Conocemos a una mujer holandesa que se instala en Gales, en una granja algo apartada. Con cada capítulo Bakker aporte detalles tanto de la granja como de su vida. Los diez gansos verdes que originalmente deambulan por allí van desapareciendo uno a uno, mientras, ella va conociendo su entorno y algunos de sus vecinos, entre ellos el casero acostumbrado a instalarse en su cocina cuando quiere. Emily Dickinson está continuamente presente en los pensamientos de esta mujer, profesora como llegamos a saber, casada como atisbamos por los cambios de foco a su país original. La monotonía de cada día, las tareas diarias de la granja y sus estados de ánimos están completamente tratados cuando aparece un nuevo personaje, un joven que aportará más intriga suave y más densidad a las escenas. Llena de símbolos, de referencias textuales a la obra de Dickinson que destacan los momentos claves, constituye un homenaje a sentimientos como el aislamiento, la intimidad y compañerismo hasta el nivel deseado. Bakker después del éxito obtenido con Todo está tranquilo aquí arriba vuelve a desnudar el alma de sus protagonistas en esta novela para saborear lentamente, a la vez dura y hermosa, intemporal y profundamente humana.
Si podemos atrevernos a describirla: Diez gansos verdes es una meditación dulcemente tejida sobre la enfermedad, el aislamiento y la desesperación.
Comentar o reseñar Diez gansos blancos es una tarea complicada para cualquier crítico o periodista cultural. También lo será para cada uno de sus lectores. Esta obra debe ser experimentada directamente, sus idas y venidas ondulantes, sus caminos cortados y sus espacios abiertos. De otra forma no seríamos fieles a la realidad.