“¿Cómo era posible saber quién o qué era la gente en realidad?”, se pregunta la protagonista de la última novela de Peter Cameron, un relato en el que cada personaje parece guardar un secreto o moverse por oscuras intenciones, buscando, en última instancia, huir de la terrible soledad que los envuelve a fuerza de reconocerla en el otro, ese con quien aspiran a compartirla y mitigarla.
Cameron elige para situar a sus personajes el socorrido entorno de la campiña inglesa en la que, a las afueras de un pequeño pueblo, vive el comandante Clement Hart, convaleciente de heridas de guerra. Para cuidar a su moribunda madre llega la enfermera itinerante Coral Glynn marcada por su última experiencia profesional y a la que Clement propondrá matrimonio a la muerte de la enferma.
Este sencillo planteamiento, que no deja de resultarnos familiar, se enriquece con la presencia de los allegados del comandante, entre los que se cuenta la inevitable y huraña criada, y con las vivencias de la protagonista en una pensión londinense cuya propietaria e inquilinos no la dejarán de sorprender. Porque la novela podría pasar por otra entretenida historia de ambiente inglés con misterios por resolver y secretos que descubrir si no fuera por el tratamiento que el autor le da a ese río subterráneo de sentimientos que queda oculto, provisionalmente, tras las rígidas convenciones sociales.
Así sabremos qué quieren olvidar Clement y su amigo Robin, de qué viene huyendo Coral, qué rencores mueven a la criada del comandante, o cuáles son los motivos de sufrimiento de la locuaz
Dolly, la mujer de Robin y protectora de Coral. Sin embargo, Cameron deja crecer en el lector la duda sobre la desconcertante inocencia de su protagonista: en realidad no llegamos a conocerla del todo ni a entender plenamente las motivaciones de sus actos. ¿Se engaña a sí misma y a los demás o su ingenuidad es la expresión sincera de una lacerante soledad? Si a Coral los que le rodean le resultan enigmáticos, ella, sin duda, es el principal enigma para el lector, tan impenetrable como el tenebroso bosque de acebos próximo a la casa, símbolo de un oscuro interior donde Coral se interna descubriendo a una niña maltratada.
Y aunque el relato esté impregnado de tristeza y sufrimiento, la sencilla y lineal escritura de Cameron vuelve a proporcionarnos, como en la espléndida ‘Algún día este dolor te será útil’, su anterior novela, una de esas lecturas absorbentes que solo nos dará descanso al llegar a un final que, les aseguro, no les decepcionará.