Solenoide de Mircea Cartarescu

“He cogido piojos otra vez. Ni siquiera me sorprende, ya no me asusta, ya no siento asco. Solo me pica.”

He leído hasta el momento todo lo que ha sido publicado de este escritor en nuestro idioma, incluído el único título que ha aparecido en una editorial diferente de Impedimenta, como es la primera parte de la trilogía de Orbitor, que espero ver también publicada al completo. Por eso no tardé nada en dirigirme a la librería y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Solenoide.

Conocemos al narrador, alter ego hasta cierto punto del propio autor, un maestro de una escuela gris en Bucarest en los años 80. Este hombre se lanza a la literatura con un debut literario en un cenáculo y resulta un estrepitoso fracaso. Desolado, regresa y decide abandonar la literatura, pero adentrarse en la escritura de unos diarios cuyo único lector será él, donde nadie más importe.

He visto varias opiniones encontradas sobre este libro que parecen empeñarse en coincidir solo en el punto de clasificarlo como complicado. Y no tengo claro del todo que lo sea. Lo que sí sé, es que no es para todos los lectores. Principalmente porque, una vez, comenzado, es necesario y a la vez irremediable, leerlo hasta el final. En caso de interrumpir su lectura, no nos habrá servido de nada lo leído, quizás ni siquiera podamos formar una opinión con una suerte de resumen si alguien nos pregunta de qué trata el libro. Y no es el único libro de Cărtărescu en el que sucede esto. Es, al igual que otros muchos temas recurrentes e incluso algún personaje, algo habitual en su obra. Solo que en este título que abarca más de 800 páginas, se acentúa. De hecho todo parece acentuarse en Solenoide, cada momento, cada duda, cada descripción que nos da el autor, parece desarrollarse de forma única para envolver al lector, como si el propio autor dedicase todas esas páginas a encontrar el tema y el momento adecuados en que digamos, cada uno de nosotros, “esto… esto lo ha escritor para mi”.

Había leído que en Solenoide había una casa que tenía forma de barco y me pregunté si de algún modo se levantaba cual Castillo ambulante, y también leí algo de un sillón de un dentista y unos mandos… y sí, Solenoide tiene todo eso, pero no es lo importante. Es una novela que se desarrolla finalmente en dos fases, la diurna del profesor cuyos mejores momentos serán los tiempos en los que no tenga piojos, y la nocturna, más sensorial e infinitamente más creativa. Solo de este modo escapa de la realidad y realiza un viaje introspectivo casi mesiánico y que, bajo mi punto de vista, está marcado por la tragedia.

Me voy dando cuenta, a medida que escribo, de la dificultad para desarrollar de forma coherente este libro. Quizás mejor quedarse con el día, la infancia y ese Bucarest que retrata y me hace pensar en lo que los americanos llaman el viejo continente, con un tono gris y un punto de decadencia casi romántica, con esa suerte de miseria emocional que salvo en contadas excepciones como Las bellas extranjeras, marca la obra de Cărtărescu. Esa parte romántica que me evitará hablar de posmodernismo y etiquetar lo inclasificable: y es que, lo realmente inclasificable es describir la sensación de haber tenido entre manos una gran obra una vez que se ha cerrado. Sentir el vacío y pensar: qué libro puedo coger que siga la senda de este, porque si las comparaciones son odiosas, este nivel va a ser difícil de mantener. Y dilatar esa elección. Porque es justo eso lo que sentí al terminar Solenoide. Aunque estoy segura de que no es la mejor elección para tomar contacto con el autor, posiblemente yo empezaría por Nostalgia, el resto del camino… se hará solo.

Por Entre montones de libros