La periodista y escritora sevillana Eva Díaz Pérez forma parte de la selecta periferia de narradores apartados del ruido del marketing y de la exposición editorial. Bueno y malo. Malo porque en este siglo de amplificadas antenas lo que no resuena hasta ensordecer se arriesga al desapercibimiento. Y bueno –me atrevería a decir- por todo lo demás: por la soberanía de una escritura realmente personal, inmune a tendencias, muy en sintonía con las inquietudes de ciertos lectores –miembros, a su vez, de una selecta periferia- que desdeñan la estridencia mediática de “los más vendidos”.
Adriático (Premio Málaga de Novela 2012) se imbrica en un proyecto literario que aspira a narrar Europa para comprenderla mejor. La creciente aldea global, supresora de fronteras étnicas y culturales en la que las ciudades cada vez se asemejan más entre sí, suscita un extrañamiento que Eva Díaz aspira a discernir, desentrañando la idiosincrasia del viejo continente. Esta primera novela de su proyectado periplo europeo se detiene en la Europa meridional, en la Venecia humanizada que la autora aspira a desprenderle al cliché. A la romántica postal de la ciudad de las góndolas, antepone Eva Díaz el reverso de una serie de historias mínimas protagonizadas por los personajes con y sin relieve que la habitaron forjando su espíritu y su leyenda sentimental.
Recurre la sevillana a una técnica narrativa que nos ha parecido original. El profesor Vittorio Brunelleschi se traslada desde Trieste para acometer el encargo de la Municipalidad de Venecia, su tierra natal, de catalogar las reliquias rescatadas de la laguna y que integrarán el Museo Cívico dedicado a la ciudad. De sus simas emergen cientos de objetos que dan pie a una lúcida fabulación constelada de fantasmas y de antepasados de la propia estirpe Brunelleschi: la ahogada Agnese cuyo cadáver apareció flotando en la laguna, las tribulaciones culinarias de un cocinero papal, los papeles perdidos de un director de cine, los botecillos de cristal del perfumista Sanguetti, etc. Como eficaz contrapunto narrativo para compensar la abrumadora melancolía de la ciudad sumergida se intercalan los recuerdos de Trieste y de Antonella, fallecida esposa del protagonista. Destacable en el conjunto es el potente aderezo evocador en el que convergen olores y hedores, sirocos y céfiros, melodías y ruidos. Es ésta una reconocible seña de identidad que ya percibimos en anteriores novelas de la autora como Memoria de cenizas y El sonámbulo de Verdún.
Adriático revalida la solidez literaria de Eva Díaz Pérez y la continuidad de sus atractivas obsesiones: la persistencia del pasado en el presente y la melancolía como correa de transmisión de su empecinado ejercicio de la memoria.