Queer (marica) es una novela cuyo impacto hay que contextualizar con su momento de publicación (1985), pero sobre todo teniendo en cuenta que fue escrita en 1952. La exhibición de un personaje homosexual, adicto a las drogas y a la búsqueda de relaciones sexuales y afectivas en México tenía un morbo exponencialmente más alto hace un cuarto de siglo, por no hablar de los años 50.
Pero la manera de ver Queer cambió cuando el autor afirmó que “el libro está motivado y formado por un acontecimiento que nunca se menciona, que de hecho se elude cuidadosamente: la muerte accidental por un disparo de mi mujer, Joan, en septiembre de 1951”. La novela, que tiene mucho de autobiográfica, se ve de esa manera como una exploración del dolor, de la huida de las consecuencias legales y sobre todo psicológicas de ese acontecimiento, de la necesidad de afecto, de calor humano, también en la vertiente sexual. Otro elemento perturbador que marca la historia es el síndrome de abstinencia que experimenta el protagonista, Lee, en su viaje por Sudamérica.
Todos esos ingredientes mezclados, con el aderezo de una escritura visceral, conforman una obra rompedora, distinta, no adscrita a cánones convencionales.
Si bien Burroughs era reacio a considerarse parte de la generación beat, junto a sus amigos Allen Ginsberg o Jack Kerouac, lo cierto es que su literatura está muy ligada a los miembros de su generación, que renegaba ya en los años 50 de muchos de los valores tradicionales de Estados Unidos.
Otro de los presupuestos de esa generación era el de la liberación sexual, que en muchos casos, y en especial en la literatura de Burroughs, tenía que ver con la homosexualidad. La manera de presentar la homosexualidad en esta novela es revolucionaria para los años 50, incluso para la época en la que se publicó, el año 85, año en el que por ejemplo el mundo quedó estupefacto con la muerte de Rod Hudson por SIDA, con el consiguiente destape de su homosexualidad, más aún por el contraste con la masculinidad que exhibía en sus películas. Precisamente y pese al título, la homosexualidad de Lee fulmina muchos de los estereotipos gays de la época con una figura atípica y poliédrica.
Y si la novela constituyó una pequeña revolución hace veinticinco años, la pregunta es ¿cómo se lee ahora? Pues por un lado con interés bibliófilo, pero lo que es más importante, como una interesante disección de un personaje que aún hoy en día sigue siendo atípico y enigmático. No menos interesante es la descripción del otro lado de la frontera, sea Nuevo México o cualquier ciudad, en la que gente que huye de su pasado se da cita en una urbe peligrosa, sucia, sensual y estimulante a partes iguales. También es apreciable el componente tóxico de la historia, con las drogas de la época en libre circulación y la búsqueda de otras nuevas, como la ayahuasca, planta que se suponía podía dominar mentes ajenas. Y la busca del amor, la huida de la soledad, la necesidad de contacto físico, culminan los elementos de una novela aparentemente banal, pero con una espléndida riqueza subcutánea.
La edición que presenta ahora Anagrama, cuenta con el revelador prólogo del autor de 1985 y un interesante estudio del profesor Oliver Harris, experto en la obra de Burroughs.
Tremendo Burroughs. Estoy leyendo ‘Yonqui’ exasperada. Me apunto este también.