Alfabeto de Inger Christensen

Alfabeto2Siempre se ha dicho que una de las dificultades de la poesía nacía de su propia definición. Todas resultan, a la postre, una aproximación más o menos significativa, como la que expresa lo siguiente, en forma de diálogo: “Escribe lo que ves, dice el maestro. A lo que el alumno/a responde: pero lo que veo no me emociona. Entonces, responde el maestro, cambia lo que ves”.

El libro de esta autora danesa, fallecida recientemente y que nos ofrece una obra llena de palabras tan nítidas como elegidas y que vienen a otorgarnos una rara libertad como lectores, creo que podría ser un ejemplo plausible de buen aprendizaje en cuanto a lo que ella considera una forma distinta de ver la realidad, o sea, interpretarla, entenderla.

En uno de los poemas –respondan o no a una trama constructiva más o menos consciente, ya que al fin lo que se imponen son las propias palabras y sus hondos significados-, dice así (ve así, interpreta así): “el amor existe, el amor existe/ tan desmemoriado como tu mano acogida como un pajarillo/ en la mía, y la muerte imposible de recordar,/ imposible de recordar cómo una vida/ inalienable, tan fácilmente como con un movimiento químico/ sobre hierba cola de perro y palomas bravías, todo/ se pierde, desaparece, imposible recordar que desaparecen…” La poeta observa y, en su mirar-pensar interiorizante, mira- piensa por nosotros, y el lector lo agradece, creo, por cuanto de haber mirado-pensado él lo mismo no lo hubiera visto-pensado de la misma manera.

De ahí la sabia recomendación del maestro de transformar la realidad, pero no por deformarla, sino por observarla en todas sus caras, lo cual completa –y, acaso, embellece- la significación de lo mirado. La poesía tal vez, al fin, no sea sino eso: transformación, color, atributo y canción de la realidad más allá de lo obvio, de lo inmediato. O, dicho de otro modo, más claro y poético: “la nieve/ no es de ninguna manera nieve/ cuando nieva/ en pleno junio// la nieve no/ ha caído de ninguna manera/ del cielo/ en junio// la nieve ha/ surgido por sí misma/ y ha florecido/ en junio.

Yo, como lector, no había visto-pensado la nieve así como hasta ese momento, y solo por ello ya doy por bueno la existencia de este libro que me hace compañía y enseña más allá de cualquier inmediata realidad que tantas veces parece monótona, insignificante… Hasta que viene el/la poeta a redimirnos.

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Reseñado por Ricardo Martínez

Escrito por Inger Christensen

Inger Christensen

Inger Christensen nació en 1935 en Vejle, y murió en 2009 en Copenhague. Fue poeta, novelista, dramaturga y ensayista. Su obra, considerada la cumbre de la poesía danesa del siglo xx, marcó profundamente toda la literatura escandinava. Fue mencionada, durante años, como una firme candidata para el premio Nobel. Realizó obras en colaboración con diversos músicos y artistas visuales. Recibió numerosos premios, entre ellos el Premio Nórdico de la Academia Sueca, el Premio Siegfried Unseld, el Gran Premio de la Bienal Internacional de Poesía, el Premio Austríaco de Literatura Europea, el Premio Americano y el Premio Europeo de Poesía. Fue miembro de la Real Academia Danesa, de la Academia Europea de Poesía y de la Academia de las Artes de Berlín. Su obra ha sido traducida a más de treinta lenguas. – See more at: https://www.sextopiso.es/7464-inger-christensen/#sthash.NutCrjRO.dpuf

 

Ficha técnica

Traducción: Francisco J. Uriz

Género: Poesía

Páginas: 192 Precio: 18.00 €

Alfabeto es uno de los libros esenciales de la poesía europea del siglo xx. Hasta hoy era, de forma incomprensible, inédito en nuestra lengua. Es un largo poema cuya forma sigue dos principios de composición. El primero es la secuencia de Fibonacci. Es decir, cada verso es la suma de los dos precedentes: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13… El segundo es el alfabeto. Cada poema, y las palabras que utiliza, sigue el orden de las letras: a, b, c, d, e. Sin embargo, bajo esta forma aparentemente estricta, hay lugar para el azar.

Como en una de las más antiguas tradiciones hebreas, Christensen juega con la materia misma con la que está construido el mundo: las letras, y su misterioso orden. Con ese magma informe y primigenio, recrea el mundo y su destrucción. Verso a verso, letra a letra, va moldeando cada una de las cosas que lo pueblan –el amor, la infancia, la vejez, el olvido, el odio, la muerte, la memoria– hasta que el árbol de las palabras, el árbol de la vida, surge, hermoso e indemne, ante nosotros. Al final, como los vocablos mismos, todo desaparece en un soplo. En los labios no nos queda más que la fragilidad de la vida y de las palabras, y la certeza de que una magia, oculta y aún nombrable, habita en ellas.