Tres años antes de su gran éxito ‘Mujercitas’ y dos después de narrar sus experiencias como enfermera durante la Guerra Civil Americana en ‘Apuntes del hospital’, Louisa May Alcott completaba ‘Un cuento de enfermera’, la prueba de que sus capacidades como novelista no se limitaron a moralizantes textos para adolescentes y afines, aunque fueran estos los que, hasta hace poco, atrajeron la atención de sucesivas generaciones de jóvenes.
Como obra para adultos que es, contiene suficientes elementos escabrosos y de suspense como para mantener la atención del lector aunque solo sea por llegar a conocer el misterio de la familia Carruth. A su lujosa mansión llega la bondadosa Kate Snow para cuidar de Elinor, la hija en la que, hace ya un año, se ha manifestado la tendencia a la locura que aqueja a la familia y que fue la causa de la cancelación de su inminente boda, un revés amoroso que terminó por desencadenar la crisis y la llevó a acusar a su propia madre de permitir, con su alumbramiento, la propagación del mal. Junto a madre e hija se mueven sus dos amables hermanos, el débil padre que se aloja en otra mansión cercana y la insensible Amy, la hermana cuya próxima boda es la causa de la reclusión forzosa a la que se encuentra sometida Elinor con tal de evitar, por el descubrimiento de su enfermedad, la anulación del nuevo enlace.
Pero debe haber algo aún más inquietante en la familia Carruth que hace que un advenedizo como Robert Steele consiga tener sometidos a todos sus miembros, a los que vigila y tiraniza despiadadamente. Algo cuyo conocimiento va dosificando hábilmente la autora y a lo que también es ajena Kate cuyo fuerte y justiciero carácter llevará al enfrentamiento con Steele propiciando emocionantes momentos en que ambos ponen en juego todo su ingenio.
Es sin duda inevitable que Steele, con su rostro verde oliváceo, nos recuerde al malvado y atormentado Heathcliff, el personaje de Emily Brontë, pero la novela encuentra inspiración, en todo caso, en la ‘Jean Eyre’ de su hermana Charlotte. Baste recordar cómo a Edward Rochester sí le ocultaron la enfermedad mental de su mujer a la que encerró en su propia mansión, mientras que aquí la familia Carruth, después de poner sobre aviso al prometido de Elinor, también Edward, caerá en la ocultación para favorecer a la otra hija.
A Alcott le interesaban los dramas familiares donde triunfa la fortaleza femenina, y en los que puede transferir a sus personajes las ansias de independencia y justicia que siempre la acompañaron como abolicionista y sufragista convencida. A fin de cuentas el hogar de los Carruth está dominado por la figura masculina y opresiva de Steele frente a la que se alza su intrépida heroína que acabará por encontrar en su poder de seducción su mejor arma.