“¿Y tú qué miras?” es un ensayo desenfadado, ligero, acorde con el tema que trata. Cubells apela a la ironía y busca la complicidad con el lector para burlarse con él de la pedantería de los que aseveran que nunca han visto los programas que todo el mundo
critica, por aquello de que la televisión es el único medio de comunicación que nunca contó con la aprobación de los intelectuales de su época.
Guiños a parte, el libro es una radiografía muy actualizada, a fecha de noviembre de 2013, del panorama televisivo patrio. Cubells, periodista y directora de programas de televisión utiliza su conocimiento del medio y de sus principales agentes, para hacer una foto personal, general y crítica sobre el estado actual de la pequeña pantalla. Ya lo hizo en libros anteriores, “¡Mírame, tonto!”, “Mentiras en directo” y “¿Quién cocina la tele que comemos?”, y repite fórmula y tono para actualizar el estado de la cosa.
Como digo se trata de un ensayo fresco, directo, contado en primera persona, lleno de ironía y de declaraciones públicas de gente de la órbita televisiva, pero también plagado de conversaciones y diálogos reconstruidos de los protagonistas de la tele de nuestros días. Otra cosa es el rigor y el contraste de los datos e incluso de esas supuestas conversaciones y afirmaciones ajenas. Cubells las expone como ciertas, eso sí, reconociendo fuentes ocultas, amigos anónimos, profesionales conocidos pero sin desvelar su identidad, anécdotas conocidas en el “mundillo” sin aclarar su procedencia. Por tanto, como ensayo, adolece de cierta laxitud o falta de solidez sobre las fuentes que utiliza.
“¿Y tú qué miras?” describe pasajes reconocibles, muchos de ellos terribles (manipulación, sensacionalismo, violaciones de derechos, pago a criminales por aparecer en la tele, intereses empresariales, políticos, económicos, el cambio del modelo de producción que denosta a los profesionales…) y algunos más dulces (el periodismo bien hecho de determinados profesionales, la etapa dorada de la televisión pública, los modelos a seguir…)
La tele es un lugar común de millones de ciudadanos (según la autora poco más de un millar de hogares españoles no disponen de televisión), por lo tanto hablar de la tele es como hablar de un pariente cercano, como darse un paseo por Manhattan y reconocer calles como si fueran de tu propio barrio. Con ese contexto tan cercano, es tarea fácil acercar al lector hacia este universo propio y tremendamente popular. Reconozco que lo he pasado bien leyendo el libro, que he disfrutado con las anécdotas más jugosas, que he confirmado mis sospechas sobre algunas cosas de las tripas de la tele que se hace España, que me ha proporcionado un puñado de argumentos para esgrimir en las conversaciones que siempre surgen sobre el tema. Quizá sólo por eso merezca la pena la lectura.