Interregno de José Vicente Pascual

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“Hubo un tiempo”, “érase una vez”…Así comenzaban las narraciones orales antiguamente. O los cuentos de nuestra infancia, escuchados una noche de invierno al abrigo de las mantas, antes de abandonarse al sueño, reunidos ante la chimenea encendida,… o quizás en la terraza, en una insomne y cálida noche veraniega. Leer Interregno despierta la ensoñación, transportando al lector a una época incierta y un difuso escenario geográfico, en esos siglos en los que la bruma confunde realidad y leyenda; una larga época de cambio, oscura y misteriosa, propicia a lo extraordinario, donde se sumerge el lector en una mezcla de creencias, mitos y leyendas a la vez que presencia crudas y terribles realidades.

Hay dos ideas generales que sobrevuelan toda esta historia. Por una parte, la del enfrentamiento de dos visiones del mundo: la ancestral, ya moribunda, frente a otra naciente y nueva. El mundo antiguo, poblado de seres mitológicos: dioses, ninfas, espectros y animales legendarios, va a ser reemplazado por los defensores de la Verdadera Religión, que, gracias al apoyo de los emperadores romanos de oriente y occidente, defienden su fe y la pervivencia de la Iglesia ante el avance incontenible de las tribus invasoras en el norte de la península ibérica (suevos, vándalos y alanos). Esto ocurre hacia principios del siglo V: Roma es un pálido recuerdo del pasado, y los invasores se disputan el botín.

Y por otra, el binomio Oro-Sangre: la lucha por el poder ligada a la guerra, y la muerte. El componente humano representa el anclaje de toda historia. La humanidad, retratada en sus momentos más feroces o en sus momentos más sublimes. Porque el ser humano es así: puede ser sublime, …pero suele ser más bien feroz, cruel, implacable. Una manada de lobos, podríamos decir, parangonando a Hobbes. De ahí que la relación del oro con la sangre sea un leit motiv en la narración. El eje alrededor del cual gira la acción social humana es, sin duda, la lucha por el poder, simbolizado magníficamente por el Oro.

Y en este punto hago otra inflexión, en cuanto a las múltiples connotaciones y simbolismos de esta novela: a muchos lectores les vendrán a la mente las hazañas de Sigfrido, el héroe de «Los Nibelungos», brillantemente representado en las óperas wagnerianas. El Oro del Rhin, custodiado por el Dragón, las ninfas del río, los gigantes titánicos y los enanos de las catacumbas doradas, los herreros míticos, la walkiria Brunhilda…todo ello conforma un eco al que nos remite Interregno. Porque tanto las lecturas tardorromanas como las sagas nórdicas y germanas, reflejan el impacto, el choque que representó la irrupción del cristianismo como fenómeno social y concepción del mundo, frente a las mitologías germánicas o grecolatinas.

Y aún diría más: el lector más joven, que quizá no haya disfrutado aún de lecturas más clásicas pero sí de otras épicas más recientes como las creadas por Tolkien, también encontrará referentes en este texto. Hay unas cuantas; concretamente, en la parte donde se cuenta sobre la ciudad de los muertos, Horcados Negros, y la espectacular batalla en la que los espectros milenarios intervienen decisivamente.

El argumento de Interregno se compone de tres partes y un epílogo:  «Las leyes del pasado», «El templo de piedra» y «El oro de Vadinia», partes contadas por un narrador universal y el epílogo, contado en primera persona. La novela comienza en «La liebre cazadora», una posada que parece buen refugio en tiempos convulsos. Egidio, un joven cazador furtivo y ladronzuelo, recibe un obsequio de manos de Eresvita, la jovencísima posadera; regalo que le convertirá  en el futuro héroe principal de esta historia. A partir de ese comienzo, la narración alternará los puntos de vista, articulando los diferentes escenarios y contiendas, mostrando un entramado de ambiciones y estrategias, amores y odios, lealtades y traiciones; con lo que no hay un momento de descanso en la lectura, cuyo ritmo no decae: siempre hay un nuevo motivo de interés para seguir leyendo…. una historia que acaba justamente en la misma posada, bastantes años más tarde, donde se refugia un monje gordinflón y bebedor, Gotardo, que cuenta, no sin cierta retranca, hechos pasados, vividos o soñados,  a una ya madura Eresvita, al calor del fuego nocturno.

Hay muchas felices creaciones en este libro: el personaje de la dulce Irmina, cuya infancia simboliza el mundo mágico y en su vida adulta asume la más dura realidad. El protagonista Egidio, que de furtivo ladrón deviene en Señor de Horcados Negros y jefe de las huestes “bagaudas”, gracias al arco de Daciano (inmediatamente volamos a Ítaca y vemos a Ulises tensando el arco) y al artúrico amor de Irmina. Personajes tan dispares como los guerreros Hidulfo y Walburga, mantienen una estrambótica simbiosis, no carente de cierto humor negro. Alpida es una suerte de walkiria o amazona, una mujer guerrera; los mellizos Doménico y Genebrando, gigante y enano, son radicalmente contrapuestos; los trece Olvidados, espectros guerreros que siguen a Hidulfo en esa lucha fantasmal entre la vida y la muerte. El rey Hermod de Gottwissen, que alimenta su longevidad con corazones palpitantes de sirenas o ninfas grises;  las propias ninfas, personajes tan mitológicos como las que guardaban el oro del Rhin o habitaban el lago artúrico. La reina Lupa de Luparia, personaje de breve aparición, pero de una lucidez asombrosa. Los niños Marcio e Irmina ocultos en una barca (Moisés y Mordred revisitados), protegidos por las ninfas de las aguas. En fin, toda una coreografía que compone una obra absolutamente polifónica, en la que todos los personajes son interesantes, unos más que otros, en función de sus apariciones en escena. Mención especial al lenguaje usado por el autor; lenguaje muy cuidado, en ocasiones alegórico, muy expresivo y rico, con un soterrado humor que marca un contrapunto entre los héroes, personajes principales y la tropa, esos personajes de a pie que también tienen su papel y cubren un hueco necesario.

La épica, como género literario que cuenta las hazañas de héroes, comienza con Homero en la cultura mediterránea para continuar con las sagas nórdicas, el ciclo artúrico y el germano “Cantar de los Nibelungos”. Pues bien,  esta es la categoría en la que más se ajustaría Interregno, texto poblado de aventuras, héroes, seres extraordinarios, mágicos o míticos, y sin embargo dotado de una base firmemente anclada en la dura roca de la naturaleza humana. En mi opinión, la mejor literatura. Con la cultura grecolatina, la mitología céltica y el “ciclo artúrico”, las sagas nórdicas y germanas está en deuda toda la literatura occidental, y en este caso concreto, José Vicente Pascual, que recoge esa tradición, a la que añade, ya en las letras hispánicas, la herencia de Cunqueiro y Perucho. Los relatos épicos clásicos entrelazan el componente humano (batallas, ambiciones, deseos, lealtades, traiciones….) y el divino, permitiéndose gestos mágicos y abriendo la puerta a hechos que la razón no puede contemplar pero que la imaginación disfruta intensamente al descubrirlos. Interregno es un espléndido ejemplo contemporáneo de literatura épica española.

 

 

 

 

 

 

Reseñado por Fuensanta Niñirola

Blog: https://lamiradadeariodante.blogspot.com

Escrito por José Vicente Pascual

José Vicente PascualJosé Vicente Pascual (Madrid, 1956), es autor de numerosas novelas y libros de relatos. Entre sus obras destacan La montaña de Taishán (Premio Azorín 1989), El capitán de plomo (Premio Café Gijón, 1993), Palermo del cuchillo (Premio Alfonso XIII, 1995; Ediciones B, 1996), Juan Latino, El país de Abel (finalista del Premio Nacional de la Crítica, 2002), La diosa de barro, Homero y los reinos del mar (finalista del Premio Caja Granada de novela histórica, 2009), Los fantasmas del Retiro, La hermandad de la nieve (Premio Hislibris a la mejor novela histórica y mejor autor, 2012), y Almirante en Tierra Firme (Premio Hispania de novela histórica, 2013).
Durante décadas ha sido redactor y colaborador habitual en diversos medios de prensa escrita.
En la actualidad forma parte del equipo de redacción del periódico digital El Manifiesto.
Es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada.

Ficha técnica

Páginas: 792  PVP: 22.50 €
A principios del siglo V, prácticamente desaparecido el dominio de Roma, los pueblos del norte de la península Ibérica y las tribus, clanes y naciones euroasiáticas que la han invadido luchan encarnizadamente por la supremacía.Perviven el antiguo culto animista y la espiritualidad vinculada a las fuerzas de la naturaleza, propias de la religión céltica, la hechicería y la magia, enfrentadas a las deidades clásicas y, sobre todo, a la nueva fe cristiana.

Berardo de Hogueras Altas, desde su rica ciudad guarecida en el vértice montañoso cántabro-astur-leonés, convoca a sus vecinos y aliados para fundar un señorío defendido por un poderoso ejército. Han de enfrentarse a  la amenaza de los vándalos asdingos y las salvajes partidas de halaunios que asolan la región; también se defenderán ante los planes del codicioso Hermerico, rey de los suevos, quien desde su trono en Bracara Augusta planea adueñarse de todo el norte peninsular. Aunque, quizá, los enemigos más temibles sean las intrigas por el poder y la traición.

La llamada de Berardo es respondida por los bravos montañeses de Gargantas del Cobre, los cazadores del valle de Eione, los fieros guerreros de Pasos Cerrados… Todos saben cuál es su destino más cercano: los tiempos de la espada y la leyenda.