramiento y otros destinos hasta que finalmente, la guerra es declarada y en un primer momento es nombrado Jefe de Escuadra en interinidad.

La Real Armada cumple en esta guerra un importante papel: por una parte, como vehículo de transporte de tropas, pertrechos, intendencia y sanitarios. Por otra,  como apoyo artillero desde el mar frente a distintas e importantes plazas, como el caso de Larache, Arcila… Pero también surgen situaciones de emergencia donde han de acudir los propios marinos en ayuda de los soldados, cosa que hacen bravamente. También los Leñanza ganarán honores: Francisco, por su buena dirección de las maniobras en las expediciones de castigo por la costa atlántica, y Pablo, por su valentía y arrojo en la batalla.

En cuanto a los asuntos personales de los Leñanza, hemos de decir que Pablo Descallar resulta un jovencito algo terco y revoltoso, si bien a lo largo de la novela llegará a pacificarse un tanto. Pero de las complicaciones creadas por el sobrino, su tío Francisco también tendrá algún problemilla y una sorpresa final…no del todo desagradable, en el curso de una investigación que se le encarga desde el Ministerio una vez finalizada la guerra.

En suma, una interesante narración que nos desvela las interioridades de cómo se gesta una guerra, cómo el Ejército y la Marina consiguen compatibilizar sus actuaciones,  y cómo aún permanecen en uso veleros y barcos a vapor, marcando las diferencias entre unos y otros, y las posibilidades de ambos en ayuda mutua.