Buda supuso, sin duda, una verdadera revolución dentro del pensamiento: a través de las Sutras o reflexiones derivadas de la meditación supo transmitir tanto a la cultura china como a la japonesa una forma de vivir interior, una postura conciliadora con el propio hombre y armoniosa con la naturaleza.
Tales enseñanzas prendieron de distinta manera en uno y otro país, y fue en Japón donde el budismo se asentó bajo el nombre de Zen, cuyos contenidos esenciales hacen relación a una enseñanza, que cultiva una postura de la mente y atiende de una manera muy precisa a la naturaleza como ejemplo de equilibrio, incluso de elevación espiritual.
Ahí, en Japón, habría de proliferar (y continuar a día de hoy) una forma de poema, el Haiku, que muchos asocian a vínculos espirituales con los contenidos de la filosofía zen y que basa su argumentación principal en la observación de la naturaleza como paisaje, como vinculo. Solo hay que recordar a Basho y su obra para obtener un ejemplo revelador.
Pero no solo ha sido transmitida la filosofía zen a través de la poesía, y así el cuento zen ha querido reflejar, también, un modelo de vivir, un modo de pensar donde el equilibrio interior del individuo llega a través de una iluminación que no representa sino el equilibrio interior (del que medita) y el exterior (como escenario o entorno)
Es así, por ejemplo, en el cuento titulado “Pulgada tiempo pie gema”. Cuando el noble cree que el tiempo transcurre de un modo muy lento el maestro Takuan responde con la frase que da título al cuento, lo que equivale a decir: “este día no volverá. Cada minuto es una gema inapreciable” Lo obvio como verdad, eso que ha de recordarse pues lo material obnubila muchas veces lo que habría de ser la percepción natural de nuestro espíritu.
Más ilustrativo, sin embargo, me parece el cuento titulado ‘Tu luz se puede apagar’. Cuando el estudiante Tendai abandona la compañía del maestro Gasan, con el que estuvo en calidad de discípulo, éste le advierte: “Estudiar especulativamente la verdad es útil como una manera de recoger material para la prédica, pero recuerda que, a menos que medites constantemente, tu luz de verdad puede apagarse”
La virtud de la meditación como actitud. La permanente necesidad de recordarnos la necesidad de armonía. Una enseñanza viva, vigente y ávidamente necesaria para los tiempo de zozobra.
Saludos, los cuentos son hermosos
¡Fabulosa reseña! Muchas gracias.