Con el subtítulo ‘El estado de Inglaterra’ Martin Amis declara su intención de volver a levantar acta, en su última novela, de la degradación de la sociedad británica y de sus miembros más alienados, un estado de cosas extrapolable a cualquier país occidental y que él expone de nuevo con la carga satírica y el depurado estilo de sus mejores obras.
La pareja protagonista de esta no puede ser más dispar: a pesar de compartir la misma sangre, tío y sobrino presentan rasgos físicos opuestos, y la convivencia en el mismo barrio marginal ha cristalizado en ambos de forma bien distinta, un dimorfismo que se concreta en antagónicas actitudes vitales y sobre todo morales, y que sin ser nuevo en literatura sigue siendo de gran eficacia.
Desmond Pepperdine es de piel morena, herencia de su desconocido padre negro, y por su carácter pacífico e inquietudes intelectuales sería víctima ineludible de maltrato escolar si no fuera por su tío Lionel cuya apariencia de hooligan, sus continuos pasos por la cárcel y el par de pitbulls desquiciados que lo acompañan, hacen desistir a los posibles acosadores. Las tendencias agresivas y antisociales de Lionel se remontan a su más tierna infancia: a los dos años tenía atemorizados a sus hermanos mayores, y a los tres se hizo merecedor de ficha policial por su costumbre de lanzar adoquines a las lunas de los automóviles. Su madre Grace lo tuvo con doce años, edad con que su propia hija tuvo a Desmond, de forma que al comienzo de la novela, en 2006, cuando este tiene quince años y Lionel veintiuno, Grace tiene treinta y nueve, unas diferencias tan escasas que no suponen impedimento, en el relajado ambiente del barrio, para la aventura que Des tiene con su abuela. Al peso culpable que produce en el nieto dicha relación habrá que añadir, a lo largo de toda la novela, la inquietud por su posible revelación, a la vista de la reacción de su tío al descubrir la intimidad entre Grace y un compañero de Des.
Pero la vida arrastrada de Lionel dará un vuelco al conseguir un premio de ciento cuarenta millones de libras y convertirse en objetivo mimado de los medios, dándole la posibilidad de canalizar su agresividad hacia los negocios y de demostrar los niveles de mezquindad a los que puede llegar. Y es que las informaciones de los tabloides siguen siendo el alimento intelectual de Lionel; el alcohol y su distorsionada sexualidad, que devendrá violenta, sus desahogos. Pornografía, prensa amarilla y televisión eran también los nutrientes del protagonista de ‘Campos de Londres’(1989), otra zona periférica aunque menos degradada y violenta que la imaginaria Diston Town, hogar de los Pepperdine, un barrio donde las colegialas quedan embarazadas y pocos son los que llegan a los sesenta. No resulta difícil, con estos datos, compartir la consideración de Amis como el Dickens moderno que algunos proponen
Como tampoco es fácil desentenderse de la dimensión alegórica del texto ante la comparación que un patriótico Lionel (una inmensa bandera de San Jorge ondea sobre su mansión) hace de su violencia gratuita con la actitud agresiva de Estados Unidos y de su propio país en Irak. O ante la anacrónica juventud de una abuela que tiene a
la música de los Beatles como banda sonora de su vida. Pero sobre todo ante el empeño de Des y su pareja Down en saldar cuentas con su familia, y la resignación de ambos a permanecer en el barrio incluso después del nacimiento de su hija Cilla.
Además, cada una de las partes del libro va encabezada por la misma pregunta sobre los perros de Lionel: ¿Quién los dejó entrar?, una cuestión con ribetes simbólicos pero que mantiene al lector en la incertidumbre hasta el final, temiendo por la pequeña y prometedora Cilla imagen de felicidad y futuro, y materialización de los sólidos logros del sobrino frente al aparente éxito del tío. Aunque no sean de la misma raza, esos animales, una vez adiestrados, son tan peligrosos como ‘Los perros negros’ de McEwan, y comparten naturaleza con su dueño, tan desestabilizado este por sus propios progenitores como aquellos por su amo, algo similar a lo que, con intervención de un azar inverso al que aquí se propone, se manifiesta en el protagonista de otra de las novelas de Amis, también con referencias caninas: ‘Perro callejero’.
Hay pues aquí materia suficiente para atrapar a un lector que, junto a una trama delirante capaz de provocar tanto la risa ante lo grotesco como el escalofrío ante lo siniestro, puede encontrar la más ácida de las reflexiones sobre un presente y un futuro en el que, a pesar de todo, cabe la esperanza.