Si la anterior novela negra de Ferrero estaba marcada por la sensualidad, el ambiente psicoliterario y el deseo, aquí nos topamos con los más bajos instintos humanos reflejados en la decadente prosperidad de los cachorros de las grandes fortunas y del poder. Hombres sin escrúpulos, vacíos y muertos en su interior que solo transmiten podredumbre y fetidez allá donde van. Ollala es una joven que murió hace unos meses en un accidente de tráfico. No obstante, su madre tiene serias dudas al respecto. Su novio ha cambiado de objetivos y ahora trabaja de cuidador en un centro psiquiátrico. Su mejor amiga, una mujer mayor que ella, lleva una vida lujuriosa y despreocupada. Su diario no aparece. Y para colmo tres personajes siniestros aparecen cerrando el círculo entre todos los que rodeaban a la joven. Ágata se ve obligada por una amiga común a seguir el caso, pero pronto se dará cuenta que es una mera observadora de los acontecimientos y que su participación o inhibición serán las claves del resultado final. Esta historia se debate en un Madrid decadente donde la crisis actúa como un ente manejado por los políticos y poderosos para lograr sus objetivos. Una trama de venganza, dolor, violencia, drogas y bajos instintos, que por más los practique la alta sociedad no dejan de ser asquerosos y punibles. Ferrera refleja una instantánea del 2012 socialmente a punto de hundirse que cautivará con sus refexiones al lector obligándolo a posicionarse ante unos hechos terribles.
Ágata, la investigadora parisina de El beso de la sirena negra ha vuelto. De la mano de Jesús Ferrero nos sumergimos en otro apasionante caso de esta ambigua, inquietante y casi fantasmal mujer.