Vertedero de Manuel Barea

VERTEDERO.1.1

Mierda” (p. 219). Así termina la novela Vertedero, del autor sevillano Manuel Barea. Así lo hace también El coronel no tiene quien le escriba (1961), del colombiano Gabriel García Márquez (1927 – 2014), novela con la que Barea establece más de un juego intertextual. En una de las escenas de Vertedero, Javi lee El coronel mientras da un trago a la taza de café que se ha preparado, cosa que el coronel también hace, del lado de la novela de García Márquez. Con “mierda” (droga, en lenguaje coloquial) trafican la mayoría de los delincuentes de la novela de Barea. Hasta el cuello en la mierda encontramos a sus personajes, de lleno en “la inmundicia que nos rodea, tanta basura amontonada” (p. 190), “el olor a basura y la peste a inmundicia” (p. 194) “el brillo oleaginoso de la superficie donde se pierden nuestras piernas” (p. 196), “un desecho, como otros muchos (…) que han acabado siempre en el mismo lugar: pudriéndose en un montón de basura junto a cualquier contenedor” (p. 204).

Pero el laberinto de líneas argumentales que conforman Vertedero (Editorial Lengua de Trapo, 2014) no se limita a la adicción y al tráfico de drogas, sino que incluye la antropología, el compromiso social y la evasión, la música y la ornitología. Una vasta novela (a pesar de su corta extensión) cuyo reto radica en las complejidades lingüísticas y la experimentación estilística de su autor, Manuel Barea (Sevilla, 1989), y más aún, en los entresijos de los numerosos hilos narrativos, la intersección de los cuales no se manifiesta hasta el final de la novela.

Situada en un lugar innominado del Sur de España, Vertedero es la historia de una lucha: la del protagonista contra el mundo, su pasado, sus antiguos cómplices, los narcotraficantes y los policías corruptos. El argumento, propio del género de novela negra al que pertenece, comparte, además, muchas de las características de la novela social. Javi es una figura clave, como lo es su novia Mar. Mar es limpiadora. Los basureros están en huelga. En el barrio donde viven, “la gente hurga en la basura, mucho más que antes (…) la basura se amontona allá por donde mires, mucho más que antes, (…) la gente no consigue trabajo (…) hay colas en el comedor social” (p. 142). Hacen el amor y “el viento irrumpe a raudales por la ventana del salón (…) [y con él] la deliciosa sal del mar y la peste del mar y de los contenedores que rebosan basura y el pescado muerto en la orilla” (p. 145).

Mar ayuda a Javi “a entender el origen de todo lo que nos rodea, (…) el mío propio, el que siempre encontraría en la basura, porque la basura era el lugar donde todo se originaba” (p. 170). En una de las escenas clave de la novela, un  niño del barrio, de no más de diez años, rebusca en los contenedores, “en la basura que se amontona alrededor (…) alza una pequeña silla de metal rota (…) varias bolsas de restos de comida agujereadas y chorreantes” (p. 174), un niño al que Javi grita que se vaya de allí, el mismo niño que poco después coge una llave y traza “una serie de líneas en la puerta derecha del coche [de Javi] y todas juntas dicen: VETE TÚ”. (p. 180).

Irse es una obsesión. Volar parece ser la única respuesta. Volar es una imagen recurrente en la novela. Vuelan “las gaviotas y sus graznidos de lamento” (p. 198). Vuela el helicóptero de Vigilancia Aduanera hasta posarse en la orilla de playa. De él se bajan los agentes para requisar los paquetes de droga. Los agentes no pueden ver “la luna ni las casas ni a las personas que salen de los callejones, de la oscuridad, para echar de allí a los que nunca han hecho nada por ellos, para abatir al pájaro y convencerle de que este no es un buen sitio para volar” (p. 199). El helicóptero despega, “el pájaro alza el vuelo (…) comienza a sobrevolar la zona y entonces los que van a los mandos del pájaro [ven] cómo varias personas se acercan al bote y empiezan a llevarse los paquetes (…) y se pierden de nuevo” (p. 201).

Vertedero es un fascinante tratado de ornitología. Las aves que quisieran volar (la Urraca) conviven con aquellas que consiguen remontar el vuelo (el mito). Un pájaro de cuidado echa a volar para acabar cayendo muerto al vacío, “envuelto en inmundicia, restos de comida, metales oxidados, pañales sucios, trapos rotos y mugrientos, manchas de aceite y botes de productos químicos y ese olor, tan permeable y duradero que incluso le daba sentido a todo lo que lo rodeaba. Era su esencia” (p. 216). No desvelaremos si el protagonista logra volar hacia la libertad, “suspendido en la violencia, como una gaviota que nos observaba desde lo alto” (p. 219).

En Vertedero Manuel Barea esboza, además, un estudio antropológico ambicioso, preciso y terrible, un vasto y desgarrador elenco de adictos a todo tipo de sustancias: DDC, José Manuel Alonso, alias El Flaco, Luis Parejo, alias El Choco, Diego, Lolo, El Hombre del Traje Marrón, El Hombre del Chándal Welcome To Paradise. A la mayoría de los personajes se les nombra por su alias. Lo mismo ocurre con la figura del maltratador, El Hombre Alto. Los representantes de la ley no corren mejor suerte: al policía Antonio Prieto se le conoce por su alias, El Chorrito. Está casado con Nati, alias La Proto.

Las drogas y el alcohol, sin embargo, son no los únicos vehículos a través del cual los personajes de Barea intentan fugarse de una realidad hostil. El sexo, el amor, y la música ofrecen rutas alternativas. Los Ramones, Television o los Clash suenan a todo trapo mientras se trafica con drogas, se abusa de menores, se atraca, se descuartiza. Vertedero está lleno de asuntos nauseabundos en los que Manuel Barea rebusca sin descanso. Eso no quiere decir que la novela no sea, al mismo tiempo, divertida. De hecho, a pesar de la autenticidad y la intensidad temática, no sería posible ir más allá de la primera página si no fuera por la naturaleza cómica de muchas de sus situaciones y personajes, de la absurda parodia que representan.

Vertedero ha obtenido el I Premio Valencia de Novela Negra. Premios y reconocimientos aparte, la primera novela de Manuel Barea es una sátira incisiva y precisa de nuestra propia y ridícula condición humana. La narración se deshace en minucias discursivas, secciones e interludios. Su espíritu es transgresor y post-moderno, su prosa es compleja, intrincada, la forma no lineal en que la trama se crea pide al lector no poca paciencia y tenacidad. Barea nos hace corto el camino con una prosa amena y electrizante, con su sentido del humor, unos personajes elaborados, oído para el lenguaje coloquial y una poderosa capacidad de descripción.

 

Reseñado por José de María Romero Barea

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Escrito por Manuel Barea 

Manuel Barea nació en Sevilla en 1989 y es licenciado en Traducción e Interpretación y Humanidades. Le gustan los White Stripes y los Simpson. Vertedero es su primera novela.

Ficha técnica

I PREMIO VALENCIA DE NOVELA NEGRA

222 págs.
ISBN 978-84-8381-209-9
17.47 €.

Sur de España, años 90. tres delincuentes de poca monta huyen de la policía tras un golpe fallido. Uno de ellos es conminado a abandonar el coche en el que huyen para distraer a la policía y así los otros dos puedan escapar. Tras ser capturado, pasará siete años en prisión, preparando la que será su venganza; no sólo contra sus antiguos cómplices, sino también contra los capos del narcotráfico y los policías corruptos que están destruyendo su barrio. En un estilo rápido, sin concesiones, Manuel Barea construye una novela dentro de los cánones del género en la que destaca una ambientación y unos personajes que atraparán al lector más exigente.