Lleva Edgar Lawrence Doctorow más de medio siglo cartografiando las esperanzas, anhelos, sueños y fracasos del pueblo americano, para, mediante el uso de coordenadas temporales que permiten recorrer su historia, acabar definiendo un personal y accidentado mapa de la condición humana.
Entre otros territorios, Doctorow ha documentado: la euforia de los felices 20 en su novela más conocida, ‘Ragtime’; la corrupción mafiosa de la década siguiente, hija de la Gran Depresión, en ‘Billy Bathgate’; la violencia fratricida de la Guerra Civil americana en ‘La gran marcha’, o incluso ha levantado somera acta de la ignominia acumulada a lo largo del siglo XX, desde la Gran Guerra hasta Vietnam pasando por la Caza de Brujas, en ‘Homer y Langley’. Aunque el momento histórico escogido para cada narración no deja de ser sino el marco donde mejor mostrar el temple de sus protagonistas.
‘Cómo todo acabó y volvió a empezar’, su primera novela, surgió a partir del ingrato trabajo que, como corrector de guiones de películas del Oeste, venía desarrollando, y se publicó en 1960 con el título original de ‘Welcome to Hard Times’, el mismo que llevaría su posterior adaptación cinematográfica interpretada por Henry Fonda, y que se transformaría en
‘Una bala para el diablo’ para su estreno español. La historia se remonta a los tiempos fundacionales del Salvaje Oeste y comienza con la devastación, a manos de un diabólico forajido, del pueblo surgido a la sombra de una mina de oro. La actitud cobarde, o en el mejor de los casos tibia, del alcalde nominal Blue durante los sucesos, le hará merecedor del eterno reproche de la prostituta Molly, inesperada superviviente del desastre.
Blue intentará redimirse entregándose a la reconstrucción del pueblo, en el que solo han quedado Molly y el huérfano Jimmy con los que formará una atípica familia, además de John Bear, un indio pawnee sordomudo que ejerce de
médico naturalista. Para cumplir su objetivo, Blue se dedicará a convencer del prometedor futuro de Hard Times a todo incauto que se aproxime a las ruinas, como ‘el Zar’ con su cargamento de prostitutas, el comerciante Isaac Maple en busca de su hermano Ezra, o ‘el Sueco’ y su loca mujer.
Doctorow concentra su mirada en la capacidad de regeneración, individual y colectiva, que, contra toda lógica, puede hacer resucitar a un pueblo de la nada o restaurar una reputación dañada, incluso a pesar del aislamiento que sólo mitiga la esporádica aparición de la diligencia, o de los terribles inviernos que obligan a los habitantes a acompasar su ritmo vital con el que impone la naturaleza. Los planteamientos tanto estéticos como éticos que se derivan del texto, resultaron ser, a la postre, precursores de aquellos que impregnaron cierto cine de los 70, menos maniqueísta que el precedente, cuyos protagonistas pasaron de una heroicidad inalcanzable a una cercana humanidad.
Y como una terrible e inevitable maldición, latente a lo largo de toda la novela, la amenaza que representa el regreso del forajido confiere al relato un tono mítico que acaba convirtiendo a sus personajes en estereotipos de tragedia clásica, entre los que se alza el protagonista y narrador para, entregándose a su destino, terminar aceptando que “nunca podemos comenzar de nuevo, llevamos sobre nosotros toda la carga del pasado”, y sentenciar más adelante, como si recitara unos versos isabelinos, que “Nada queda sepultado (…). Solo la esperanza se transforma, como el día se trueca en noche, solo nuestros anhelos tienen un amanecer y un crepúsculo”.
A mí me ha encantado, también le hice una reseña. La historia es sencilla, pero hay un algo simbólico/mítico que hace que trascienda y que nos cuente algo importante sobre el mal y la sociedad.