Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique ilustrado por Jesús Herrero

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Parece, en efecto, un canto a la vida.

Es un canto poético transido de dolor, pero en ello hay también luz, recuerdo amoroso, evocación de la memoria como un bien. ¡Y lo dice, el poeta, de un modo tan alto y sencillo, con tal delicadeza en el decir que pareciera como que en la muerte hay vida (ha sido vida) y en la vida se guarde (así se guarda) el secreto infinito de la muerte. El poeta escribe en el siglo XV, pero su prístino discurso podría decirse que, en su sentir, mantiene una hermosa vigencia.

Poco hay que comentar, sólo escucharle: “Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte/tan callando” Y escuchar aquí debe entenderse como un ejercicio realizado con todos los sentidos, esto es, escuchar como entender, como anidar en el corazón, como redescubrimiento del bien que da la vida, como gozo de haber sido, como canto feliz.

Tal vez por ello no sea un desacuerdo llamar coplas a este canto aparentemente, sólo aparentemente, infeliz. ¿Quién está al otro lado de la vida? El otro, el padre, el que es grata memoria y un gozo recordar. Incluso tratado con una visión esperanzadora: “No dejó grandes tesoros,/ ni alcanzó grandes riquezas/ ni vajillas,/ mas hizo guerra a los moros ganando sus fortalezas/ y sus villas” Y lo resume la copla XXV como un referente que acaso haya sido la más sincera voluntad al cantar: “No se os haga tan amarga/ la batalla temerosa/ que esperáis,/ pues otra vida más larga/ de fama tan gloriosa/ acá dejáis”

Pocas ocasiones se habrá de ser tan feliz al leer, pocas veces será más necesaria la memoria, no para la sombra, sino para la memoria y el afecto. El entendimiento y la razón así lo dictan: “Y pues vemos lo presente/ cómo en un punto se es ido/ y acabado,/ si juzgamos sabiamente,/ daremos lo no venido/ por pasado”. Ello para llegar, al fin, a ese canto tan celosamente guardado en la historia de la literatura: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/ que es el morir;/ allí van los señoríos/ derechos a se acabar/ y consumir…”

Acordes, oportunas, las ilustraciones.

 

Reseñado por Ricardo Martínez

Escrito por  Jorge Manrique ilustrado por Jesús Herrero

Autor G

(Paredes de Nava?, Palencia, 1440?–Santa María del Campo, Cuenca, 1479)Fue un hombre de armas y letras, miembro de una familia noble y arquetipo de los valores prestigiados en su momento histórico. Escribió sus célebres Coplas a raíz de la muerte de su padre, don Rodrigo Manrique de Lara, en 1476. Ese mismo año participa en la batalla de Uclés, tras la ocupación de Ciudad Real (1475). Ya en el tramo final de la guerra civil castellana fue herido de muerte en Castillo de Garcimuñoz (Cuenca) y está enterrado en el cercano monasterio de Uclés, cabeza de la Orden de Santiago, de la que su padre fue gran maestre. Pese a esa intensa labor bélica y política, Jorge Manrique ha pasado a la historia como el insigne poeta que anticipó el Renacimiento en las letras hispánicas.

AutorG

Jesús Herrero Marcos

(Palencia, 1950)

Desde muy joven se interesó por el abundante románico de su provincia. Esta atracción se convirtió, con el tiempo, en una pasión que marcó tanto sus estudios como su vida profesional. Ello le lleva, a su vez, a desarrollar una gran afición por la fotografía de monumentos. Ha publicado varios libros sobre el románico de algunas provincias, profundizando sobre todo en los aspectos simbólicos, en general más desconocidos que los puramente arquitectónicos y que, sin embargo, considera imprescindibles para entender las claves culturales, religiosas, artísticas y sociales de la época medieval.

Ficha técnica

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Prólogo: Amalia IglesiasIlustraciones: Jesús Herrero Marcos

80 páginas 16,70 €

Jorge Manrique escribió en pleno siglo XV una breve obra poética ajustada al canon de su tiempo, pero su fama universal se debe a las célebres Coplas a la muerte de su padre, sabia mezcla de sencillez y profundidad, de tradición y originalidad. Este elogio fúnebre del maestre Rodrigo no solo es una cima de la lírica en castellano, sino que su influencia y su prestigio se avivan con el tiempo. Si Lope de Vega dijo que «merecían estar escritas en letras de oro», este libro se propone contribuir a la difusión de las coplas manriqueñas, ilustradas por Jesús Herrero Marcos, un gran conocedor de la iconografía de la época.